La campaña política dio inicio oficial en la República Dominicana. Y con ella, las dirigencias político partidistas sueltan los demonios de la razón y de la sinrazón. El sedimento de demandas sociales acumulado por el rio de la sociedad económica, política y social se revuelve como un espejo que refleja su rostro difuso y confuso en ambas direcciones, presente y futuro, del espectro nacional y que marca un antes y un después a partir de los comicios del próximo 16 de mayo de 2016.

Durante ese período de zafra y batalla por la joya de la corona, el poder, desde de los fondos turbios de las intenciones particulares surgen a la superficie algunos datos, referencias, denuncias, cifras, proposiciones y un sinfín de “soluciones” a desafíos perennes que reclaman sectores de todos los niveles sociales y profesionales, los cuales parecen retumbar como un eco sin respuestas cada cuatro años, mientras el pueblo dominicano acude “como chivo con ley” a depositar sus votos de esperanza en las urnas redentoras.

Y es que por tradición, los dominicanos apoyan el cambio “cuando les conviene.” Esa actitud recelosa y egoísta se fundamente por raíces históricas que han alimentado durante años la cultura del autoritarismo y la subordinación, el individualismo y la dependencia, el oportunismo y la temeridad, el “dame lo mío, y después hablamos”, “los acuerdos de aposento”, los “pactos de corbatas o de caballeros”, y el interés particular sobre el interés general, todos lesivos a la democracia y al estado de derecho genuino.

En esta nueva cita con la historia del presente y el futuro de la República Dominicana sería necesario plantear una reingeniería social y política que permita continuar con los avances en materia de desarrollo humano, valorización de la vida, el fomento de las buenas costumbres y el respeto a las reglas del juego

Cada vez que se materializa un “bandereo” político por calles, avenidas y campos de la nación, la estampa llama a la reflexión. Una multitud suplicante detrás de un mesías. Rogando por un favor, por un milagro que multiplique los panes, por más empleos dignos y derechos humanos, por medicamentos de calidad, baja inflación, autoridades confiables, menos corrupción, instituciones creíbles, respeto a la vida y garantías de seguridad; donde la realidad de la paz y el progreso superen con creces a la delincuencia y sus efectos colaterales.

Esas caravanas de proselitismo político, ahora más que nunca matizadas con el tinte del transfuguismo crónico y convulso, sintetizan el resultado de la sociedad a la que todos hemos contribuido, en mayor o menor medida, con interés o con la indiferencia. La polarización, la fragmentación, la división social cancerosa y la deshumanización frente a la necesidad y al dolor ajeno suelen ser la señal y el resultado inequívoco de un alma nacional enferma.

En esta nueva cita con la historia del presente y el futuro de la República Dominicana sería necesario plantear una reingeniería social y política que permita continuar con los avances en materia de desarrollo humano, valorización de la vida, el fomento de las buenas costumbres y el respeto a las reglas del juego. Que coloque a la nación en un rumbo estable y confiable. Donde la esperanza real cobije no sólo a un grupo o élite. Donde el progreso material y educativo alcance a los desposeídos de la fortuna, y la yola y la emigración no seanlas opciones finales.

El país reclama a gritos arrancarle el rabo a los chivos de la política folklórica. Donde la soberanía y la seguridad nacional sean defendidas y se frene la injerencia de “procónsules” extranjeros. Una caravana donde el pueblo dominicano sea el verdadero soberano y protagonista de su presente y de su futuro. Genuino autor de su historia. Un primer paso decisivo es el voto consciente. La oportunidad está en las urnas, donde termina y comienza el verdadero “bandereo” nacional.