Pinturas Tropical, nueva vez, edita su Agenda anual con el sugerente emblema “Doy la Cara por ti”. La agenda del 2015 es un maravilloso libro de expresión plástica,  enriquecido  por el pincel, con la grafía graciosa de siluetas,  de ornamentaciones frágiles, geométricas, de elementos de la naturaleza como un decorado de fantasía,  con el contraste de multicolores, que recupera en equilibrio para la mirada el destello  de la sonrisa como un detalle angélico de las áureas bondades de lo sutil. Doce rostros custodian esta  obra de arte, dulcificando  los colores más frescos y puros de la pintura, haciendo  florecer esperanzas… 

Doce rostros de reconocidas personalidades cuyo ejercicio profesional es la comunicación, el arte, el cine, la música popular y el deporte dan la cara por  seis organizaciones  sin fines de lucro a las cuales  Pinturas Tropical rinde un homenaje,  y hace un expresivo reconocimiento a su labor de filantropía, mereciendo  que  parte de los fondos que se obtengan con la venta de la Agenda puedan disponerse  para continuar dichas instituciones su labor de servir a los demás.

Carlos Sánchez, Milagros Germán, Alicia Ortega, Sergio Vargas, David Ortiz, Gianni Paulino,  María Elena Núñez,  Michel Miguel, Eddy Herrera, Luz García, Pamela Sued y Frank Perozo, son las figuras emblemáticas de la vida nacional que dan la cara por  la Fundación Dominicana de  Cardiología,  Fundación Nido de Ángeles, Fundación Manos Arrugadas, Fundación Hermanos Rosario, Instituto de Ayuda al Sordo, Santa Rosa, Inc., y el Patronato Nacional de Ciegos, Inc.

Verónica Sención, la  infatigable Gestora Cultural,  tuvo la cortesía de invitarnos   a escribir  uno de los textos de presentación de esta Agenda de Pinturas Tropical, una empresa del Grupo Corripio, consorcio empresarial que ha realizado aportes de mucha trascendencia de manera permanente por las artes y la literatura de nuestro país.  Recurrimos a la prosa  de la escritora, dramaturga, cuentista, pintora y mística dominicana Delia Weber (1900-1982), a cuatro fragmentos poéticos suyos, que insertamos de manera   intertextual,  para tratar de explicar, a nuestro modo de ver,  lo que sentimos del nuevo humanismo que trae la solidaridad.

 

I. Recoge la ternura que flota en la mirada vecina, cuando la atrae una señal de vida. / La sonrisa es la flor del corazón que se abre en el rostro. Procura siempre que el corazón de tu hermano florezca maravillosas flores, que ellas serán tuyas.

DELIA WEBER, fragmentos del libro Ascuas Vivas  (Editora Montalvo, 1939).

 

La solidaridad es el único salvoconducto que tiene la humanidad al despertar el día, mirarnos en el amanecer, confundirnos con los demás habitantes del  mundo en el  abrazo que traen los rayos del sol. Todos tenemos un parecido, confluencias de destinos, misiones que compartir con alguien que se adueña de nuestra ternura o se sienta a orillas del camino a preguntarle al horizonte cómo podemos en el huerto donde cultivamos las frutas o el jardín donde crecerán las flores en cada estación de nuestras vidas alcanzar al crepúsculo en la tarde para sonreír al descubrir  en los colores anaranjado, violeta, azul o rosa   la mirada de Dios que no se fatiga al guiarnos.

II.  Cuando tú lloras quisiera ser urna de cristal y, por encanto, convertir en flores tu llanto y en perfume la oscuridad.

La caridad se siente cuando nos apoyamos en el hombro de quien alivia nuestro dolor; la caridad sólo se alimenta de ternura cuando es sincera  y llega de una mano amiga como una flor que empieza a crecer. La caridad se hace con fe, y porque se hace con fe, se hace árbol, crece y tiende sus ramas con  la nobleza de la luz del alba  que se refleja en los vitrales de las catedrales donde los dones del Creador se reciben en el silencio del alma.

Usted, él, yo, nosotros, todos podemos alcanzar a las estrellas del cielo recién nacidas, y darle un nombre si queremos realizar un sueño, porque todos tenemos una estrella  que da hospedaje en las alturas a nuestros sueños junto al vuelo de los ángeles que orbitando en el mundo traen las enseñanzas de la bienaventuranza a la humanidad, y lo pensamos así porque no existe  mejor sueño a realizar que la obra de amor. Martha María Lamarche, una de nuestras  más sensibles poetas místicas del pasado siglo,  resume la fuerza de este apoyo divino  de la manera siguiente: “… las almas grandes vuelan por la inmensidad”.

