El último poemario de Vera Moreno (Madrid, 1972), «El gimnasio de los rotos» (Editorial Denes, València, 2020), ha recibido el XVI Premio César Simón, convocado por la Universitat de València en el 2019. El jurado ha destacado la polifonía de voces, el recurso a la ironía, la crítica social, la tendencia a la oralidad y el carácter experimental del libro.

El poemario se compone de tres partes: «nómadas sin retorno», «lo inesperado nos espera/el gimnasio de los rotos» y «el porvenir nómada». Como bisagras entre estas partes y como introducciones a los poemas es común encontrarnos con epígrafes pertenecientes a la autora, o bien, a escritores y artistas, tales como Fernando Pessoa, Janis Joplin, Wisława Szymborska, Nancy Morejón y muchos otros. Estas citas se agradecen, porque nos ponen delante no solo de las influencias literarias de la autora, sino también de las musicales y artísticas, lo cual posibilita una hermenéutica más completa de los poemas. Al final del libro, podemos encontrar algunas de las claves de la obra en la sección «notas». También hay aquí una sección de «agradecimientos» y el índice.

Ya Vera Moreno nos tiene habituados a la interrelación entre los géneros literarios y artísticos. En su libro anterior, «La Naranja entera» (compuesto por dos poemarios: uno homónimo al libro y «Angustia»), la experiencia poética se manifiesta a través de múltiples canales de expresión. Esto guarda coherencia con lo que ella ha expuesto alguna vez al decir que, en la poesía, la plenitud se logra cuando esta aparece al lado de otras manifestaciones, como son, por ejemplo, la música y el canto. Igualmente, en su trabajo como docente, nuestra autora pone el acento en la interrelación de los sentidos y de los géneros artísticos. La tendencia centrífuga que está presente en la obra de Vera Moreno es significativamente distinta a la tendencia centrípeta predominante en la sociedad actual, donde la superespecialización de la ciencia ha mutado al arte y a la literatura. Para Moreno la dedicación a un tipo de arte no vendría antes del acto creativo sino después, cuando el individuo ha explorado todas sus posibilidades.

En la primera parte del libro, nuestra autora ahonda en la vida de los «nómadas sin retorno», es decir, esos que son convertidos en «nuda vida» según la expresión de Giorgio Agamben y que, en consecuencia, son meros cuerpos biológicos sin derechos. Para estos los estados de excepción en boga no son nada nuevo, pues viven en un estado de excepción permanente. Dentro de estos nómadas se encuentran también los que son acosados por su orientación sexual, como fue el caso de Jeanette Winterson, obligada a abandonar su hogar a la edad de dieciséis años tras confesar que era lesbiana, y que es citada en el poema «the outsider vision». Igualmente, en el poema «visto, oído, vivido» hay una crítica contra la precarización laboral. Por otro lado, en «antídoto contra la postmodernidad» —poema que llama especialmente la atención por su disposición tipográfica que emula los ejercicios mecanográficos— parece haber un guiño a los escritores, como si en estos residiera la posibilidad de hacer algo para transformar la realidad. Quizás ellos, en su precariedad, son los «outsider (s)» por excelencia: «tan frágil, / tan fuerte, / somos la palanca del mundo». No falta una visión satírica de la división y crispación política en el poema «lo que nos une»: «monja mónjamónjamónjamónjamón / pocos lo dicen pero en España / lo que nos une es el jamón».

La segunda parte, que es la que da nombre al libro, nos introduce en un gimnasio peculiar donde todos están «rotos»: «nos faltan brazos, pies, piernas / lo que falta ya no duele, / se echa de menos y nos ponen una prótesis / para transformar la nostalgia». Partiendo del dolor físico se llega a un dolor total. De este modo, lo que antes, en la primera parte del libro, aparecía como una rotura espacial-geográfica ahora aparece como una rotura espacial-corporal-psíquica. Se trata de una reflexión sobre el dolor, sobre el cuerpo, sobre los procedimientos médicos, sobre nuestro contacto con el mundo. Es un intento de darle palabras al dolor, que todos sabemos lo que es, pero no sabemos cómo decirlo. A este respecto, es significativo el poema «dolor invita»: «a veces, / el dolor se agarra a la rabia / y no hay palexia que la debilite / he visto como la L2 de metal / se olvida de su condición protésica / y el mundo son // flexiones, / mancuernas / anteroversiones…» Llama la atención en esta sección el recurso al tempo musical en los poemas «day after day» y «la carnicera», lo que invita a una lectura en voz alta. Igualmente, es destacable el cambio en la sangría y en la tipografía de algunos poemas (cosa que podemos encontrar a través de todo el libro). En el caso de «traspiés» la disposición del espacio parece expresar lo que se dice en el poema. Por lo que respecta a «instrucciones de vuelo» y «boca de idiota», la sangría francesa resalta los elementos neurálgicos, y posibilita la realización de una lectura sinóptica.

Siguiendo la tendencia iniciada por la primera parte y continuada por la segunda, donde se abordó la rotura espacial-geográfica y la rotura espacial-corporal-psíquica, era de esperar que, en la tercera parte, «el porvenir nómada», se abordara una rotura aún más amplia, y así es en efecto, pues en esta sección entra en escena la rotura espacial-política. El porvenir es aciago: «esta mañana tan esperada // no la imaginábamos tan podrida / la veo a través del cristal de Apple en Sol / en nuestra puerta al cielo». El diagnóstico continúa en el brillante poema en prosa «nómadas heridos»: «leemos este siglo con las manos, a oscuras, con leds escribimos con fracturas internas irreparables, tecleando como cenizas sin cuerpo». Hay, igualmente, un reclamo ante la catástrofe climática en «last call this is a long distance call». Y si nosotros nos hemos convertido en lobos para nosotros mismos, quizás solo la naturaleza carente de consciencia nos podría salvar. De ahí el «conjuro contra la desmemoria colectiva».

Por último, he de confesar que, mientras preparaba esta reseña, tanto en mi mente como en mi escritura, se me traspapelaba la palabra «rotos» por la palabra «otros». Ambas palabras tienen las mismas letras, pero distribuidas de forma diferente. En la primera y en la tercera parte del libro se hace referencia a los «otros», los nómadas; en la segunda, se alude a esos mismos otros, pero en la forma de «rotos». Una pista de lo dicho se encuentra en la frase de Francisca Aguirre que aparece al comienzo de la tercera parte: «Esos que llamas otros son tu historia / divídete a ti misma y perderás». Por este motivo fue que me permití la licencia de dejar intacto el «error» que cometí el dar el título a este ensayo. ¿Se habrá dado cuenta el lector?

En suma, este juego de letras, sonidos, significados e imágenes condensa y manifiesta la gran elasticidad y consistencia del poemario. En otras palabras, al mismo tiempo que podemos percibir un hilo conductor entre los poemas, hechos para ser leídos y (re) leídos, nos encontramos con que son una puerta abierta a una multiplicidad de experiencias del mundo del arte y de la literatura.