La educación es un proceso que adquiere cada vez más importancia y reconocimiento en el escenario mundial y en el local. Las evidencias que certifican la validez de la educación -en sus diversas modalidades- son numerosas. La eficacia de la educación está avalada por investigaciones múltiples y por inmensas experiencias. Pero no todas las modalidades de la educación han tenido el mismo peso ni la misma oportunidad en el Sistema Educativo Dominicano para ser atendidas y sostenidas en su desarrollo. Esta situación influye para que la formación de las personas no sea realmente integral y se haya convertido en una educación incompleta. Una de las modalidades que ha carecido de atención sistemática –a pesar de las orientaciones del diseño curricular vigente- es la educación ciudadana. Sobre este aspecto no hay necesidad de presentar elementos justificadores. Basta con observar el comportamiento ciudadano en la vida ordinaria de las instituciones públicas y privadas; en las organizaciones comunitarias, religiosas y políticas. Basta, también, con aguzar los sentidos y constatar el modo de actuar en la ciudad, en las calles y en la diversidad de espacios comunes. Hay una forma de proceder, en un alto porcentaje de ciudadanos, que refleja carencia de educación para una ciudadanía corresponsable y, sobre todo, escasa o ninguna formación sociopolítica.

La educación sociopolítica es necesaria para todos los sujetos y para los diferentes contextos. Es más urgente en un contexto equívoco como en el que nos encontramos en la República Dominicana. Algunas de las notas que caracterizan este tipo de contexto son especialmente –la confusión, la ambigüedad y las contradicciones que hemos de presenciar cada día en el campo educativo, en el aspecto político y en la organización social. Desde esta perspectiva, prestarle más atención a la formación sociopolítica de las personas y de las organizaciones contribuirá al fortalecimiento de la democracia social y de la democracia política. Con este tipo de formación, la cultura del engaño y de tratar como objetos a las personas va desapareciendo. De igual modo, esta modalidad de educación prepara a los ciudadanos para construir con otros; los habilita para asumir responsabilidades como entes activos de la sociedad. Los sujetos y las instituciones con educación social y política dejan de ser un instrumento más de los partidos políticos, de los grupos económicos, de las organizaciones no gubernamentales y de los grupos religiosos.

El sistema democrático de la República Dominicana requiere rehabilitación. Es un sistema cuya debilidad avanza progresivamente, pero que todavía es pasible de restablecimiento. Consideramos que para recomponer el estado actual de la democracia en la República Dominicana, la educación sociopolítica ha de ser liberada de la marginación en que está en los procesos del desarrollo curricular. No basta con lineamientos curriculares bien descritos sobre este ámbito; se precisa de una puesta en práctica de esos lineamientos de manera abierta y no mediatizada. La educación sociopolítica es tarea obligada, si queremos ciudadanos con capacidad para repensar su compromiso con una sociedad libre y liberadora. Además, es tarea ineludible si deseamos superar que personas, partidos y hasta gobernantes -tanto en tiempos preelectorales como en pleno proceso electoral-, compren y vendan el alma de los vivos y los nombres de los muertos. Estamos a tiempo para poner en acción programas de formación sociopolítica que fortalezcan las capacidades institucionales, personales y de la sociedad en su conjunto. El proceso de fortalecimiento se convierte, a su vez, en ocasión oportuna para avanzar hacia una democracia más consistente; para lograr una madurez social y política insobornable ante todo aquello que violente los derechos de las personas, ante intentos de reacomodamiento de la Constitución de la República Dominicana; y, particularmente, ante la crisis por la que atraviesa la institucionalidad. Apoyemos la educación sociopolítica ahora más que nunca.