El cuidado integral es parte de una opción de vida, y en este contexto del mes de septiembre donde se hace énfasis en mirar el texto bíblico, tomamos la ocasión para dedicar nuestras reflexiones en este sentido. Tomaremos como referencia el texto de Mateo 6, 19-34 y el texto de Mauro Kano, en a la Agenda Latinoamericana.
Integrar elementos a nuestras conductas cotidianas para el cuidado integral
- Amarse a uno mismo/a: animarse, ejercitarse, cuidarse, en la alimentación, el descanso, la respiración, la conciencia, el respeto, la dignidad. Es la puerta para conectarse con el prójimo, con la naturaleza, con el universo, con lo divino. Es mostrar al mundo aquello que dice en el mandamiento amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo (Marco 12,28-34).
- Perfeccionarse: en el estudio, en la mirada más allá de la realidad, mas allá de lo que ella esconde; en las acciones que practica; hace siempre más, de la mejor manera posible, y no lo más cómodo o más fácil; humanizando la naturaleza, divinizando a la humanidad, haciendo el mundo mejor para todos. Es una llamada a comprender que podemos hacer cambios en la versión única que tenemos, que es esta vida.
- Liberarse: romper las propias barreras, pues muchos obstáculos que nos impiden caminar están dentro de nosotras mismos, en nuestra conciencia, nuestros bloqueos y traumas. Romper las barreras exteriores que nos aprisionan: miedo, diferentes formas de esclavitud, amenazas y sanciones. Mirar nuestro árbol genealógico para poder empezar a tomar carta en los asuntos que nos atan y que muchas veces los vemos repetidas veces en nuestra cotidianidad.
- Meditar: mirar también en la conciencia, o sea, trascender, percibir desde dentro todo lo que nos rodea, dar con su significado cierto, vivir intensamente el presente, estar presente, ser presencia en cada acción, al lado de cada persona, en la situación concreta y real. Hacer de la meditación una acción continua.
- Escuchar: dar atención al prójimo, lo que solo es posible a través del contacto con el tacto, tocar al otro. La solidaridad mayor se hace concretamente en el trabajo de base, entrando en las casas, sentándose a la mesa, compartiendo el pan. Integrando al otro como parte nuestra.
- Re-conectar: lo pequeño con lo grande y lo grande con lo pequeño, sabiendo que, lo que se hace en las pequeñas cosas, repercute en las grandes, la parte en el todo y el todo en la parte. Volver a conectar con lo que nos da la vida, lo que nos genera vitalidad en la cotidianidad, aquello que nos da sentido para seguir.
- Arreglar la casa: pequeños gestos, acciones, palabras, decisiones, cada actitud, dentro de casa, contribuye y va construyendo justicia, paz y vida en todas partes. Dedicar tiempo para revisar la casa interior, la casa física y cuidar la casa grande.
- Concretar: la coherencia entre lo que se hace y lo que se piensa, entre lo que se vive y lo que se proclama, entre lo que se desea y lo que realiza para tener el mundo que se desea ya realizado en las acciones.
- Profundizar: seguir en profundidad para poder sacar lo mejor de nuestros esfuerzos y de lo que queremos hacer en nuestras vidas. Ya basta de superficialidad, ir mar adentro.
- Seguir: pues, es en el seguimiento donde trazamos nuestra espiritualidad: en la acogida, la sonrisa, el cuidado, el gesto de amor, la palabra acertada y cariñosa, la oración, el descanso, el encuentro con el otro y la otra, y en la búsqueda desde la mejor parte que nos habita.
Iluminamos lo dicho desde el texto de Mateo 6, 19-34, todo está hecho para nosotros, y si las aves tienen madriguera y su alimento diariamente, los lirios tienen sus vestidos de colores diversos, por qué tenemos que preocuparnos los humanos por el cada día si él lo tiene todo listo para nosotros? De modo, que, hacer lo que nos ayuda a ser mejores seres humanos, es una tarea vital. En ese sentido, unimos los diez puntos citados anteriormente y empezar en el camino a dar nuestros mejores pasos.