El tiempo navideño es propicio para encontrar la familia, los amigos y amigas, tanto a quienes no encontramos con frecuencia como quienes vinieron del exterior; es tiempo para conversar, contar experiencias, para dar abrazos y reconciliar afectividades. Es tiempo propicio para soñar con otro mundo posible, con la gestación de nuevas relaciones entre los seres humanos y de éstos y éstas con todos los seres vivos del planeta Tierra.

En nuestro artículo pasado hacíamos un diagnóstico de la gravedad del problema de relaciones y de convivencia entre los seres vivos que viven en el Planeta Tierra y sobre todo las consecuencias de una actuación irresponsable del ser humano con relación a la tierra y a los demás seres vivos. Ahora nos  dedicaremos a ver algunas de las causas o raíces del grave problema ambiental a nivel nacional e internacional. Nos ayudaremos para el análisis de los aportes de la Carta sobre el Cuidado de la Casa Común (2015), del Papa Francisco. Naturalmente si intentamos buscar las raíces de la grave problemática ambiental y de relaciones en el planeta es con la finalidad de buscar líneas de acción y estrategias, proyectos y acciones concretas que con tribuyan con el cuidado de la Casa Común.

La Carta sobre el Cuidado de la Casa Común, se refiere a “la raíz humana de la crisis ecológica”. Entre los elementos que presenta están: el mal uso de la tecnología al servicio de los intereses de grupos económicos y poderosos, la globalización del paradigma tecnocrático, el antropocentrismo moderno y la falta de valoración del trabajo humano. Tal como se afirma en esta carta: “No nos servirá describir los síntomas, si no reconocemos la raíz humana de la crisis ecológica. Hay un modo de entender la vida y la acción humana que se ha desviado y que contradice la realidad hasta dañarla. ¿Por qué no podemos detenernos a pensarlo?”.

La humanidad ha ingresado en una era en la que el poderío tecnológico nos pone en una gran encrucijada. Usarlo al servicio de mejorar  la calidad de vida de las mayorías o al servicio de los proyectos e intereses de grupos económicos y partidarios minoritarios. La energía nuclear, la biotecnología, la informática y otras capacidades dan un tremendo poder a quienes tienen el conocimiento y el poder económico para utilizarlas, un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y el mundo entero. Basta recordar las bombas atómicas lanzadas en pleno siglo XX, así como el gran despliegue tecnológico utilizado por el nazismo, el fascismo, el capitalismo, el comunismo y otros regímenes que tienen en la construcción y venta de armas, así como en la promoción de violencia interna y de conflictos bélicos fuera de su territorio, una de sus principales fuentes económicas.

Hoy se ha globalizado el paradigma tecnológico; el mismo se ha vuelto tan dominante que es muy difícil prescindir de sus recursos, y más difícil todavía es utilizarlos sin ser dominados por su lógica. En el mundo se desarrolla una tendencia a constituir la metodología y los objetivos de la tecnociencia en un paradigma de comprensión que condiciona la vida de las personas y el fundamento de la sociedad.

El paradigma tecnocrático tiende también a ejercer su dominio sobre la economía y el ejercicio del poder político. La macro-economía asume todo desarrollo tecnológico en función del rédito, sin prestar atención a eventuales consecuencias negativas para el ser humano. La macro-economía ahoga a la micro-economía, de los sectores de clase media y sobre todo de los sectores más empobrecidos. En algunos círculos se sostiene que la economía actual y la tecnología resolverán todos los problemas ambientales, del mismo modo que se afirma que los problemas del hambre y la miseria en el mundo simplemente se resolverán con el crecimiento del mercado.

El antropocentrismo moderno, ha terminado colocando la razón técnica sobre la realidad cotidiana, sin reconocer el valor en sí mismo de los demás seres vivos que habitan el planeta. Si el ser humano se declara autónomo de los demás seres vivos y de la naturaleza se constituye en dominador absoluto, la misma base de su existencia se desmorona.  No habrá una nueva relación con la naturaleza sin un nuevo ser humano. No hay nueva visión ecológica sin una adecuada antropología.

La crítica al antropocentrismo desviado tampoco debería colocar en un segundo plano el valor de las relaciones entre las personas. Si la crisis ecológica es una manifestación externa de la crisis ética, cultural y espiritual de la modernidad, no podemos pretender sanar nuestra relación con la naturaleza y el ambiente sin sanar todas las relaciones básicas del ser humano. De hecho la apertura a un “tú” capaz de conocer, amar y dialogar sigue siendo el gran reto de cada persona humana, de las familias y las comunidades.

En cualquier planteo sobre una ecología integral, es indispensable incorporar el valor del trabajo humano. El relato bíblico del libro del Génesis señala que la divinidad colocó al ser humano en el jardín del Edén para que lo cultivase y lo cuidase (Gen 2,15). No debe buscarse que el progreso tecnológico reemplace cada vez más el trabajo humano, con lo cual la humanidad se dañaría a sí misma. De hecho la orientación de la economía capitalista ha propiciado un tipo de avance tecnológico para reducir costos de producción en razón de la disminución de los puestos de trabajo, que se reemplazan por máquinas.  El gran objetivo de la actividad económica debería ser permitir una vida digna para todas las personas trabajadoras y no para acumular bienes en pocas manos.

En definitiva no basta solo con analizar los problemas ambientales describiéndolos y buscando sus raíces y causas, es necesario buscar la manera de aportar a su solución, como un compromiso ético y responsable indelegable. Sobre esta temática reflexionaremos en la próxima entrega.