A Impertérrita, mi gran amiga lagartija, nada le atemoriza. Ni mis pies tremebundos; ni mis potentes ronquidos; ni mis escandalosas fiestas báquicas. Hace mucho que no la veo. (¿Dónde estás?… ¡aparece, por favor!). Es alegre y bromista: echa carreras de cuatro metros planos en dos segundos; se enfrenta a las arañas y siempre se las come. Impertérrita (¡Déjate ver!… ¿Qué te he hecho?) se me planta frente a la nariz y me despierta ("¡Levántate, haragán, que ya son las cinco!"). Pero desde que intenté politizarla y le hablé de Karel Kapek y "La Guerra de la Salamandra", me mentó la madre…¡Y se fue!