En su libro Ser-en-(la)-relación, ensayos para una hermenéutica relacionista, Edickson Minaya declara lo que somos y define la tarea de la filosofía:

“Y qué es lo que somos sino exterioridad, cuerpo, carne, piel, lenguaje, expresión, discurso, lugar, espacio, historicidad, temporalidad, movilidad. Nuestro “ser-aquí” es en el mundo afectivamente, construyendo sentido. Por tales razones, ya la filosofía no tiene que buscar lo estable, sino indagar nuestra condición y situación en el mundo. Pero situación y condición “transcurren”, es decir, son “transitoriedades”, mutaciones, modificaciones. Caducidad que gobierna y que no se deja atrapar por ningún categorialismo lógico o metafísico para representarlo en una unidad que reduce sus cualidades a un esquema típico, equidistante de la vida” (página 42).

La filosofía del presente es filosofía del acontecimiento, filosofía de lo que ocurre, pues el acontecimiento es justamente lo que ocurre, lo que sucede: un hecho del devenir. De lo que se trata, pues, es de diagnosticar su actualidad, este momento presente:

“Si Kant pudo ontológicamente responder a la pregunta de ¿qué es la ilustración?, al filósofo actual le corresponde contestar: ¿qué es la globalización?, ¿qué la posmodernidad? Dos interrogantes que nos atraviesan y sitúan en el plano de la reflexión sobre nosotros mismos” (página 43).

Minaya comparte la crítica de la modernidad en pensadores como Nietzsche, Foucault y Vattimo. Por un lado, asume el discurso crítico de la modernidad; por el otro, intenta sentar las bases para un discurso de la posmodernidad fundado en la reflexión sobre el ser en el mundo de hoy. Recordemos que Lyotard reconocía la modernidad por la construcción de metarrelatos que llevaban a cabo legitimaciones desde la metafísica. Estos “grandes relatos” prometían la emancipación universal de la humanidad. Frente a ello, la posmodernidad surge como desconfianza, como incredulidad hacia esas metanarrativas. Si la modernidad era la centralidad de la razón, la posmodernidad es su descentramiento. Minaya entiende lo posmoderno como ese “nuevo espacio” del pensamiento que, al ejercer la crítica de la vieja metafísica, posibilita también la crítica de los males presentes. Desde esta óptica, es posible entonces una “nueva crítica”, la construcción de un nuevo conocimiento del mundo capaz de orientar la vida humana en sociedad.

Se trata de una visión ontológica –que no metafísica- del mundo. Entiéndase:  una visión sobre el ser fundada en una reflexión sobre la relación del hombre con su mundo. Esta reflexión sobre la relación hombre-mundo abarca también la experiencia estética y la actitud ética. Al respecto, Minaya menciona aquello que el filósofo italiano Emanuele Severino denomina los “cinco grandes remedios de la humanidad para curarse del “terror de lo impredecible”: el mito, la religión, el arte, la filosofía y la ciencia. Esta idea de Severino es muy cercana a la teoría de las “formas simbólicas” de Ernest Cassirer.

La filosofía tiene carácter interpretativo y, por ende, su perfil es del todo hermenéutico. Ella asume los logois, del discurso, del ser y del sentido. Logois significa aquí: pluralidad de lenguajes, multiplicidad de discursos, por tanto, de sentidos. Minaya se ocupa de este tema en el capítulo 5 de su libro, titulado “Ser del logos y logos del ser: la ineludible dialéctica entre lenguaje, existencia y mundo”. Este es probablemente el capítulo más técnico de todo el libro. Aquí despliega su erudición filosófica y su pericia como hermeneuta. El capítulo es una verdadera lección de hermenéutica para iniciados.

Minaya, joven pero maduro filósofo, piensa con rigor y seriedad la tradición filosófica y propone un pensamiento propio bajo la guía de otros. Ser-en-(la)-relación, ensayos para una hermenéutica relacionista es una obra que provoca el pensamiento crítico del modo más sereno posible (“thought-provoking”, sugerente, dicen los anglosajones). Una obra que, por su calidad y frescura, puede ser leída incluso en cualquier escenario exterior, más allá de lo insular, pues dialoga críticamente con su tiempo y con el pensamiento de su tiempo.

En la más conocida y citada de sus célebres once tesis sobre Feuerbach, Marx afirma que los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo de diversos modos, pero de lo que se trata es de transformarlo. Pienso que el hermeneuta del sentido que es Edickson Minaya bien podría afirmar, parafraseándole: “Los filósofos no han hecho más que imponerle una verdad al mundo de diversos modos, pero de lo que se trata es de interpretarlo”.