Hoy domingo seis de agosto, leía en el diario El País, un interesante artículo en torno a un crimen famoso en la España de los inicios de los años ochentas.

El texto concluye con la enjundiosa observación de quien fue el investigador del caso,  que cito porque, estimo, resume el significativo aporte que hace la criminología actual para delinear el aporte que dona la psicología para resolver este tipo de casos. Confieso que la acotación del investigador ha servido para remover en mi animo el recuerdo de la gran capacidad de análisis que emplea Dostoievski en su novelística.

He aquí la apostilla del investigador del crimen del referencia: "Pero la criminología está para algo. Es una ciencia que sigue una regla de oro: siempre hay un antes del crimen, un durante y un des­pués. Tú puedes pactar con los afectados qué has hecho en los dos primeros tiempos, pero no lo que ocurre tras el asesinato. ¿Por qué? Pues porque es imposible obviar su existencia. No ignoras que has matado a alguien, sabes lo que ha ocurrido. El comportamiento del ser humano cambia indefectiblemente. Siempre pasa igual. La men­te difícilmente logra actuar con la misma naturalidad. El asesinato sigue ahí presente y lo condiciona todo". La  nota tiene la fecha de febrero de 1996.

¡Qué dichoso detective que en su momento puede contar con el auxilio de una descripción codificada en manuales a disposición de los estudiantes de la materia!

No obstante, en el momento en que vive Dostoievski no se disponía de semejante arsenal para descodificar un delito.

En su primera gran novela "Crimen y castigo", el escritor tiene que explorar a sangre fría, utilizando su propia imaginación, lo que ocurre en la mente de un asesino después de cumplido el crimen.

Antes que él nadie, en el terreno de la literatura había descrito con la intensidad que alcanza en esta obra el despliegue paulatino de la psicología del joven criminal que se considera un hombre superior, un superhombre de la estirpe de Napoleón.

Dostoievski fue además de un grandísimo escritor, creador de relatos únicos, un eminente analista del ánimo humano.

Raskólnikov es para el lector de la novela un ser humano desnudo que sufre de modo profundamente humano y actúa con espontaneidad.

Sin embargo, no hay tal. Raskólnikov es un símbolo, es una criatura creada por medio de un ejercicio virtuoso, magistral del lenguaje poético, literario. E

El asesino creado por el escritor ruso es una figura imaginaria, su contextura  y concreción es la que se revela mediante un símbolo, una creación de una mente humana partícular en qué su creador incluye y trasmuta los referentes de la cultura rusa de su tiempo.

En estos artículos que vengo pensando para el lector de este excelente medio de comunicación escrita que es Acento, que se dirige a un público dominicano, vengo afirmando algo que se constituye como mi más apreciada experiencia del mundo en que convivimos.

Sostengo que no hay nada aislado, suelto, separado; que todo lo que encontramos en el mundo está en relación. Afirmó que nuestro ser-en-el-mundo es acontecer, esto es, consiste en un estar en continua, ineludible, relación con todo cuanto hay; nuestro horizonte vital consiste en estar relacionados de múltiples maneras.

Y estimo que esto rige, sobre todo, en la cultura. Esta actúa creando lazos, vínculos; reúne

lo diferente: personas, cosas, ideas, sueños, sentimientos, emociones, experiencias…, recuperándolos y situándolos en un concreto proceso de resignificación espacio-temporal, espiritual y simbólica.

La cultura crea nueva territorialidad; instaura redes de sentido que condicionan y determinan nuestras posibilidades históricas y los modos posible de interpretar el mundo, y todo creador, todo artista genuino actúa, aún sin proponérselo, en diálogo permanente con su mundo, con su cultura, con su "polis".

Esto se revela con gran intensidad en Dostoievski. "Crimen y castigo" es la novela en que su autora realiza la refutación sutil de la visión social de Nikolai Chernishévski, quien era considerado el ideólogo que mejor expresaba las ideas y anhelos de una vanguardia intelectual que buscaba liberar Rusia de la autocracia zarista.

Chernishévski fue el profeta del "hombre nuevo", que crearía una sociedad justa e igualitaria sostenida en el triunfo de una racionalidad utilitarista basada en la aplicación tecnológica del conocimiento científico; para burlar la censura y cumplir su misión orientadora recurrió a la literatura; su utopía la plasma en una mediocre novela publicada en 1863 con el título: "¿Qué hacer?".

"Crimen y castigo" es la réplica de Dostoievski a tales ideas. Raskólnikov representa una nueva figura del “nihilista"; es un hijo desorientado de la fracasada generación de padres románticos que habían pretendido combatir la autocracia con las ideas y fórmulas del liberalismo europeo.

