Aproximadamente, un tercio de la población del planeta se encuentra en aislamiento social y en cuarentena como medida para prevenir el contagio del COVID-19 y evitar  muertes. Esto ha provocado un cambio rotundo en nuestras vidas, en las actividades laborales, comerciales, recreativas y sociales, todas suspendidas como medida de prevención y control de la pandemia que nos azota.

Debido al COVID-19, nuestro país está padeciendo una gran crisis sanitaria, económica y social. Casi dos millones de dominicanos  han perdido o perderán su puesto de trabajo como consecuencia de la contracción económica y la recesión que habrá de venir después. Muchos se encuentran en condición de aislamiento y sin tener acceso a los productos básicos, al agua y a  los servicios de salud.

Después de unos tres meses de inactividad económica, y del obligado cierre de las empresas, comercios y negocios con graves consecuencias para la ciudadanía,  nuestro país tiene por delante el gran desafío de tomar las medidas para activar la economía nacional y la reapertura gradual de las empresas, negocios y organizaciones.

Llegó el momento  de  reanudar las actividades productivas para recuperar el tiempo y el dinero perdidos por el COVID-19 y lograr un ritmo operativo que garantice su productividad y competitividad para beneficio de la economía nacional, de los accionistas, de los trabajadores y sus familias, de los usuarios de los productos y servicios y de la comunidad. 

En este sentido, Pedro Brache,  Presidente del Consejo Nacional de la Empresa Privada, CONEP,  declaró recientemente que: “Ante la desesperación de quienes defienden una apertura gradual del comercio, tiene que imponerse la sensatez. Si el país no está todavía en condiciones de levantar las restricciones sanitarias, lo mejor es esperar el momento adecuado. Con las medidas que se han adoptado no puede hablarse de una batalla entre el hambre y la salud”. (El Nacional. 08.05.2020, p. 2).

También se han sumado a esta petición de  apertura gradual la Asociación de Industrias de la República Dominicana, AIRD, el Consejo Nacional de Promoción y Apoyo a la Micro, Pequeña y Mediana Empresa, PROMIPYME, la Asociación de Detallistas e Importadores de Repuestas y Vehículos de Motor, ANADERAVEM,  y otras muchas organizaciones empresariales y comerciales. 

¡Pero no se trata simplemente de “abrir” las empresas, los comercios y otras organizaciones porque sí! De lo que realmente se  trata es de  “reanudar exitosamente las actividades productivas para recuperar el tiempo y los recursos perdidos por el COVID-19, y lograr un ritmo operativo que garantice su productividad y competitividad para beneficio de la economía nacional, de los accionistas, de los trabajadores y sus familias, de los usuarios de los productos y servicios y de la comunidad en general”. 

Debido  al COVID-19, y a la posibilidad latente de riesgo de contagio,  el día a día de las empresas y organizaciones va a estar seriamente condicionado por sobresaltos, conflictos y contratiempos que, de una manera u otra, los ejecutivos, gerentes, supervisores y empleados “deben hacerle frente adecuadamente”. Por este motivo, los ejecutivos, gerentes, mandos medios y empleados deben “capacitarse y entrenarse” para asumir esta nueva función. ¡No hay espacio para la improvisación!

Sin esta “previsión”, la apertura gradual de las empresas puede resultar “fallida”, traumatizante y generar pérdidas de tiempo, de negocios y de dinero. Por tanto,  para que la reapertura no resulte traumática y genere caos y frustraciones debe ser antecedida de una  rigurosa planificación logística realizada por un “Comité de Crisis” de la empresa, que contemple una real “reingeniería” de los recursos instalados, financieros y tecnológicos y, principalmente, de las condiciones especiales de los recursos humanos que, entre otras cosas,  deberán trabajar a una distancia determinada y aplicar rigurosas  medidas de higiene en los  baños, el comedor, las oficinas,  servicio al cliente, la cadena de producción, el almacén y el transporte empresarial.

En las grandes crisis como el COVID-19,  quienes primero sufren sus efectos son las personas, y desafortunadamente son las últimas quienes se recuperan. Es claro, entonces,  que es necesario darle por lo menos la misma prioridad de atención a la gente que a los demás recursos de la empresa, como se está haciendo para evitar la caída de las empresas financieras o manufactureras.

