Hace ya algunos años, en uno de nuestros frecuentes encuentros, mi buen amigo Odalís Pérez me reveló que tenía listo para su pronta publicación un libro sobre Duarte. Yo reaccioné algo sorprendido. “¿Un libro sobre Duarte, Odalís?”. Lo primero que me vino a la cabeza fue un libro de historia, una biografía. “¿Un ensayo biográfico? ¿Una nueva monografía sobre el patricio?”, pensé para mis adentros. Lo miré fijo, asombrado, interrogativo. El pareció leerme. Sonriendo, me calmó: “Espérate, Fidel, no es lo que piensas. No es otro libro sobre Duarte. Ni otro libro histórico, ni biográfico. Ni siquiera un ensayo. Es un texto, sin más, un texto poético, experimental”.    

Era el año 2013, año del bicentenario del nacimiento de Juan Pablo Duarte. A los pocos días de ese encuentro me entregó el manuscrito de la obra para que lo leyera y le diera mi opinión sincera, y luego me hizo llegar también su versión digital. Lo leí de una sentada. Esa es precisamente una de sus cualidades principales: el libro no es extenso –aunque sí intenso- y se deja leer de un tirón; además, se lee con placer y fruición. (Sí, aunque suene inverosímil, este libro de Odalís Pérez se lee con delectación).  Después de darle mi opinión sincera, me pidió dos cosas a las que no pude negarme: que le escribiera unas pocas líneas para la contraportada y que se lo presentara en público.

Hay varias cosas que me llaman la atención sobremanera de este nuevo libro de Odalís Pérez. En primer lugar, su título, sobrio y llano, poético y teatral, memorable (recordable para el público, lo que le garantiza cierto éxito editorial). En segundo lugar, su portada, innovadora y sugestiva, neoplasticista, que omite la imagen del patricio, con el título del libro y el nombre del autor encerrados entre los cuadros-barrotes en la reproducción del célebre cuadro de Piet Mondrian Composición II en rojo, azul y amarillo, de 1930. En tercer lugar, su contenido, su propuesta de lectura y escritura, su “estrategia discursiva”.

Duarte melancólico es un texto de ruptura en varias direcciones. Es a la vez poesía y drama, performance. Hay una reflexión sobre el sujeto a partir de lo que guarda la memoria. Hay una apertura al problema del ser y del existir desde la amarga experiencia histórica y personal. El lirismo alterna con la épica y la coralidad trágica. El texto está escrito no sólo para ser leído en solitario, sino sobre todo para ser dicho y escuchado, para ser recitado en público o en privado. Sin la oralidad, sin el oído atento, sin la recitación, su textualidad se vuelve inoperante.

Texto polifónico, abierto, híbrido, Duarte melancólico evoca el drama personal e histórico de quien una vez se llamó Juan Pablo Duarte y Diez (1813-1876). Escrito como si fuera un texto a ser representado en escena, problematiza la figura histórica del patricio frente a su tiempo y a nuestro tiempo.

Valiéndose de diversos recursos poéticos y dramáticos, Duarte melancólico retoma el mito del Padre de la Patria para promover una reflexión crítica sobre el pasado-presente insular. Texto performático, por la escena imaginaria desfilan los personajes históricos con su destino individual a cuestas y se pronuncian los otros personajes, no oficiales, las voces anónimas y acalladas de la historia que aún pugnan por ser escuchadas.

El mito Duarte da lugar a la visión del héroe solitario, del fundador ausente, del deportado, víctima de las políticas de la historia. El Duarte de Pérez es el Duarte traicionado, vejado, lanzado al exilio, al viaje sin retorno por sus contemporáneos, pero también el Duarte de nuestros días, vaciado y viciado, desfundado y desfondado, convertido en negocio, en moda pasajera por los poderes institucionales y fácticos. Ese Duarte nuestro de cada día, ignorado, negado y olvidado, que es sólo oscura primavera, obstáculo presente y pretexto permanente.

Para nada complaciente con la manipulación del mito Duarte, el texto de Pérez es desmitificador, irreverente, protestatario. Lo dice y lo grita: Duarte es hoy mero pretexto para la simulación, el engaño y el cinismo. Descreído, el final del texto, que es huella y paso, vaticina su nuevo destierro.