Un espectro es una “figura irreal, imaginaria o fantástica, que alguien cree ver; especialmente imagen de una persona fallecida que se parece a alguien” (Diccionario electrónico de Google). Partiendo de esta definición, opino que la lectura es un espectro institucional, puesto que la misma sólo aparece en el discurso oral y escrito de los funcionarios y profesores del sector educativo dominicano, pero no en la praxis diaria de todos los sectores que conforman el sistema. No obstante, resulta injusto pretender adjudicar este fantasma sólo a los profesores y estudiantes, quiénes tienen muy poca facultad de decisión.

Para que la lectura deje de ser un espectro, el Estado debería definir las obras (libros) literarias y no literarias, que deben leer profesores y estudiantes. Tampoco bastaría con especificarlas, los libros deben estar disponibles en todas las bibliotecas y escuelas del país. Pero aún hay más: es responsabilidad del Estado –no de los directores, ni de los técnicos, ni de los profesores, mucho menos de los estudiantes– crear las salas de lectura supervisada, tanto para los profesores como para los estudiantes. La fórmula es simple: “ni una, ni dos, ni tres golondrinas extemporáneas pueden hacer verano” (Esa estación, y las demás del año, están determinadas por fuerzas físicas y químicas superiores, valga la comparación).

Las tres propuestas precedentes exigen respuesta a la pregunta: ¿En qué tiempo leerán nuestros profesores y estudiantes? ¿Quiénes serán sus supervisores? También es responsabilidad del Estado institucionalizar las horas de lectura supervisada de los directores, técnicos, profesores, estudiantes y de los mismos supervisores, a todos los niveles. Esto exigirá la creación de la figura del bibliotecólogo como un ente fundamental en la organización de las secciones de lectura por cada escuela. El gremio, igualmente, debe desempeñar su rol, apoyando todo lo que vaya en pro de convertir la lectura en un fin, más allá de un medio. Igualmente, ese gremio debe rechazar enérgicamente cualquier decisión que lacere el bienestar intelectual y físico del activo más importante del sistema: el humano.    

Se suele decir, con razón, que la lectura es transversal a todo conocimiento, pero no basta con saber esa dimensión general del concepto. La lectura, más que un medio, debe asumirse como un fin, lo que exigiría un cambio de concepto de todos los elementos que integran el sistema. Para que dicha transformación tenga lugar no basta con las estrategias que domine el docente. Si el Estado no se decide a asumir la lectura como un compromiso institucional, seguirán egresando de nuestras aulas preuniversitarias ciudadanos con muy bajo nivel de comprensión lectora y, lo que es peor, sin sensibilidad humana y social.

No fue por nada que quedamos en el penúltimo lugar en las Pruebas PISA, 2018. El examen aplicado, además, indica que los estudiantes tienen muy bajas nociones culturales y literarias. Se les pidió leer una biografía de cuatro párrafos del escritor argentino, Julio Cortázar, y el cuento “Los amigos” (de cinco párrafos) del mismo autor. Estos resultados indican que en nuestro sistema no se estila la lectura de obras literarias, científicas y eclécticas con fines de aprender cultura para enaltecer el espíritu sensitivo, artístico, humanístico y cultural de los sujetos. Nuestras pesquisas indican que en la escuela dominicana de hoy se lee solo como un medio transversal para instrumentalizar a los estudiantes, de manera que se conviertan, no en ciudadanos responsables y críticos, etc. sino en empleados con capacidad de reproducir el mismo modelo social de siempre.

Es cierto que todos somos responsables del sistema, pero quien mayor responsabilidad tiene es el Estado porque es el que maneja presupuesto. Es quien decide qué hacer y cómo hacer con el presupuesto destinado a la educación. Nos referimos al Estado histórico, desde la fundación de la RD hasta nuestros días. Por ello, que nadie señale a nuestros profesores, mucho menos a nuestros alumnos y a nuestras alumnas. Todos somos víctimas de un sistema educativo que educa poco, porque precisamente, la lectura es un espectro del sistema en nuestra RD.