No sonríe en ninguno de sus retratos, solo hay tristeza. Vivió para reclamar una gran dignidad no mutilada, libertad consecuente para todos, justicia sin promesas incumplibles, soberanía hacia todos los puntos cardinales, ley por igual para los justos. Representó las ideas más nuevas de su tiempo y, al cabo de una vida muy intensa, murió cargando la condena de los dueños centenarios de la Patria Altamente Rentable. Se le recuerda hoy, reproduciendo su rostro de tristeza, como algo irreal, un pretexto a la mano para decir huecamente que "somos" y "tenemos". Se busca -y ojalá que algún día aparezca— aquella sonrisa que no conocemos.