No en pocas ocasiones quienes dirigen nuestra Junta Central Electoral (JCE) fueron advertidos sobre el grave peligro que constituía la implementación del sistema automatizado de votos. Advertencias formuladas mucho antes que se embarcaran en el asunto. Desoyeron las voces, no pocas, que emitieron juicios sobre el tema.

Cuando, finalmente, estaba a punto de implementarse, ya con los equipos en el país, volvieron a advertirle a la JCE los problemas que podrían generarse, muchos de los cuales ya habían ocurrido en otros países. No obstante, la JCE siguió adelante con el asunto sin tomar las medidas y consultas técnicas de rigor para tratar de blindar el sistema.

Cuando dicho sistema se puso a prueba (elecciones de las primarias de los partidos políticos), fueron demasiado obvias las dificultades del sistema. Tanto, que se generó una tremenda crisis política. A la JCE le demostraron la vulnerabilidad de su sistema digital y hasta le recomendaron qué hacer y donde acudir para evitar y corregir los evidentes males: “Aquí no hay problema con el algoritmo, ni con el método del ritmo”; dijo en tono payasesco el presidente de la Junta.

Durante los últimos meses los partidos de la oposición han estado señalando, otra vez, las fallas del sistema ese; sin embargo, la JCE proclamó que eran temores infundados porque todo estaba muy bien.

A este escritor y artistas llamó mucho la atención que sólo los dirigentes del partido en el gobierno defendían el nuevo sistema y la sapiencia de la JCE.

Precisamente, era el Partido de la Liberación Dominicana el acusado de propiciar el sistema y adulterarlo.

Finalmente llegaron las elecciones municipales, horas después del presidente de la JCE proclamar que todo estaba montado y que las elecciones serían un gran éxito.

Resultado: tremendo chasco. Tanto, que las muuuuuy costosas elecciones fueron canceladas.

Como una nota alarmante acoto que unos técnicos de la JCE intentaron entrar, en la madrugada del día electoral, a la cede de JCE para, supuestamente, corregir aspectos técnicos. Esto resultaba extraño cuando horas antes se proclamó a todo pulmón la maravilla de los equipos a muy alto costo adquiridos.

Dichos técnicos no podían entrar a la JCE sin la presencia de los delegados técnicos de los partidos; pero lo intentaron. El flamante presidente de la Junta comentó, luego, que no advertir a los partidos de esa acción se trató de un simple error.

¿Un error en algo tan complejo y peligroso? Me permito dudarlo, igual que usted… y los demás también.

Bueno, ya la crisis está planteada. Pero, como veo el panorama, la crisis es mucho mayor de lo que estamos inmediatamente pensando. La verdadera crisis es de confianza. No pocos dominicanos dejarán de confiar en nuestro sistema electoral.

No tengo ninguna duda de que el partido gobernante será gravemente herido por esta crisis. El pueblo ha estado observando y sabe que, probablemente, desde los linderos morados se hacen ingentes y dolosos esfuerzos para mantenerse, a toda costa y por cualquier medio, en el poder.

La pregunta obligada es: ¿cuántas trapisondas harán para que un cambio que es solicitado a grito por una gran mayoría de dominicanos no ocurra?

Hoy hay mucho pesimismo en nuestro pueblo. Las dentelladas y zarpazos de los tigres, no africanos, sino criollos, meten hasta miedo.

Hoy, hasta que se averigüe lo contrario, nuestro sistema electoral… ha colapsado.

¿Telón?