En nuestra entrega anterior terminábamos con la siguiente afirmación: “Una escuela, que en la dinámica de las relaciones que promueva, prefigure la sociedad que anhelamos para las generaciones futuras y la cual queremos vivir”.
Al Educar a las nuevas generaciones, la escuela busca y procura apostar hacia una nueva sociedad. Hacia una nueva manera de relacionarnos con nosotros mismos, los demás y nuestro entorno. Los fines y propósitos de la Ley de Educación y la Constitución así lo contienen incluso.
Como acto dialógico, la educación tiene el propósito de construir seres humanos dotados de las competencias necesarias para el buen vivir y el vivir juntos. Es decir, hombres y mujeres que, en el vínculo de su propio desarrollo y en cada etapa de la vida, pueda desarrollar su conciencia como parte de la totalidad del ser y la existencia. De esa manera estaríamos “aproximándonos” a lo planteado por Delors en su tan ponderado libro, pero también tan olvidado, los cuatro pilares de la educación: Aprender a conocer, Aprender a hacer, Aprender a vivir juntos, aprendiendo a vivir con los demás y Aprender a ser.[1]
En la entrega anterior y a partir de las ideas de Howad Gardner expuestas en su obra La inteligencia reformulada. Las inteligencias múltiples en el siglo XXI, él postula la definición de una inteligencia existencial o de inquietud por las cuestiones “esenciales”, que define como ““la capacidad de situarse uno mismo en relación con las facetas más extremas del cosmos -lo infinito y lo infinitesimal-, y la capacidad afín de situarse uno mismo en relación con determinadas características existenciales de la condición humana, como el significado de la vida y de la muerte, el destino final del mundo físico y del mundo psicológico, y ciertas experiencias como sentir un profundo amor o quedarse absorto ante una obra de arte”. Es decir, “de la capacidad de la especie para interesarse en cuestiones transcendentales, capacidad que se puede despertar y desplegar en unas circunstancias determinadas”.
Enmarcada la preocupación del autor de las inteligencias múltiples en el contexto de la sociedad del conocimiento, entendida como transformación sociotecnológica (Manuel Castells), en que “la generación de conocimiento y procesamiento de información han sido sustancialmente alteradas por una revolución tecnológica (y cultural) centrada sobre el procesamiento de información, la generación del conocimiento y las tecnologías de la información”, estamos llamados a situar la educación como el espacio primario de generación de una conciencia planetaria, como-parte-del-mundo-y-del-cosmo.
Resulta interesante la reflexión que nos proponía Delors en su libro sobre este tema, aunque situado en un contexto en que dicha tecnología apenas iniciaba su notable avance. “Esta libre circulación mundial de la imagen y la palabra, que prefigura el mundo de mañana hasta en sus aspectos perturbadores (vea en Netflix “El dilema de las redes sociales”), ha transformado también las relaciones internacionales como la comprensión del mundo que tienen las personas, constituyéndose en uno de los grandes aceleradores de la globalización” (Pág. 37), alertando incluso el rol de la educación en ese complejo mundo de las redes: “La educación tiene indudablemente una función importante que desempeñar si se desea controlar el auge de las redes entrecruzadas de comunicación que poniendo al mundo a la escucha de sí mismo, hacen que verdaderamente todos seamos vecinos”. (Pág.38).
La escuela, de esa manera, apuesta a la construcción de seres humanos dotados de la conciencia y la responsabilidad ética de la preservación de toda forma de vida, empezando por la suya misma y la de los demás como él. La escuela está llamada a enrolarse en el proceso histórico-evolutivo del ser humano. Deber darle el sentido socio-personal que la obra de la familia inició en el ámbito afectivo-personal. Porque el proceso evolutivo nos condujo a la vida en sociedad, la escuela como institución, nos debe brindar oportunidades para darle sentido y orientación a la vida, desde la perspectiva de la responsabilidad por el cuidado de la “Casa Común: la Tierra”, espacio que nos invita y acoge, al mismo tiempo que hace posible la vida futura. Según Fernando Zapata la Encíclica del Papa Francisco, Laudato sí, es una bioética por el cuidado de la casa común: mediación entre la ecología y a ecoteología. Es una relectura del cántico de las creaturas de Francisco de Asís, y es, además, un grito de Dios y al hombre posmoderno a que cuide, proteja y haga un buen uso de los recursos de la madre Tierra. [2]
Un intelectual de la talla de Joseph E. Stiglitz, junto a Bruce C. Greenwald, ante el reconocimiento del “fracaso de los mercados a la hora de prevenir la contaminación y el cambio climático potencialmente catastrófico”, y aún más, reconociendo también “que el sector privado produce demasiados bienes que hacen que surjan externalidades negativas”, propone y pone título a su libro: “La creación de una sociedad del aprendizaje”[3], planteando al respecto: “Crear una sociedad dinámica del aprendizaje conlleva muchas dimensiones: los individuos deben tener una mentalidad y habilidad para aprender. Debe haber alguna motivación hacia el aprendizaje. Por lo general, el conocimiento es creado por los individuos al trabajar dentro de las organizaciones y se transmiten a otros dentro de la organización. Luego se transfieren de una organización a otra y de un individuo a otro. Sin embargo, el alcance, la facilidad y la rapidez de la transmisión del conocimiento son, en sí mismos, rasgos fundamentales de una sociedad del aprendizaje, ya que el nuevo conocimiento estimula un nuevo pensamiento: es el catalizador, así como la base a partir de la cual surgen nuevas ideas y una nueva creatividad”. (Pág. 86). Se trata de crear “Escuelas que Aprenden” tal y como proponía Peter Senge en su libro “La Quinta Disciplina. Escuelas que Aprenden”[4]. Una escuela que aprende supone aulas que aprenden y, por supuesto, niños y niñas que aprenden. Una escuela que aprende es una comunidad que aprende.
