Nueva York.-El presidente Donald Trump y la jefa de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, escenifican una pelea entre la causa y la consecuencia del problema estadounidense fundamental.
Las mujeres crían a sus hijos, Pelosi, representa a las mujeres blancas que crían hijos malcriados, arrogantes, medalaganarios, como Trump.
Ellos protagonizan las masacres escolares y en otros lugares cuando se enfurecen.
Pelosi, la mamá pegona, controla la Cámara de Representes que preparó el “impeachment” (acusación) contra Trump, el niño malcriado.
Lo hizo “defendiendo” la Constitución, pero no formula la acusación porque quiere controlar, como mamá pegona, lo que hará el Senado, constitucionalmente ella no puede controlar eso.
Pelosi sabe que el jefe del Senado, Mitch McConnell, otro niño blanco malcriado como Trump, absolverá al acusado.
Destituir a Trump es tan improbable como terminar las masacres escolares, los blancos malcriados y poderosos, son incontrolables.
Resulta altamente improbable que 20 senadores republicanos deserten para apoyar la destitución de Trump, que parece ser la única esperanza de los demócratas para sacarlo del poder.
Cuando la consecuencia supera la causa, como en este caso, nada se puede hacer y, tratando de evitar lo inevitable, Pelosi podría terminar asegurando la indeseable reelección.
La Cámara de Representantes acusa a Trump de abuso de poder y obstrucción del Congreso, pero reteniendo la acusación, ahora es Pelosi quien “obstruye” al Senado.
Ella está como quien siempre ha querido una guitarra y, cuando finalmente la consigue, no puede sacarle las notas musicales que desea.
Hasta ahora, los dos presidentes que han enfrentado juicios de destitución fueron descargados, Andrew Johnson en 1868 y Bill Clinton en 1998, Trump también será descargado. Richard Nixon renunció antes de que lo enjuiciaran en 1974.
Trump y Trujillo no llegaron de otro planeta, son productos naturales, orgánicos y silvestres de sus respectivas sociedades.