Quienes estamos insertos en el proceso productivo, y quienes en diversas condiciones están fuera del mismo, vivimos tiempos difíciles, peligrosos y de incertidumbre sobre el futuro de los hijos y nietos. Sin embargo, el mayor peligro lo vivimos quienes tenemos como oficio el ejercicio de promover el debate de las ideas con estricto apego a principios y/o convicciones, apelando a la verdad para la denuncia y/o combate de lo que  creemos erróneo o política y éticamente inaceptable. Estamos sometidos a las amenazas, reclusiones y hasta represiones del poder, pero también del chantaje, exclusiones de determinados compañeros de grupo o viaje.

Cuando un gobierno, como el presente del PLD, somete la gente a vivir en  estado de incertidumbre viola un derecho humano fundamental: el derecho a vivir una vida cotidiana digna y tranquila. Cuando el poder obliga a los servidores públicos a hacer campaña o a votar por Su candidato, comete una atropello a la dignidad de ese servidor. Este o cualquier gobierno es terrorista cuando presiona al dueño de un medio de comunicación para que despida del cuerpo de comunicadores a quien considera desafecto y cuando lo obliga a ese dueño a sacar del aire un programa de un comunicador por que este dice Su verdad. Ese dueño de medio al aceptar esa presión renuncia a su dignidad.

A ese propósito, podemos o no estar de acuerdo con la vehemencia con que Marino Zapete expresa sus puntos de vistas, pero no podemos negar que siempre lo ha hecho apegado a su verdad. En varias ocasiones el poder ha intentado condenarlo por determinadas opiniones o denuncias, pero nunca lo ha podido condenar. Ese hecho constituye un indicador de la consistencia de sus opiniones y su apego a la verdad. Es absolutamente condenable que el presente gobierno sea esencialmente terrorista en lo que respecta a su política de presión a determinados dueños de medios, pero es también motivo de preocupación la soledad de Marino y de otros que como él somos insobornables.

Es peligroso el oficio de militancia por ideas, teniendo coherencia y verdad como principales armas, lo he dicho en otras ocasiones. Es un oficio en que no solamente eres condenado al ostracismo político, laboral y social por el poder de turno, sino muchas veces por tus compañeros de partido o del colectivo en que militas, no importa signo, fin o tamaño de estos. Es frecuente que tus propios compañeros te combatan con más saña y perversidad que el  poder. De nuevo, Marino se va de un medio por la prepotencia del poder y por la inconsistencia del dueño de ese medio. Se va con su Jarabe y su Verdad a cuesta en un peregrinaje que parece será eterno.

Eterno, porque también parece ser ese el destino de quienes asumimos la posición de mantener nuestros criterios y cuestionamientos sin importar jefe o signo (cierto o falso) del poder. Me preocupa su soledad y peregrinaje porque esa circunstancia no tiene como única causa el terrorismo de Estado, sino también porque pocos están dispuestos a asumir la verdad y la independencia de criterio como armas de combate contra la injusticia en cualquier espacio de militancia. Debe defenderse a Marino, nuevamente reprimido por la prepotencia de un poder corrupto y absolutista, pero es también pertinente reflexionar sobre lo peligroso que es el ejercicio del oficio de decir la verdad en combate a poderes como el actual del PLD.

De igual modo, es igualmente peligroso ese ejercicio en algunos partidos, y colectivos que se dicen combatir poderes como el arriba referido. Los insobornables, los que rechazamos el chantaje, de ajenos y propios por exponer nuestras verdad, pagamos nuestra independencia cuando recibimos los más groseros insultos y descalificaciones por exponer nuestras ideas político/ideológicas y por ser tozudos en su defenderla, sin importar la dimensión del poder del grupo, partido, jefe político o signo del país o gobierno que sea. En esa actitud Marino ha sido coherente, y defenderla significa ser coherente con la exigencia de la libertad de crítica expresada en el contenido esencial de este texto.

Mi solidaridad con Marino Zapete y con quienes viven acechados y acosados por su ejercicio de decir la verdad en este y en todo tiempo, y con quienes tienen el temple de ejercer un periodismo intransigente, combativo y responsable.