Es su responsabilidad: en la lucha contra la corrupción, Francisco Domínguez Brito debe quemar las naves. No basta con quemar gorras. No basta con simbolismos. Son necesarias acciones concretas.

Rompo excepcionalmente mi promesa de no escribir de política motivado por la carta que le ha enviado recientemente José Luis Taveras, con la cual me identifico en su totalidad. En efecto, en noviembre de 2012, le dirigí a una carta pública a Domínguez Brito en la que manifestaba las mismas consideraciones que el señor Taveras. Estas últimas han demostrado que las mías fueron, lamentablemente, proféticas. Las actuaciones de Domínguez Brito mellaron su imagen. Pero en política, como decía Talleyrand, se muere solo para resucitar. Y Francisco puede hacerlo. Sobre todo, debe hacerlo.

Lo digo sin rodeos: de los precandidatos presidenciales peledeístas, Domínguez Brito es el mejor  (y que no se infiera de esto que los otros son buenos: no lo son). Independientemente de los resultados que arrojen las próximas elecciones, su eventual candidatura sería un aporte de peso a nuestra democracia. En consecuencia,  es su deber el hacer lo que esté a su alcance para lograrlo. Esencialmente, distanciarse de su partido, denunciando por su nombre a los corruptos que en él pululan.

Se lo dije entonces y se lo digo ahora: lo de servir al partido para servir al pueblo son pamplinas. Nadie puede servir a dos amos. Querer complacer a todo el mundo, ha dicho alguien, es la forma más segura de fracasar. Se lo dije antes y se lo repito, en el peledé es una perla o una margarita arrojada a los cerdos.

No tiene ninguna razón valedera para serle fiel a los que aventaja, por mucho, en virtud. No tiene ninguna excusa para, pecando por silencio o por omisión, manifestar lealtad a los que, en su partido, pecando de pensamiento y obra, han desfalcado el erario impunemente.

Domínguez Brito ha cometido errores: defender a Leonel Fernández y a Danilo Medina, los indefendibles. Serle fiel a un partido al cual ha servido por más de treinta años, un partido que le ha pagado negándole su lugar en el Comité Político y dándole igual número de votos que a Félix Bautista. Serle fiel a un partido en el cual se le mira con ojeriza. Serle fiel a un partido en el que, si no cambia de enfoque, permanecerá estancado hasta el fin de sus días. Resulta improbable – e inadmisible que lo aceptase – que le ofrezcan el purgatorio de la vicepresidencia. tiene aspiraciones mayores y ha herido muchos egos.

Domínguez Brito ha cometido errores, es cierto, pero, ¿Quién no los ha cometido?¿Quién está libre de ellos?¿Quién puede tirarle la primera piedra? Cometer errores no es grave; persistir en ellos, sí.

Domínguez Brito debe hacer un mea culpa. Debe rectificar. Debe retirar la defensa que de Leonel y Danilo hizo en su momento. Domínguez Brito debe denunciar a los corruptos por su nombre. No denunciando la desfachatez de Temístocles Montás, quien admitió haber recibido dinero de Ángel Rondón, le hace un magro favor a la democracia y se lo hace a sí mismo: no podría concluirse otra cosa de que pertenece a la misma caterva, de que es de la misma ralea. Y ni pertenece ni lo es, me consta.

Y si lo convocan ante el comité político o el comité disciplinario, que vaya gustoso: quemar una gorra del peledé no es quemar la bandera nacional. Que vaya, que así marcará la distancia moral que lo separa de sus compañeros.

Podría argumentarse que de hacerlo podría ser expulsado del partido. No lo creo. Felucho Jiménez, que ha hecho denunciado la podredumbre de su partido no ha sido ni amonestado. Tampoco lo han sido Gutiérrez Félix ni Almeyda Rancier, a pesar de su fama de roscas izquierdas. Y si no han sido castigadas figuras de dudosa integridad (recuérdense la mención de Jiménez en los papeles de Wikileaks y las denuncias de Nuria Piera sobre las marrullas de Gutiérrez Félix en la Superintendencia de Seguros), ¿Por qué iba a serlo él?

Además, el peor de los casos sería en realidad el mejor: mientras más enemigos se haga dentro del partido, mejor, porque por cada enemigo que Domínguez Brito se haga dentro del partido, conseguirá diez mil amigos fuera de él. Qué importa si sus votos internos no sean muchos, si los externos sí lo son. Qué importa si no es elegido miembro del Comité Político, si es elegido candidato.

Ojalá que Domínguez Brito huya como de la peste a los que le dicen lo que quiere oír y escuche a los que le decimos lo que a lo mejor no quiere oir, a los que no sacaríamos ni un solo favor personal de un eventual triunfo suyo.

Ojalá que Domínguez Brito decida responderle a José Luis Taveras, o incluso a mí. Ojalá que tenga la entereza de “mojarse”, de llamar ladrón al ladrón y sinvergüenza al sinvergüenza,  ojalá que decida quemar las naves, de quemar tras de sí el puente que lo une a tanta mediocridad y vileza.

Sería el mejor favor que le haría a la patria. Sería el mejor favor que le haría a sus hijos.