Stefan Zweig cuando escribió su “Autobiografía”,  con el sugerente título El mundo de ayer, estremeció a la conciencia intelectual de su tiempo al desarrollar sus ideas sobre la fraternidad espiritual. La lectura de este libro nos hace comprender que las personas necesitan actuar a partir de sus convicciones, que ayudar a la humanidad es hacerle un homenaje al amor,  al prójimo, y que debemos comunicarnos de manera voluntaria para auxiliarnos unos y otros, y hacer con  las manos puentes de solidaridad, para que los rostros se miren-entre-sí, se conozcan- entre- sí, para mirarse y reconocerse sin extravíos, miedos o temores, sino con alegría, ternura y comprensión, puesto que el mundo, nuestro mundo, el mundo de hoy frecuentemente padece la enfermedad de la indiferencia, y se enfrenta de golpe a ciclos donde la soledad, el desamparo existencial torna todo convulso, gris o helado.

Quizás, el gran milagro de este tercer milenio de  civilización cibernética o virtual, donde las almas pueden estar al borde de cegarse y caer en el vacío, es la solidaridad. San Pablo decía que “el que ama al prójimo cumplió la ley… puesto que la plenitud de la ley es el amor”.

Los renacentistas  conocieron este sentido positivo de actuar; de ahí parte que  el individuo fuera entonces el personaje principal de la historia y de la cultura. El profesor británico y estudioso hispanista de Liverpool James Fitzmayrice-Kelly nos recuerda, en ese tenor, a la figura de Bartolomé de las Casas por “su ardor filantrópico”, por  “su fogoso alegato a favor de los indígenas de América” como “un hombre de partido, pero apresuremos a reconocer que pertenece al partido de la razón y de la justicia”. Este retrato de las Casas  define al primer filántropo del continente, aquel que enseña la virtud y se consagra a un ideal.

III. Entre los árboles, por donde viene en rumor el agua, hay un nido de pájaros que se deleitan de sus propias canciones.

La solidaridad, la consagración a este ideal es lo que hace posible que el mundo tenga un porvenir, y creemos que como valor y virtud tiene una jerarquía superior a las doctrinas del “contrato social”, aquel texto publicado por Rousseau, y que occidente lo asume como la base jurídica de la sociedad. No obstante,   las cuestiones  de la condición humana van más allá de  asumirse –a partir del contrato-  como una norma de carácter jurídico, puesto que la solidaridad es una regla social, y en ella está la base del equilibrio de las sociedades, y aún  los nuevos horizontes  de la humanidad; más aún cuando las grandes paradojas del siglo  XXI orbitan sobre cómo solucionar los conflictos que se derivan de las riquezas y de las miserias, mientras de manera creciente miles, millones de brazos se extienden pidiendo con las manos vacías  un poco de caridad.

IV.  En el alma me están naciendo rosas… Y he de llenarte la vida de rosas como joyas que fulguran en la oscuridad…

Todas las personas piadosas tienen algo en común: humildad y amor a la obra porque escuchan “la voz de Dios”. La filantropía  es una labor hermosa que viene con el aprendizaje de lo que enseña la fatigosa faena del humilde, y se hace al correr de los años  un rosal de abundancia; es por esto que la felicidad del que da y del que recibe se torna pura cuando se deriva de la bondad.

Creemos ser conscientes de que reflexionar sobre el amor y la felicidad en los otros, de los otros y para los otros, trae consigo un significado ético, y un contenido espiritual vital para comprender la grandeza de todas las instituciones, fundaciones y asociaciones que se dedican a servir a los demás.

Los demás son los nosotros, y obrar conforme al amor y a la solidaridad es un milagro de nuestro tiempo, porque no podemos permitir  que los más débiles  naufraguen o  perezcan de angustia a causa de enfermedades o necesidades económicas si podemos tender o construir un puente de altruismo con las manos amigas. Es por esto que el mundo no puede dejarse  doblegar por la voluntad de los indiferentes, y lo ha escrito  Ramiro de Maeztu al referirse al “Don Quijote” de Cervantes al señalar de manera cándida a los filántropos y altruistas que consagran su vida al servicio de los demás: “Su lanza generosa se rompe en la piel dura del egoísmo humano”.

De ahí se deriva una filosofía de valores, y la búsqueda de respuestas  para comprender con asombro lo que Jean-Paul Sartre denomina “universalidad humana de condición”, y le provoca preguntarse “llegará la colectividad, como tal, a realizarse?”, para a seguidas afirmar “todo proyecto, por más individual que sea, tiene un valor universal”.