En un insólito país medieval (rezago situado en el siglo 21 del Caribe insular) un soberbio Procónsul Imperial lanzó una catilinaria pública contra los corruptos, y pidió a los súbditos de la llamada “República” o “Estado Nación” protestar con sus puños en alto, y pidió a todo malandrín inconforme con su ira devolver sus pases para visitar el Imperio. Pero sucedió que el Jefe de la sedicente “República” y demás autoridades del dubitable “Estado”, dieron la callada por respuesta. Y dejaron que fueran las sacras jerarquías católicas apostólico-romanas quienes protestaran las desenfadadas acusaciones del poderoso parlante.