De Tahira Vargas. La sociedad de consumo ha establecido parámetros de belleza que afectan notablemente a mujeres y hombres. La belleza según medidas de cintura, pecho, trasero y piernas, y en colores y formas de pelo, ojos y labios, define a una “mujer eternamente joven” (Barbie anglosajona), un modelo muy lejano a la realidad de la mujer, su diversidad y su propia naturaleza. Esta robotización estética sólo beneficia a cirujanos plásticos, cadenas de productos de belleza y grandes corporaciones. Los efectos son devastadores: frustraciones, bullying, discriminación, baja autoestima, además de competencia y rivalidad entre nosotras.