Uno de los elementos más salientes de la presente coyuntura política dominicana es la incertidumbre que, con sus gradaciones, parece haberse  aposentado en todas las colectividades políticas del país. El PLD vive el  momento más tenso e incierto de la crisis en que ha estado inmerso en los últimos años, y tal parece que caería en otro trance de incertidumbre cualquiera que sea su desenlace de ese momento de crisis. Esa circunstancia,  determina en el espectro opositor un sensación de esperanza/alivio de que finalmente se está ante el final de los gobiernos del referido partido. Pero, esa sensación es vivida también con cierta incertidumbre.

En coyunturas como la presente, donde la fuerza que detenta el poder vive una situación de casi imposible forma de mantenerlo, en las fuerzas que se le oponen se crea una situación de entusiasmo/subjetividad que provoca una certidumbre sobre qué hacer y cómo posicionarse para dar el asalto definitivo al poder. Sin embargo ese no parece ser el caso de nuestra oposición, en diversos franjas de esta, se manifiestan actitudes y posiciones definitivamente erróneas, que evidencia falta de claridad sobre el momento que vive el país y que no se corresponden con los acontecimientos político/sociales que como sociedad hemos vivido en los últimos años. Pienso en las en las enormes expresiones de repulsa al presente gobierno de corrupción e impunidad como fueron las marchas de Marcha Verde.

Es inconcebible que, luego que se derrotara el proyecto reeleccionista de Danilo, todavía algunos sectores opositores hablen de reformar la constitución para rehabilitarlo en el 24 y que todavía se hable de la barbaridad de unificar las elecciones municipales con las presidenciales. La separación de estas dos elecciones es práctica normal y deseada en todos los países mínimamente  democráticos. Sólo la politiquería, el oportunismo y/o la ignorancia justifican que nos mantengamos al margen de práctica que son frutos del avance de los procesos de descentralización del Estado y de la representación y  participación política y ciudadana  en las diversas instancias del poder.

Igualmente, resulta una muestra de atavismo político que, en este momento de imprescindibles acciones comunes de la oposición en términos de acuerdos políticos de profundo calado, muchos partidos y/o movimientos centren todas sus energías en una frenética carrera de negociaciones de candidaturas a todas las bandas posibles, para establecer alianzas para llevar candidatos que además de oponerse a otros de igual valía, tienen escasísimas posibilidades triunfo. Otros se aprestan a repetir experiencias poco exitosas. Puede que razones no les falten para tales posiciones, pero en política, en coyunturas como la presente lo que importa es el resultado, lo que la mayoría quiere: impedir el continuismo peledeísta.

Una crisis de certidumbre, como la vive la sociedad dominicana, que se expresa en la pérdida de confianza de la gente sobre qué será su futuro, sobre todo de los jóvenes, de desconfianza en la política y en los políticos e incluso, en en las relaciones interpersonales, sólo las puede superar un liderazgo político/social que al interno de los partidos y en las colectividades donde participa, se despoje del miedo de enfrentar frontalmente las personas o posiciones, que con sus actitudes fomentan la confusión/incertidumbre que impiden un esfuerzo colectivo orientado hacia un objetivo común: cerrarle el paso al continuismo. En esta coyuntura el individualismo y el oportunismo no tienen cabida, sólo la unidad de propósito es ética y políticamente válido.

Desde que el mundo es mundo, se han vivido momentos de grandes incertidumbres, pero la presente tiene como diferencia fundamental en relación a las anteriores, que se produce luego del período de relativa calma/esperanza que produjera el Estado de Bienestar de las décadas 50/60 hasta mediado de la 70. La inseguridad que ha producido el desmonte de las políticas sociales de ese modelo de estado y la entronización de una clase política corrupta y depredadora del Estado ha tenido como consecuencia la generalizada desconfianza de la gente hacia las instituciones y hacia la política. En el caso nuestro, ese fenómeno de la incertidumbre, que es universal, lo ha exacerbado el PLD y sus gobiernos.

Pero, reitero, de ella no saldremos si no se tiene el valor de romper por donde haya que romper, de enfrentar a quien se tenga que enfrentar y aislar a quien se tenga que aislar. Enfrentando sin medias tintas, las aventuras individualistas alimentadas y escondidas en proyectos políticos dentro de los partidos o en partidos, sin perspectivas alguna. Un tipo de poder como el que ha entronizado en el PLD en este país, independientemente de la crisis por la que atraviesa, sólo puede superarse creando la necesaria certidumbre de que es posible superarlo y eso es responsabilidad de todos, no de una sola fuerza política, ni solo de un líder.