La vida continúa. Así es. Por eso nombraron a un nuevo ministro de Obras Públicas, por la queja de que un precandidato seguía cobrando sueldo por el puesto público que no estaba ejerciendo. Y así es todo.

Caminas por la calle y debes emprender carrera frente a la calma del transeúnte que anda como que va a ninguna parte o cuándo llegar no importa. No importa porque siempre se llegará al mismo sitio: al lugar donde la vecina te pasará la media libra de azúcar que te hace falta para endulzar el café del mediodía.

Y así seguimos, abrumados por la precampaña electoral y lo que ocurrirá en la repartiña con los grupos de oposición política. Horrorizados porque se desestabilice el período de crecimiento económico ordenado y constante, porque se termine la bonanza del empleíto o la tarjeta, o porque continúe la dictadura de la corrupción y la impunidad, que encuentre o no un bajadero el desorden institucional del sistema judicial que se cobra cada día miles de víctimas en la muerte física o social, en el hecho de no hallar nunca justicia a sus demandas ni respeto a las violaciones de sus derechos.

Así es. La violación de los derechos. Comenzando por el hecho de no considerar el ocultamiento del cadáver como complicidad en el homicidio, jugar con la falsificación de documentos en la apropiación y comercialización de propiedad privada, violación del espacio público y la selectividad en su cumplimiento. Es una sociedad que camina manga por hombro, a la BRIGANDINA, sin tomar el toro por los cuernos y remedar la poca estructura social que nos queda.

Seguimos caminando en círculo, como cuando nos trajeron amarrados de cadenas y troncos al cuello, donde la movilidad era sólo a un lugar, el de nunca llegar hacia adelante, a ninguna parte. Porque todo es repartirse, si alcanza, el poco de azúcar de la vecina para endulzar el café del mediodía.