Como si fuera un póker de ases, concluyó en La Habana la visita troupe de unas 800 personas, entre funcionarios, inversionistas, deportistas, familiares y curiosos, procedente de Washington, DC, encabezada por el líder de la principal potencia del mundo, Barack Hussein Obama, quien goza de muchas simpatías entre los cubanos de a pie y de la nomenclatura, al continuar el proceso de acercamiento bilateral anunciado de forma simultánea el pasado 17 de diciembre de 2014 entre Estados Unidos y Cuba.
La imagen del Air Force One, símbolo perenne del otrora “imperialismo yanqui”, surcando los cielos cubanos nublados, encapotados y salpicados con rayos y centellas, aterrizando en el aeropuerto José Martí el domingo de Ramos, parecía una postal genuina del surrealismo mágico macondiano. Algo inimaginable hace pocos años y sólo comparable a la caída del Muro de Berlín del 9 al 10 de noviembre de 1989, lo cual cerró la época de la Guerra Fría y dio inicio a otra en esa región del planeta.
Sin embargo, en este lado del hemisferio, la dirigencia intransigente al control de la isla caribeña permanecía firme en su retórica antiimperialista, en su mentalidad ideológica de bunker sitiado, en el canto de gesta que el aparato propagandístico del régimen de los Castro convirtió a Cuba, imputando a los Estados Unidos todos los males y plagas que han asolado la historia y la economía de la isla desde el siglo pasado, y exigiendo hasta el presente reparaciones irreparables de forma unilateral para compensar 58 años de fracasos “revolucionarios.”
Por razones de espacio, resulta limitado resumir el historial calamitoso del gobierno de Cuba en ese período de tiempo, antes y después de la Unión Soviética, para sobrevivir a su propia irresponsabilidad y a los infortunios políticos y económicos que ha engendrado dentro de la isla en más de cinco décadas. Todo esto parece apuntar hacia un rumbo inesperado tras el anuncio bilateral del 2014, luego de 18 meses previos de negociaciones ultra secretas con la administración Obama y la complicidad de Canadá y el Estado del Vaticano, que dirige el papa Francisco.
Incluso, mucho antes la Unión Europea cedió a su “posición común” que condicionaba sus relaciones con el gobierno de Cuba a mayores avances en materia de derechos humanos en la isla, lo que se sumó a una serie de “victorias” coyunturales que el régimen hábil y taimado aprovechó para su beneficio, sin exponer mucho su “saya” y sin ceder ni un milímetro a sus principios ideológicos ni a la apertura democrática o el derecho a los derechos de los cubanos.
Señalamos al principio que esta nueva realidad se asemeja a la mesa de un juego de póker. Se trata de un reacomodo. De vender a Cuba, la oficial, al mejor postor. Legitimar un estado de cosas que sólo beneficia a una élite política-académica y militar que controla todo de manera absoluta y se nutre del aparato estatal; consciente de que en la isla lo que vale es el “cash”, aunque falten los alimentos y las medicinas, y lo mejor de ello se oferte al turista en “fulas” o euros. Para el cubano común las migajas y la miseria. Un apartheid antillano. Ahora, las arcas del odiado “capitalismo salvaje” perecen ser su última salvación, ya que China no cayó en la tentación de financiar un proyecto político fracasado.
En la isla, el último vestigio de la Guerra Fría, nada ha cambiado. El Partico Comunista sigue siendo el órgano rector. No existe democracia real ni el debate libre de ideas. Afianzar y ratificar el aparato represivo y absolutista, garantizar el relevo generacional al mando de los herederos de la dinastía, intimidar y chantajear al que no esté de acuerdo con ese “paraíso infernal”, detenido, inmovilizado en el tiempo, plasmado en la caricatura de una utopía gris, de lo que pudo haber sido y no fue. Epopeya, quimera de un paradigma en dos tiempos, cuya única salida para la mayoría parece ser una balsa en altamar, la sed, el sol abrazador, y al final el golpe liberador de la muerte; y de quedarse, “con la revolución todo, sin la revolución, nada.”
Quienes conocen sus interioridades, saben que Cuba es mucho más que béisbol, un mojito en la Bodeguita del Medio, sones cadenciosos, o un habano en Zanja y Belascoaín o la calle Dragones. Un helado en Copelia, la mulata ardiente en el Tropicana, el casco histórico y la catedral de La Habana, las diplo tiendas, los bicitaxis, un baño de playa vigilado en Varadero, o una opípara comida de langostinos en paladares capitalinos para visitantes que puedan pagarlo.
La otra Cuba, la de carne y hueso, de los disidentes, Bertha Soler, las Damas de Blanco; Guillermo Fariñas, Elizardo Sánchez, Jorge Luis García Pérez, “Antúnez”, Armando Valladares, Oswaldo Payá, María Elena Cruz Varela, Reinaldo Arenas y de otros cuyos restos han llenado las cárceles o los panteones privados del gobierno y las aguas del Estrecho de la Florida, médicos y peloteros desertores, continúa apostando a la esperanza de un futuro promisorio y civilizado frente a la barbarie de una isla en bancarrota y convertida en prisión. La de 20 dólares de salario al mes, que no alcanzan para una vida digna ni en el estado más remoto de África.
La misión de Obama, a quien sólo le quedan diez meses en la Casa Blanca, parte de la isla dejando atrás un doble lenguaje. Un mosaico de desigualdades. Una especie de borrón y cuenta nueva mediático, lleno de esperanzas y promesas. Sin garantías a largo plazo entre las cartas bajo la manga que se reparten los jugadores, limitadas por los dos bloqueos: el de dentro y el de fuera. Mientras el cubano común retoma su rutina cotidiana, la de resolver e inventar su día a día, muy ajeno al juego de póker en el que apuestan enormes intereses que deciden su futuro desde Cabo San Antonio a Punta Maysí, sin su protagonismo ni su participación, lo que será capitalizado por el gobierno de Cuba hasta enero de 2017.
Es cierto, Estados Unidos no oculta su amor por Cuba. Lo penoso es que en ese juego idílico ofrezca tanto a cambio de tan poco o nada de parte de un gobierno que ha sido su enemigo declarado por tanto tiempo. Da la impresión de que en ese póker de naipes, al cubano de la isla le toca la de perder en el plano político, a cambio de unos dólares más para el gobierno mientras continúa el estatus quo, que se transmuta de comunismo carnívoro a otro vegetariano. Al igual que en el pasado, los cubanos no inciden en su futuro. Éste lo diseñan otros.
Al final, no pasa nada. Dentro de tres semanas continuará vigente la política de “pies secos/pies mojados” y de contacto “pueblo a pueblo”, como manda el Congreso de Estados Unidos, y nadie se acordará de la histórica visita de Barack Hussein Obama y su troupe a la isla caribeña. Como rememora la lírica inicial del Lamento Cubano, del compositor Eliseo Grenet:
¡Oh! Cuba hermosa, primorosa,/¿por qué sufres hoy/tanto quebranto?
¡Oh! Patria mía, quién diría/que tu cielo azul/ nublara el llanto!