De las ideas socialistas de Fourier -que una vez profesó Dostoievski y provocó su condena a muerte, cambiada luego, por trabajos forzados en Siberia- se pasa en Chernishévski, a la glorificación social del principio de utilidad como el medio que serviría para crear una nueva cultura sustentada en la producción de bienes provechosos para elevar el nivel material de la vida social.

Según Chernishévski todo cuanto acontece en la sociedad debe ser fríamente analizado; en todo desglose de lo real debe primar la racionalidad. Así lo positivo de lo racional es la frialdad de la teoría, la ausencia de sentimientos.

La linealidad del razonamiento abstracto y el sentido de utilidad han de ser para el “hombre nuevo” que propugna el nuevo materialismo han de ser los únicos criterios válidos para reconstruir la vida social desde una perspectiva materialista.

Dostoievski reacciona ante la "nueva" teoría al señalar que de aceptarse esta visión la vida perdería el sentido de la belleza y de lo sublime; el ser humano perdería la posibilidad creativa que ofrece la libertad de la imaginación, la posibilidad de concebir y crear mundos diferentes, y el espíritu caería en lo puramente mecánico y repetitivo: "han reducido todo a un cúmulo de ladrillos", afirma en su malsano sótano el hombre del subsuelo.

Este parte de la constatación de que el ser humano es irracional y una criatura sumamente compleja debido a la libertad que ofrece el lenguaje creativo para configurar mundos diferentes al que encontramos en la vida fáctico.

Dostoievski descubre y sostiene que mientras las opciones de la lógica racional prevé sólo las tres posibilidades, la vida nos ofrece, diariamente millones de posibilidades para recrear el mundo en el contexto del acontecer.

Nietzsche conoce el escritor gracias a la publicación de su obra en francés, labor realizada de una manera muy deficiente por el vizconde Marie-Eugène-Melchior de Vogüé, político y diplomático francés, quien fue el transmisor del espíritu ruso mediante un libro titulado, “La novela rusa”, publicado en 1886, y que fue ávidamente estudiado por la élite de la cultura europea, que en ese momento se expresaba en francés. En esta obra y en sus traducciones se ofrecen noticias y textos de Pushkin, Gogol, Dostoievski y Tolstoi,

En efecto el 23 de febrero de 1887, Nietzsche escribe a su gran amigo Frank Overbeck, ex colega docente de la universidad de Basilea:

“De Dostoievski yo no conocía ni el nombre hasta hace pocas semanas -¡yo un hombre inculto que no lee «periódicos»! Un zarpazo casual en una tienda de libros me puso ante los ojos su obra “L’esprit souterrain”, recién traducida al francés (¡algo igual de casual me ocurrió con Schopenhauer cuando yo tenía veintiún años, y con Stendhal cuando tenía treinta y cinco!) el instinto de afinidad (¿o qué nombre le daré?) dejó oír su voz enseguida, mi alegría fue extraordinaria: tengo que retrotraerme a mi conocimiento de “Rouge et Noir” de Stendhal para recordar una alegría igual. (Son dos relatos, el primero, propiamente una pieza de música, de una música muy extraña, muy poco alemana; el segundo, un alarde genial de psicología, una especie de autoescarnio del “conócete a ti mismo”

Nietzsche conoce luego a Raskólnikov, un nihilista desventurado, que sufre de modo profundamente humano y actúa con espontaneidad, no como un autómata racional, sin sentimientos. Es un ser comprometido con la vida; en él tiene lugar una lucha titánica de la vida contra la teoría, y al final, vence la vida, el amor, el arrepentimiento; en él triunfa plenamente la libertad.

El asesino, sobre todo, se revela ante los ojos alucinados del lector, como un hombre concreto qué sufre su pasión, su propio Gólgota.

En este proceso del cual no tiene ningún control lógico-racional se va transformando, sin darse cuenta, en el propio delator de su delito.

Esta acción interior que se produce en el corazón del asesino es lo que revela a Dostoievski la capacidad regenerativa del ser humano, a pesar de sus bizarra idea de ser un hombre excepcional dotado por la naturaleza con el derecho de matar. Pero el reino de los sentimientos y su capacidad de sentir empatía hacia los demás seres humanos es el motor que transforma al iluso ser racional superior en un ser capta el sentir, el dolor que causó al mundo acto brutal de suprimir una vida rica en casi infinitas posibilidades de ser y desde esa consciencia se pueda abrir hacia la posibilidad de transformar su crimen en el profundo dolor que nace de su arrepentimiento más profundo.