En esta campaña electoral, una vez más, las iglesias despliegan una ofensiva para exigir a candidatos y candidatas al Congreso que firmen la plataforma anti-derechos que promueven esas iglesias. A cambio prometen votos. Esto representa un serio problema para la democracia. Veamos.

Las religiones se basan en dogmas que consideran únicos axiomas válidos. Por eso, en la historia de la humanidad, las religiones han sido y siguen siendo fuentes de guerras, de conflictos y de distintas formas de opresión. Recuerden, por ejemplo, la inquisición española, la exterminación de los indígenas, los conflictos israelitas-palestinos, la violencia contemporánea del fundamentalismo musulmán, entre otros.

Para avanzar en la concesión de derechos, las sociedades democráticas han requerido que las religiones moderen su fundamentalismo, para así asegurar la convivencia y la inclusión de diversos grupos de creyentes y no creyentes. Esa lucha no ha sido fácil, y los avances siempre se ven amenazados como ocurre actualmente en la República Dominicana.

Muchos dirigentes religiosos argumentan que su deber es promover valores. ¡Es cierto! Excepto que el lugar para promoverlos son las iglesias, no el Gobierno, ni los partidos políticos, ni los candidatos.

La democracia ha logrado que distintas religiones coexistan en relativa paz. ¡Qué bueno! Las religiones presionan las democracias para que restrinjan derechos. ¡Qué malo!

La razón es sencilla: el dogmatismo religioso es eminentemente antidemocrático porque no permite la coexistencia pacífica de distintas posiciones; mientras que, en una sociedad democrática, el Estado debe garantizar derechos a toda la sociedad, independientemente de la orientación religiosa de cada persona.

Las iglesias dominicanas, instigadas por las iglesias de otros países desde donde proviene parte de su agenda y financiamiento, han asumido como causa que en la República Dominicana no se aprueben las tres causales del aborto.

Esas tres causales consisten en permitir legalmente la interrupción del embarazo cuando peligra la salud de la madre, en caso de violación o incesto, y cuando el feto tiene una malformación incompatible con la vida.

Aprobar estas causales, que existen en casi todos los países del mundo, no significa obligar a nadie a hacerse un aborto, sino que las mujeres puedan tener la opción legal de hacerlo si se ven ante una de esas tres circunstancias.

Por el contrario, la prohibición total del aborto obliga a toda mujer a continuar con un embarazo no importa la situación, aún si va a morir o si ha sido violada.

Las religiones son instituciones sociales dirigidas fundamentalmente por hombres donde se congregan muchas mujeres. Este es claramente el caso en todas las denominaciones de iglesias que derivan del cristianismo.

Para los dirigentes religiosos y los dirigentes políticos (la mayoría hombres), es fácil hacer transacciones en contra de los derechos de las mujeres a la vida y la salud. Su objetivo es similar: mantener la subordinación de las mujeres para seguir manteniendo el poder e imponer.

El peso de la cultura patriarcal, y la socavada posibilidad de las mujeres para liberarse, facilita que muchas mujeres se acomoden a ser sujetos sumisos de subordinación. De hecho, hasta hace poco tiempo, el único lugar al que las mujeres podían asistir a socializar, fuera del ámbito familiar, eran las iglesias. Los demás espacios públicos eran vedados, a menos que tuvieran que trabajar fuera del hogar.

La democracia ha logrado que distintas religiones coexistan en relativa paz. ¡Qué bueno! Las religiones presionan las democracias para que restrinjan derechos. ¡Qué malo! Los seres humanos necesitan una dimensión espiritual, y ofrecerla debe ser el rol fundamental de las religiones, no la negación de derechos.

Muchos dirigentes religiosos hacen un mal uso de Dios cuando lo presentan como un verdugo insensible a las necesidades humanas. A eso lleva el fundamentalismo.

 

Artículo publicado en el periódico HOY