Es decir, la escuela en la dinámica de relaciones que establece crea la posibilidad de que el niño y la niña desarrollen el habla desde el ámbito de esas relaciones que envuelven al maestro y a los propios estudiantes en una danza permanente de aprendizajes que nacen desde dentro, posibilitando la generación de una nueva conciencia.
Para Lev Vigostky, la escuela juega un papel de primer orden en el desarrollo de la conciencia: “La instrucción escolar produce ese tipo de percepción generalizadora y, de ese modo, desempeña un papel decisivo para hacer al niño consciente de sus propios procesos mentales”.[5] La palabra aprendida así, “es expresión directa de la naturaleza histórica de la conciencia humana” que se realiza y concretiza en el vínculo social.
Considerando el carácter interactivo del desarrollo psíquico, y haciendo hincapié en la interrelación entre los factores biológicos y sociales, considera los factores sociales como los determinantes, como fuente del desarrollo de la persona, del sujeto, del individuo, mientras que considera que los factores biológicos resultan la base, la premisa para que pueda ocurrir ese desarrollo[6].
En el último párrafo de su obra Pensamiento y Lenguaje lo expresa magistralmente:
“La conciencia se refleja en una palabra como el sol en una gota de agua. Una palabra es a la conciencia lo que una célula viva al conjunto de un organismo, lo que un átomo al universo. Una palabra es un microcosmos de la conciencia humana”.
En el Centenario de la vida de Paulo Freire (19 de septiembre), su visión transformadora de la educación desde la perspectiva de la acción con sentido del ser humano, cobra mayor importancia hoy, en que nuestra voracidad por la vida lucrativa con el único sentido del gozo personal ha ido mermando, agota las posibilidades de vida de nuestra Casa Común.
Y adelantándome al comentario ya hecho por dos de mis lectores me declaro soñador. ¡Sí, me declaro soñador, es más, me declaro soñador impenitente, porque aspiro, anhelo que la escuela se libere del yugo que la tiene atada al inmediatismo de intereses ajenos a ella y su razón de ser! Y en ese sueño, hago mía las palabras del educador universal Paulo Freire, cuando decía:
“Perdidos están los que no sueñan apasionadamente, que no son románticos. Yo sueño con que nunca más se vacíen las calles. Que nunca más los líderes políticos se sirvan de las plazas llenas para poder negociar arriba. Sueño con que aprendamos todos a asumir democráticamente los cambios. Sueño con una sociedad reinventándose de abajo hacia arriba, donde todos tengan derecho a opinar y no apenas el deber de escuchar. Este es un sueño históricamente viable, pero demanda que la gente anteayer hubiese descruzado sus brazos para reinventar esa sociedad”.[7]
En su extraordinaria obra Himno del Universo, Pierre Teilhard de Chardin, en el momento de la Ofrenda de la Misa sobre el Mundo, nos dice:
“Mi cáliz y mi paterna son las profundidades de un alma ampliamente abierta a todas las fuerzas que, en un instante, van a elevarse desde todos los puntos del Globo y a converger hacia el Espíritu. ¡Qué vengan, pues, a mí el recuerdo y la mística presencia de aquellos a quienes la luz despierta para un nuevo día!”[8].
Hay que sacar la escuela de sus ataduras impuestas, pues ella debe posibilitar el despertar de la luz para ese nuevo día, en el que cada niño y en cada niña que por ella corre y juega, que ríe a carcajadas, nazcan hombres y mujeres de bien, y con ello una mejor sociedad.
[1] Delors, Jacques. (1997). La educación encierra un tesoro. Ediciones UNESCO.
[2] Zapata Muriel, Fernando Antonio. (2016). Laudato sí… una bioética por e cuidado de la casa común: una mediación entre ecología y la ecoteología. Recuperado en Laudato sí… una bioética por el cuidado de la casa común: una mediación entre la ecología y la ecoteología | Producción + Limpia (lasallista.edu.co)
[3] Stiglitz, J. y Greenwald, B. 2014. La creación de una sociedad del aprendizaje. Un nueva aproximación al crecimiento, el desarrollo y el progreso social. La Esfera de los Liros, S. L., 2016 edición en español
[4] Senge, P. (2002). La Quinta Disciplina. Escuelas que Aprenden. Editorial Norma.
[5] Vigostky, Lev. Pensamiento y lenguaje. Editorial Paidós.
[6] La obra de Vygotsky como sustento teórico del proceso de formación del profesional de la educación primaria (sld.cu)
[7] Una semblanza de Paulo Freire, a propósito del centenario de su natalicio: la pedagogía de los sueños – Cronicón (cronicon.net)
[8] Teilhard de Chardin, P. Himno del Universo. Recuperado en Pierre Teilhard de Chardin (servicioskoinonia.org).