No hemos llegado a la noche de nuestra vida.

Estamos apenas en la tarde. Y el camino sigue

largo pero de vez en cuando veo el lugar de reposo

que nos espera, un gesto en la cara de un elefante

quien ha sobrevivido la desaparición de todos

los caminos de su juventud cuando su familia iba

de la costa del sur hacia las junglas del norte

sin caer en las parcelas del hombre. Ahora

solo le queda el camino al lado de la autopista

y el parque industrial y las parcelas donde

los granjeros cultivan sus piñas, deliciosas

y fatales para la pobre bestia tentada por

la trampa de un granjero que la espera

con su rifle. Así el mundo terminará

con una bala en la cabeza.