Ayer a duras penas sobreviví a lo extremo de la idiosincrasia dominicana: estuve en Duarte con Paris-27 con José Martí- Teniente Amado con Juana Saltitopa. Recorrí en unas dos horas esas tres cuadras del más puro “dominican people”, y en verdad no sé cómo logré salir indemne de aquella experiencia de salvajismo puro en pleno siglo veintiuno (pero de antes de toda civilización). Y en medio de ese trance inenarrable sólo pensaba en la virtual inexistencia de una Alcaldía capitalina que a lo largo de décadas no ha sido capaz siquiera de avergonzarse ante el mundo por un espectáculo tan denigrante como ese.