Históricamente, no se ha resuelto ningún problema con la aplicación de una justicia basada en el ojo por ojo y diente por diente. Tampoco se logran cambios positivos con un populismo penal que resurge episódicamente como ocurre en el emblemático caso del asesinato de Yanelsy Rodríguez.
Como ha sucedido ante otros hechos bochornosos, algunos sectores de la sociedad aprovechan la ola de indignación que estos suscitan para reclamar la pena de muerte para adultos, la castración para los violadores y el aumento de penas para los menores, como si estas medidas hubieran demostrado su eficacia en otras partes del mundo y los que las enarbolan no supieran que nuestro país es signatario de tratados internacionales que prohíben algunas de ellas.
Estos reclamos y los debates que generan solo sirven para desviar la atención de la grave problemática social que se encuentra en el origen de actos que producen una indignación generalizada.
En los medios de comunicación tradicionales y en las redes sociales se están externando opiniones de la más diversa índole sobre el acontecimiento; sin embargo, es preocupante constatar el poco nivel de reflexión, el desconocimiento de la realidad social y el condensado de prejuicios que revelan nuestros conciudadanos en sus comentarios.
Como en muchas tragedias que han conmovido últimamente nuestra sociedad este patético episodio de violencia es un compendio de los males que achacan la República Dominicana de hoy: aceptación generalizada del abuso sexual a menores de parte de hombres mayores, violaciones permanentes de los derechos de la niñez y de derechos fundamentales, problemas de salud mental provocados por las drogas y el alcohol, delincuentes reincidentes en libertad, policía desfasada, justicia ineficiente.
La madre de la víctima, embarazada a los 14 años por un hombre de 51 tiene hoy 23 años y dos hijos más del mismo, que tiene la cachaza de hacer declaraciones y de acusar a la que ha sido su víctima de irresponsabilidad, sin que nadie se haya preguntado si existe prescripción por violación de una menor.
Como somos una sociedad machista y patriarcal la Policía se ha ido por el mismo camino que es de culpar la madre por descuido en el cuidado de su hija.
La mayoría de los comentarios hablan de la irresponsabilidad de la madre, una joven que fue atrapada en su rol de madre sin ninguna motivación ni preparación, asfixiada por la desgracia de vivir en condiciones que no le permiten dar respuesta a sus problemas básicos y sin que a nadie se le ocurriera denunciar al hombre que la hizo parir cuando era todavía una niña.
Como esta mujer, miles de madres de niños y niñas de sectores vulnerables podrían ser acusadas de descuido, ya que es una práctica generalizada mandar a sus hijos e hijas al colmado y dejarlos en la calle a horas inadecuadas. Es también costumbre de muchas jóvenes madres sin educación, sin lugares de esparcimiento sanos, andar en las calles y sentarse, especialmente los fines de semana, en los múltiples drinks abiertos a todo lo largo de la geografía barrial frente a iglesias y escuelas.
Cuando no hay futuro a la vista, a pesar del derroche de dinero y de las promesas electorales, las grandes mayorías se sienten excluidas del pastel y muchas personas dirigen su rabia e impotencia hacia las personas frágiles más cercanas y algunas veces hacia ellos mismos conduciéndolos en ocasiones hasta el suicidio.
El tecato, el alcohólico, el desesperado, el macho agresivo, el frustrado o la frustrada, tienen en común el corresponder a diferentes casos de insalubridad mental. Estas situaciones, agravadas por el machismo, crean los potenciales feminicidios y una generación de niños, niñas y adolescentes resultado de la violencia que solo saben contestar a la violencia con violencia en un ciclo que nunca termina.
Suscita temor escuchar los pobres planteamientos programáticos de los precandidatos a la presidencia de la República, que prometen agitar sus respectivas varitas mágicas para solucionar los problemas colectivos que agobian a la mujer, a la niñez y al pueblo dominicano en general. Esta inquietud surge de los limitados logros alcanzados hasta la fecha en el cumplimiento de los derechos de los menores consignados en el Código para el Sistema de Protección y los Derechos Fundamentales de los Niños, Niñas y Adolescentes, o Ley 136-03 y las dificultades de proteger las mujeres frente a sus parejas y ex parejas.