El espectáculo del diputado Juan Hubieres frente a los periodistas que le cuestionaban la acción irresponsable de un grupo de choferes del transporte público que paralizó un tramo de la avenida 27 de Febrero, ha sido uno de los más bochornosos y repulsivos soportado por los comunicadores dominicanos en tiempos recientes.
¿Cómo es posible que un individuo elegido para representar los mejores intereses del pueblo en la augusta casa de las leyes, pretenda convertirse en víctima y evada su responsabilidad en un sistema democrático, donde se supone haya consecuencias, frente a cuestionamientos de un hecho que afectó a cientos de ciudadanos, con un exabrupto de mal gusto y fuera del tono de la honorabilidad que lo protege a él y a sus colegas?
El hecho parece reflejar el grado de salvajismo típico de una sociedad que presume de civilizada, convertida por políticos tenebrosos y perversos en una jungla donde no es válido el estado de derecho, sino la ley del más fuerte. Además, el disgusto innecesario, la barba gris y la mirada amenazante traen a la memoria gastados esquemas políticos totalitarios no muy lejos de la isla de La Española, donde la prensa es un vil instrumento del partido político de turno.
Se sabe que para algunos funcionarios públicos existen preguntas incómodas y periodistas insoportables, algunos de los cuales no dependen de las pautas de un consorcio político y económico que secuestre su criterio y discernimiento para buscar y difundir la verdad de los hechos.
La táctica evasiva de un funcionario público que apela al insulto, al improperio y a lanzar lodo a los comunicadores por estar “comprados o por distorsionar o desinformar” los hechos, sin aportar una mínima prueba fehaciente de lo señalado, desdice bastante de hasta qué punto gran parte de la prensa nacional ha perdido el respeto que en otros tiempos no menos tenebrosos solía tener, por parte de un grupo de mafiosos con ropaje de políticos.
Si el diputado Hubieres guarda alguna inquina contra un medio o un comunicador, lo más sensato es que apele a los canales idóneos que suelen utilizar personas sensatas. O a su derecho de réplica garantizado en la Constitución, que asumimos él debe conocer.
Es probable que la intempestiva reacción del “diputado” haya creado algún resquemor entre muchos comunicadores que no están en la mejor disposición de someterse al atropello verbal y a ofensa de funcionarios y políticos amargados porque la realidad de los hechos no se acomoda a su voluntad antojadiza. O tal vez porque muchos de ellos están divorciados de la ética y no se han enterado…