¡Dolorosamente, debido al COVID-19, un alto número de empleados y trabajadores  regresarán  a su trabajo preocupados, desesperanzados y traumatizados! Muchos padecerán de estrés postraumático, anorexia, insomnio, dolores de cabeza, ansiedad, depresión, falta de concentración, fobias, problemas para comunicarse y relacionarse con los demás y dificultad para someterse a horarios rigurosos y acatar y cumplir  órdenes y normas laborales y disciplinarias.

Pero, sobre todo, con un gran  miedo al contagio del coronavirus.  Otros, regresarán con el luto, el tormento y  la pena por la muerte de familiares y amigos, sin haber podido asistir a su sepultura. Definitivamente, en este estado emocional alterado, unos y otros, no podrán realizar un trabajo bien hecho y de calidad y podían estar expuestos a riesgos y accidentes laborales. ¡Sería injusto dejarlos solos y abandonados a su propia suerte!

Para acompañarlos, ayudarlos y protegerlos hay que recurrir al concepto y a la estrategia de  la “resiliencia empresarial”, que se refiere a la capacidad de superar y adaptarse a situaciones adversas, críticas y difíciles. La Asociación Americana de Psicología, APA, la define, a su vez, como “el proceso de adaptarse bien una  adversidad, trauma, tragedia, crisis, amenaza, o fuentes de tensión significativas, tales como problemas laborales, ocupacionales, personales o serios de salud o situaciones estresantes del trabajo o financieras”. Para paliar los efectos del COVID-19 en las familias de los empleados, el “Plan de Resiliencia Empresarial” también debe incluirlas. 

Por tanto, en medio de la incertidumbre y el desasosiego  generados por  de COVID-19, las empresas grandes y pequeñas, necesariamente,  deberán convertirse en “organizaciones resilientes”. Según Dean Robb, autor de “Building Resilient Organizations”, las organizaciones resilientes “se caracterizan por la capacidad de crear, disolver y recomponer estructuras, proporcionar seguridad en medio de las crisis y cambios y gestionar las consecuencias emocionales de los mismos,  desarrollando la capacidad de aprender, de desarrollarse y de crecer a pesar de  las dificultades”.

Para enfrentar la incertidumbre y la necesidad de orientación generados  por  la pandemia del COVID-19, las empresas también deberán elaborar y adoptar “protocolos y guías” para la seguridad física y emocional de los ejecutivos, trabajadores, clientes y suplidores. En este sentido, resulta de un valor extraordinario el “Protocolo para el reintegro laboral”, elaborado recientemente por la Asociación de Comerciantes de Industriales de Santiago, ACIS, conjuntamente con otras instituciones empresariales. Una versión digital del mismo se puede conseguir en la web.

Resulta también altamente  importante, tal como recomienda el arzobispo de la Arquidiócesis de Santiago, Monseñor Freddy Antonio de Jesús Breton, por intermedio del editorial del Semanario Camino, “el que la reapertura  de las empresas y negocios se haga con la debida prudencia pensando siempre en la salud de la población”.

Con el mismo rigor e importancia, hay que reconocer que la reapertura de las empresas requerirá, necesariamente, de un vigoroso “Programa de Resiliencia Empresarial”, dirigido a los ejecutivos, gerentes, mandos medios y a los empleados y sus familias, para superar las angustias y tormentos en la vida y en el trabajo producidos por el COVID-19. ¡Esto comenzará a considerarse un “nuevo derecho laboral” de los empleados y sus familias!

Ahora que estamos grandemente impactados y preocupados por el  COVID-19, el poeta John Donne apela a  nuestra solidaridad y a nuestra compasión para decirnos con su poema que “ninguna persona es una isla; que la muerte de cualquier ser humano nos duele, porque nos encontramos unidos a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas, doblan por ti”.

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*El autor es psicólogo, filósofo y profesor universitario. Consultor Empresarial. Con expertise en Resiliencia Empresarial. Negociación y Mediación & Manejo de Crisis Organizacionales.