El sistema judicial exhibe fortalezas y debilidades en diversas naciones del mundo; en otras, muestra más falencias que experiencias positivas. A pesar de ello, este sistema es válido y necesario en cualquier rincón del planeta. En sociedades más desarrolladas, como varias de Europa, este sistema ejerce sus funciones con un apego incuestionable a las leyes; con una autonomía innegociable con otros poderes del Estado; y con un respeto permanente a los derechos de los ciudadanos y de las instituciones. No consideramos el sistema judicial como algo tan virtuoso que es incapaz de cometer errores. Esto es impensable, pues los sujetos que le dan vida al sistema judicial son humanos; y, por ello, son pasibles de fallos. En contextos más vulnerables, el sistema judicial se corrompe y se convierte en instrumento de partidos políticos, de grupos económicos, de líderes empresariales y hasta de grupos como los narcotraficantes y los comerciantes de sobornos, cuya misión es subvertir el orden legalmente constituido.

Hace varios días que en la República Dominicana se debate el problema de la violación a las leyes y a los reglamentos por los que tienen el encargo de representar el poder judicial. Se reflexiona y se cuestiona la naturalidad con la que se cometen estos hechos que le restan credibilidad y capacidad para ejercer las funciones propias de un magistrado. Al analizar estos hechos desde una perspectiva educativa es mayor la preocupación, ya que se les envían mensajes distorsionadores a los adolescentes y a los jóvenes; se les está diciendo a los estudiantes que aquí las leyes no tienen sentido, que el magistrado puede hacer y deshacer y que esto no tiene consecuencias; en definitiva, que el magistrado está por encima de todo. Si los principales representantes de la justicia se comportan de esta forma, el presente y el futuro de la sociedad dominicana se pueden tornar inciertos. Es una incertidumbre que no se puede apoyar ni se puede subestimar. Hay que ponerle un muro de contención para evitar la degradación total del sistema judicial; y, especialmente, para recuperar el lado sano del sistema mismo, ya que no todos los magistrados niegan los valores y principios de su campo profesional ni, mucho menos, su compromiso como ciudadanos.

El incidente generado en el Consejo Nacional de la Magistratura nos impulsa a preguntarnos, ¿A dónde iremos a buscar justicia? Es un interrogante que sale del alma. Y lo más grave es que se queda resonando en el aire, da vueltas por el territorio dominicano y encuentra magistrados que son columnas firmes en medio de un sistema judicial pulverizado. La pregunta continúa girando y encuentra magistrados desfigurados por el miedo a perder influencia y a lastimar relaciones de altos niveles. La pregunta no tiene el tono del lamento, tampoco la pena del que no ve horizonte. Es un interrogante que exige acción; que demanda actuación ciudadana en pro de una justicia coherente, respetuosa de sí misma y de las leyes. La justicia la vamos a buscar aquí mismo en la República Dominicana.

No nos podemos amilanar ante fuerzas organizadas para desterrar de la sociedad la estima de la justicia y los valores que tienen relación estrecha con ella. Vamos a buscar y a construir prácticas de justicia de forma incesante en los espacios cotidianos, en el seno familiar, en los centros educativos preuniversitarios y de educación superior. El reto es buscar la justicia desde abajo para transformar la cúspide. Vamos a identificar y a apoyar a los magistrados que trabajan arduamente con ética esperanzadora. Los diferentes sectores de la sociedad y del ámbito de la educación han de asumir la tarea de reconstrucción del sistema judicial de la República Dominicana. Ha de ser una reconstrucción que pase por educación ciudadana en justicia y para la justicia. Nadie se ha de desmarcar del proceso de cambio que requiere el sistema judicial; y para ello la postura ha de ser proactiva y con sentido colectivo. Hemos de pasar del deseo de justicia a la construcción de la justicia en la vida diaria y en los espacios en los que estemos actuando. Esta postura nos hace fuertes y nos devuelve la vida que brota de la justicia. Apuremos la articulación entre vida, justicia y derechos ciudadanos. Esta trilogía nos permitirá encontrarle respuestas efectivas a la pregunta que nos hemos hecho. Nos permitirá, también, pasar de una postura ingenua a una postura crítica más comprometida.