La anomia o desorden generalizado que vive la sociedad dominicana, es en esencia el reflejo de una inédita forma de poder instaurado por un partido político cuyos principales cuadros fueron educados con espíritu de grupo cerrado, una suerte de casta política que una vez en el poder, se ha constituido en una casta económica, en un proyecto de dominación sin límites en términos de tiempo, reglas, leyes o pudor. Un poder orgiástico y disoluto que se ha convertido en una peligrosa forma de vida socio/política, en una ideología.
Causa estupor la estructura del poder corrupto entronizado por el PLD en la sociedad dominicana, porque eso es diametralmente opuesto a las prédicas moralizantes que sobre el poder y sobre el papel del Estado tenía su fundador, Juan Bosch. Pero, si olvidamos los rasgos autoritarios, de arrogancia y de espíritu de secta de su pensamiento político, difícilmente podríamos comprender por qué, esencialmente, son éstos los rasgos que tipifican los principales cuadros del PLD, hoy exacerbados hasta la náusea en el ejercicio del poder.
Las personalidades o los grupos políticos que poseen los rasgos arriba referidos, cuando asumen el poder los convierten en una ideología que no solamente permea el ejercicio de la política desde una posición de control de las instituciones donde se toman las decisiones, sino que permea toda la sociedad, convirtiéndose en una concepción del ejercido de mando en todas sus esferas. El poder, en la esfera pública o privada, se ejerce como un coto esencialmente desvinculado de toda regla legal, ética o procedimental.
El juez de una Corte o Sala, es su dueño cuasi absoluto, dicta sentencia a su buen grado, la administra como su feudo y de la misma hace su fuente de enriquecimiento vendiendo sentencias; lo mismo hacen diputados y senadores que se crean sus “cofrecitos” y “barrilitos”, que el contribuyente engrosa, para beneficio exclusivo de ellos; el regidor o el alcalde montan sus negocios para ofertar y realizar servicios a los ayuntamientos y algunos llegan a proteger los bienes que se les generan, recurriendo a sicarios para asesinar a aquellos que de alguna manera atentan contra sus intereses.
Libres profesionales e intelectuales, viviendo en un mercado de escasas posibilidades de inserción laboral venden sus talentos para disfrutar de los privilegios que discrecionalmente distribuyen quienes controlan el Estado. Desde sus ministerios o puestos de mando, algunos funcionarios cobran “peajes” para otorgar licencias a posibles inversionistas nacionales o extranjeros, fortunas tradicionales sucumben ante el chantaje y/o beneficios que prodiga ese Estado, haciéndose cómplices de una forma de poder que está socavando las bases de la nación dominicana.
Es la forma de dominación de un grupo político de origen social mayoritariamente humilde, transformado desde el poder en una casta económica, rica, arrogante, autoritaria y represiva. Poseedora de una riqueza “caída del cielo”, la cual disfruta con desparpajo y desenfreno; creando la cultura del boato, del derroche y de la orgía del poder que no solamente norma la vida la generalidad de los políticos, sino la de agentes sociales, económicos, profesionales e intelectuales.
La estructura organizativa del PLD atraviesa por una significativa dificultad, pero la estructura de poder que este ha creado va más allá de su significado político/organizativo, es bastante extendida y compleja, se expresa en forma política, como social. Son muchos micro poderes, políticos, económicos y sociales con sus correspondientes estructuras clientelares, simples o complejas, que se aferran a intereses tan diversos como poderosos, los cuales defienden recurriendo a todo medio artes, incluyendo el sicariato mediático y el criminal/mafioso, ahí radica la principal expresión de su peligrosidad. A eso hay que agregar que quien está al frente del Estado ha sido su principal arquitecto.
En tal sentido, para desmontar esa estructura de poder hay recurrir a una variada formas de acciones y participación políticas, donde se privilegie las denuncias bien elaboradas y fundadas, pero combinadas con acciones concretas en todos los escenarios, sin protagonismos aislados, por lo tanto infecundos, de ninguna de las componentes del arcoíris opositor, sino calibrando en su justa medida la peligrosidad de una estructura de poder que tiene innegables posibilidades de perpetuarse. Haciendo conciencia de que una derrota política en este 2016 tendría efectos devastadores para algunos proyectos políticos de ese arcoíris. No de todos…