“La parte más difícil del aprendizaje de algo nuevo no es integrar nuevas ideas, sino abandonar las ideas viejas”. (Todd Rose).
El mundo anda exponiendo y expandiendo la economía del conocimiento a través de las capacidades aumentadas, que no es otra que un acceso fundamental a la tecnología, educación de alta calidad, en todos los tramos de la misma y una exquisita salud. Se trata, en esta época, de trascender las capacidades básicas que contienen como rezago solo la enseñanza primaria, tecnología básica, supervivencia en la primera infancia. Las capacidades aumentadas privilegian la alta competición de un país por vía de su talento humano y sus procesos.
La economía del conocimiento se expresa en la doble dimensión de la creatividad, de la innovación, la “destrucción” creativa que permea de manera inexorable la imaginación permanente. Es la puesta en escena de colocarnos en un aquí (presente) y un mañana configurado armónicamente. Es un sueño visualizado en recurrencia eterna con la mejora, con la calidad.
La economía del conocimiento profundiza en los ingresos, en la riqueza, empero, su abordaje tiene como epicentro las desigualdades que se incuban en los países como el nuestro caracterizado medularmente por las capacidades básicas, donde al mismo tiempo que prevalecen las asimetrías, también se da de manera vertical el desequilibrio de poder. Un poder de pocos en detrimento de muchos y, que se acrecienta en todos los planos de la dimensión humana: económica, política, institucional (justicia) y social.
La economía del conocimiento crea el capital humano, que es la expansión de las capacidades aumentadas, a tono con la evolución del Siglo XXI. Es a través de esas capacidades aumentadas que se envuelve la economía del conocimiento (Economía verde, Economía naranja, Economía ambiental), en tanto ente holístico. Por ello la economía del conocimiento, situada en la cuarta revolución industrial, que es la vía de transformación de la información como elemento de valor y de riqueza en la dinámica del conocimiento.
La economía del conocimiento la vislumbró hace muchos años Alvin Toffler, quien lo expresaría así: “En el futuro no será analfabeto quien no haya aprendido a leer, sino el que no haya aprendido a aprender”. Es desaprender aprendiendo, en un aprendizaje significativo, sinérgico. El aprendizaje con valor, con pertinencia, generador de verdadero cambio en todas las esferas: cognitiva, social, emocional, afectiva. Con singularidad, especificidad y trascendencia. Presente, con mirada permanente al mañana.
Las desigualdades del desarrollo humano son abismales, reduciendo en los países de desarrollo humano bajo las posibilidades de la libertad y de cómo desean aspirar en sus vidas. Nos encontramos que un niño nacido en un país de desarrollo humano bajo tiene 17% de fallecer antes de cumplir 20 años con respecto a otro de un país de desarrollo humano alto donde un 1% muere. Solo el 3% llega a estudios superiores en los países de desarrollo humano bajo, en contraste 55% en los altos. 80 no realizan estudios superiores en el primero, en cambio, solo 44 se verifican en los de desarrollo alto.
En la economía del conocimiento la importantización radica en ir más allá de los ingresos, de colocarnos más allá de los promedios que disfrazan la realidad en su generalización. El dilema más pronunciado son las desigualdades en los países como el nuestro con desarrollo humano medio alto, y la posibilidad de que cada día más, la inmensa inequidad se exprese no solo en la hegemonía económica sino también en el dominio político.
En la economía del conocimiento las capacidades aumentadas constituyen el timonel de la existencia de los seres humanos. Es el producto dinámico de generar mayores posibilidades, de más opciones. Se cree que una persona podrá cambiar de trabajo en su ciclo vital entre 10 y 15 trabajos y cambiará de carreras profesionales en un promedio de 3. Solo un 42% de los adultos en los países de desarrollo humano bajo terminan la educación primaria y en los de desarrollo muy alto el 94%. 3.2% personas tiene estudios superiores y 30% en los países con mayores niveles de desarrollo. En la economía del conocimiento la tecnología, la educación y la longevidad son elementos cardinales, pues constituyen la génesis nodal de la innovación y la productividad.
La ausencia de las capacidades aumentadas deriva en la problemática socioeconómica, dado que una gran parte de los ciudadanos no pueden ser incorporados a esa revolución. Solo un 28% de las personas en el Quintil I terminan el bachillerato. ¿De qué estamos hablando? De personas que no tendrán una movilidad vertical ascendente. La pobreza intergeneracional se expandirá como consecuencia de la brecha entre las capacidades básicas y las capacidades aumentadas. Solo el 50% de los hombres finalizan el bachillerato y el 71% de las mujeres. Apenas un promedio de 30% tiene internet y computadora en su casa y la banda ancha fija no llega a un 4% en los hogares.
La movilidad social es un espacio social de la razón de la esperanza, del augurio de la vida, de un mañana anhelado. Constituye el contagio inspirador para seguir avanzando, ¡Nada destruye más a un ser humano que dibujarse, cerrar los ojos, y no poder soñar! Abren sus ojos para no sentirse frustrados de antemano. Asumen el presente sin más razón que un animal inferior. No piensan, viven el día a día. Una cotidianidad candente, difícil, donde solo el espanto los hace sentir vivos. Por eso, el consumo de sustancias legales y prohibidas, sin dolor.
El último estudio del Banco Mundial referido a esta realidad social denominado: “Cuando la prosperidad no es compartida”, nos ubicó como país con apenas un 2% de movilidad social vertical ascendente. Muy lenta y exigua la movilidad social en estos años, muy diferentes a los años transcurridos entre 1970-2000. Hoy podemos decir, de manera hipotética, que solo el 30% de la población dominicana se encuentra en la pirámide de la estratificación social clase media-media alta y alta. Todo esto tomando en cuenta el peso de la economía sumergida que se cimenta en gran parte en el crimen organizado. A decir verdad, tiene un componente en nuestra economía. Aquí, en una gran proporción solo ascienden en la escala económica los peloteros, los políticos y los narcotraficantes en sus diferentes ramificaciones.
Nuestra sociedad ha de ser repensada, puesto que las asimetrías económicas son el ingrediente para propiciar los desequilibrios de poder, donde la elite económica juega un rol más nodal, trayendo consigo más incidencia en las políticas públicas como consecuencia de una escala mayor en la dimensión del poder. La ausencia de actores políticos profesionales y éticos acelera el desequilibrio de poder, potencializando con ello rendijas de mayores fracturas sociales, de niveles de conflictividad que vulneran la instrumentalización de las instituciones.
¡Es tiempo de la eficacia de la política, de la calidad y de tratar de derrumbar las grandes asimetrías que profundizan las brechas para generar más capacidades aumentadas y una mayor economía del conocimiento!