Un informe reciente de la Organización Mundial de la Salud asegura que más de 600-mil niños mueren cada año a consecuencia de los niveles de contaminación del aire en distintas urbes del planeta, sin que hasta el momento se haya definido una política de Estado para reducir los efectos del aire contaminado.
El estudio, presentado en la primera conferencia mundial sobre contaminación del aire y la salud, precisa que el 93 por ciento de los menores de 15 años –es decir, 1-800 millones de niños– padecen graves infecciones respiratorias como secuela de la mala calidad del aire que respiran en su entorno lo que perjudica su salud, crecimiento y desarrollo cognitivo.
La investigación subraya que solo en el 2016 la contaminación atmosférica ocasionó la muerte de 543-mil niños menores de cinco años y de 52-mil con edades de 5 a 15 años a causa de las infecciones respiratorias, que en muchos casos suelen iniciar como una simple bronquitis. A ellos y a las mujeres embarazadas les afecta más porque consumen un mayor nivel de oxígeno con partículas contaminadas, dicen los especialistas.
Según la OMS, el 91 por ciento de los habitantes del planeta consume aire contaminado, lo que genera cerca de siete millones de defunciones cada año. Lo atribuye en parte al hecho de que muchos gobiernos no tienen la voluntad de diseñar y poner en vigor un plan para reducir los altos niveles de partícula que contaminan en el medio ambiente.
En el caso de la República Dominicana, la amenaza que significa la contaminación del aire en las principales ciudades con mayor densidad poblacional parece ser más compleja ya que varios factores contribuyen a agravar la situación, entre ellos: los desechos sólidos, biocombustibles, biomasas, kerosene, bunker, diésel y gasolina.
La OMS ha sido reiterativa al subraya que agentes cancerígenos como el plomo y el azufre, así como la contaminación por smog produce tos, dificultad para respirar y en última instancia, un broncoespasmo o bronquitis, así como crisis de asma
La quema constante y consistente de dichos combustibles en la capital dominicana ha superado los parámetros de control de emisiones a niveles casi alarmantes, según un informe de 2015 de los Ministerios de Salud, de Medio Ambiente y la Dirección de Gestión Ambiental del Ayuntamiento del Distrito Nacional.
Otra variable que contribuye a complicar los niveles de calidad del aire en el Gran Santo Domingo lo constituye sin duda alguna la práctica de la Procuraduría General de la República de quemar al aire libre toneladas de drogas ilícitas confiscadas a grupos de narcotraficantes, luego de ser procesadas como evidencia en procesos judiciales por los organismos responsables del combate al tráfico de estupefacientes en el país.
La técnica común en pocos países de la incineración y la humareda a la intemperie de toneladas de narcóticos –elaborados con materiales químicos altamente tóxicos– a través del Instituto Nacional de Ciencias Forenses, INACIF, constituye una amenaza directa a la salud pública, en virtud de que partículas del material quemado quedan suspendidas en la atmósfera, desde donde luego retornan en forma de lluvia ácida para contaminar cuerpos de agua, productos agrícolas y terrenos. Además, desdice de los esfuerzos ingentes de las autoridades que combaten ese flagelo y protegen a la sociedad de sus efectos dañinos.
A ello se suman los niveles de monóxido de carbono, dióxido de carbono y azufre –fruto de la mala calidad de los combustibles– que producen los vehículos inadecuados de los sindicatos del transporte público en gran parte de la ciudad, lo que incrementa de manera sustancial los índices de contaminación y de baja calidad del aire que se respira y, por consecuencia, los niveles de enfermedades respiratorias en niños y en adultos del Gran Santo Domingo y el Distrito Nacional.
Así como las autoridades competentes se preocupan por la calidad de los alimentos, la protección de la fauna y la vida silvestre, y el agua potable y embotellada que consume la ciudadanía en las zonas urbanas, sería recomendable que hicieran lo propio en términos de la calidad del aire que se respira para frenar en algo el ciclo de muerte lenta pero segura que garantizan dichos agentes contaminantes.
Por lo tanto, sería recomendable incinerar bajo techo la droga confiscada. Tampoco estaría demás que se realizarán pruebas con cierta frecuencia para determinar cada semana la calidad del aire –al igual que se hace con los precios de la gasolina—y precisar cuántas partes por millón de material particulado tiene contaminado el aire que se respira, así como el diámetro de las partículas en suspensión y los niveles de contaminación derivados de otras fuentes como inversores y motocicletas.
La OMS ha sido reiterativa al subraya que agentes cancerígenos como el plomo y el azufre, así como la contaminación por smog produce tos, dificultad para respirar y en última instancia, un broncoespasmo o bronquitis, así como crisis de asma. El material particulado contiene plomo, lo que podría producir cáncer. Es tiempo de desempolvar los estudios que se han hecho al respecto y asumir con voluntad y seriedad un plan integral para proteger la salud ciudadana y el primer alimento de la vida: el aire que se respira.