Los dominicanos no necesitamos una bola de cristal para leer el futuro, tenemos dos caminos para hacerlo: uno es mirar el pasado de nuestra historia Republicana y otro es mirarnos en el espejo de Argentina.

Desde la lucha por la separación de Haití en 1844, primaron los intereses de los anexionistas y la Iglesia Católica contra las ideas de una República soberana que Juan Pablo Duarte defendió hasta su muerte en el exilio.   Los políticos dominicanos casi sin excepción han sido verdaderos traidores a la patria.  Han estado renegociando la anexión al país desde la Independencia de 1844 a potencias extranjeras, hasta lograrlo con el apoyo de la Iglesia Católica a tiranos como Pedro Santa y Buenaventura Báez con la anexión a España el 18 de marzo de 1861, a apenas 17 años de la separación de Haití.

El privilegio concedido a los españoles levantó la indignación en el territorio dominicano.  Fue el trinitario Francisco del Rosario Sánchez, dirigente del movimiento Regeneración formado en el territorio nacional con la solidaridad de Chile, Perú y Haití, quién inició la lucha armada en contra de la Anexión.   Invadieron desde el territorio haitiano pero las tropas dirigidas por Sánchez lograron el apoyo masivo solamente en el Cercado. Sánchez fue enjuiciado y fusilado junto a sus compañeros por las tropas de Santana leales a la anexión.

En 1865, la Guerra de la Restauración (1863-1865) finalizó la ocupación Española, pero no finalizó los intentos de los políticos de la Segunda República por arrendar el país a gobiernos o compañías extranjeras. Ya en 1867 se negociaba para arrendar o vender la Bahía de Samaná, y Buenaventura Báez la arrendó a una compañía norteamericana presidida por Joseph Fabbens, ante la negativa del Senado Estadounidense y la voz de exiliados dominicanos.  Así nació la Samaná Bay Company, que podía actuar como gobierno autónomo.  Su sucesor Ignacio María González logró rescindir el contrato aprovechando un retraso de la compañía en el pago de la deuda.  Pero en 1890, el gobierno de Ulises Heureaux volvería a la carga, proponiendo de nuevo el arrendamiento de la península de Samaná.

Ulises Heureaux contrajo a nombre del país varios empréstitos al financiero Edward Hartmond y obtuvo otro préstamo con la compañía inglesa Westendorp, al 6% anual por un período de 50 años.   Aunque el gobierno solo recibió una parte del pago, Hartmond autorizó a un banco inglés a emitir bonos sobre la deuda por una valor superior al monto consignado en el contrato y mantenía agentes en el país que retenían hasta el 30% de los ingresos fiscales.  Las maniobras del gobierno para no pagar la deuda y la venta de la compañía a capitalistas norteamericanos, terminaron a inicios del siglo XX con el control de las Aduanas Dominicanas por la compañía Estadounidense Santo Domingo Improvement Company; nuevos préstamos para el Estado Dominicano; y nuevas deudas con los tenedores de bonos vendidos por la susodicha compañía en Inglaterra, Francia, Bélgica, Italia y Alemania.

El cobro de la deuda terminó con la Marina Estadounidense ocupando el país por ocho años (1916-1924) con la justificación de proteger sus intereses; ocupación que no finalizó sin antes despojar al campesinado del Este de sus tierras para el negocio de las plantaciones azucareras, y el cambio del sistema de tenencia y usufructo de la tierra que les permitiría a las compañías azucareras enriquecerse y ampliar sus inversiones hasta el presente.

Los “gavilleros” que hoy hubiesen sido denominados “terroristas”,  defendieron sus tierras, pero perdieron la guerra contra las fuerzas de ocupación extranjeras, que dejaron organizado las fuerzas militares  que al mando de Rafael Leónidas Trujillo gobernaría por 31 años el país con un terrorismo de Estado. Pudo lograrlo por el poder de convencimiento de la Iglesia como controladora del paraíso y los infiernos del más allá, mientras comparte los tesoros terrenales con gobernantes corruptos del más acá.  Por eso necesita adoctrinar en las escuelas, para seguir con la cadena de benefactores desde el Estado.

El pueblo dominicano nunca ha conocido su historia, y por eso la repite en un círculo vicioso que el PLD se prepara a continuar ad infinitum. El mismo Instituto Duartiano manipula la figura de Juan pablo Duarte, empeñado en que no se conozca la participación de la Iglesia Católica que espiritualmente aniquiló al fundador de la dominicanidad, y puso a la población en su contra apoyando a Pedro Santana y la anexión extranjera. Y continúan ultrajándolo después de muerto, mintiendo y creándole una imagen histórica de devoto ratón de sacristía.  Por eso no salimos del círculo vicioso que constantemente lleva candidatos políticos que buscan servirse del dinero y el poder a costa del despojo de la población y la entrega del país a intereses extranjeros. El muro contra la corrupción y el secretismo debemos construirlo alrededor del Palacio y el Congreso Nacional, sacándolos de sus cargos, enjuiciándolos y llevando los ladrones y corruptores a las cárceles.

Callarle la boca a la Iglesia es ahora más costoso debido al incremento poblacional y a las continuas demandas de las diócesis por bienes inmobiliarios y mantenimiento de su proselitismo religioso a través de las dádivas que se originan en las arcas del Estado. Estas “caridades” son otro gasto inútil insostenible que aumentan la deuda pública, la quiebra del país y la pobreza, con las mismas consecuencias que hoy enfrenta Argentina.

El futuro de Argentina es el futuro de República Dominicana, incapaz de pagar sus deudas por gastar más de lo que ingresa, y malgastar el dinero público.  La lucha de Argentina por renegociar la deuda no es diferente a la que se aproxima en Dominicana.  Los contratos la obligan a hacerlo en las cortes estadounidenses, quienes admiten la quiebra de municipios y ciudades si están dentro de uno de los 51 Estados que lo conforman.  No así cuando los estados quebrados están fuera de sus fronteras. No existen leyes de bancarrota internacionales. Después de un largo litigio en cortes estadounidenses, la Suprema Corte de los Estados Unidos dejó intacta la sentencia de la Corte de New York contra el Estado Argentino.

Esto significa que Argentina debe priorizar el pago de los “hedge funds” (fondos de cobertura) cuando “estructuró” su deuda.  Y que ningún otro banco en New York le facilitará préstamos sobre sus bonos.  Política que seguirán otras instituciones internacionales y bancos extranjeros, que no tendrán garantías de ser reembolsados. También significa que Argentina sabía que cuando vendió bonos, renunciaba a la inmunidad de su soberanía.  Estudiemos el caso Argentino, y no permitamos que agentes internacionales y nacionales bendigan elecciones que son fraudulentas por utilizar las instituciones estatales y el dinero público para financiar sus campañas.  No son ellos quienes socorrerán al país cuando los políticos lo lleven a la quiebra.  Será el pueblo dominicano junto a todos los haitianos que ponen sus esperanzas en cruzar la frontera los que pagarán el préstamo que otros disfrutaron.