Un buen gobierno (good governance) se caracteriza, entre otros aspectos, por la eficiencia, la transparencia, la participación de la sociedad civil y el Estado de derecho, que son indicadores de que el gobierno usa los recursos disponibles a favor del desarrollo económico y social. Un buen gobierno  trata de mejorar la suerte de las grandes mayorías que se reducen, en lo que nos concierne, a meros números y estadísticas requeridos por las necesidades de la propaganda estatal y de los donantes internacionales. Oyendo el discurso de rendición de cuentas del presidente de la República recordaba que una cosa es lo que se  pinta desde arriba (entre mitología y estrategias electoreras) y otra la que se percibe en el terreno, ahí abajo cerca de las realidades.

Al igual que muchos otros ofrecidos en el discurso, debe ser tomado con suma cautela y ser analizado desde el sitio y el momento en que  cada uno se encuentra en la sociedad.

Es la eterna diferencia entre lo macro y lo micro y tiene que ver con el uso de los datos estadísticos para fines específicos. Según explicó el primer mandatario gracias a la tanda extendida, las estancias infantiles y los diversos bonos, el gobierno “regala” o  hace ahorrar más de 16,000 pesos mensuales a las familias que se benefician de la totalidad de las prestaciones ofrecidas por el sistema. Es un argumento cifrado, de alto impacto, manipulable al antojo que solo se aplica en su totalidad a una fracción de la población. Obvia el concepto que la verdadera educación de calidad es un derecho al igual que lo es la alimentación sana y que esos factores no se miden solamente con parámetros monetarios. Sin embargo, es  un argumento macro montado con cálculos complejos por expertos estadísticos. Al igual que muchos otros ofrecidos en el discurso, debe ser tomado con suma cautela y ser analizado desde el sitio y el momento en que  cada uno se encuentra en la sociedad.

En cuanto a la educación el presidente felicitó de manera hábil a la sociedad civil que impulsó la lucha por el 4% cerrando la puerta a toda crítica, al decir más o menos lo siguiente: ustedes querían mejorar la educación y yo les complací realizando (a mi manera) lo que nunca se ha hecho, o sea, la revolución educativa;  y derribé el mito que la educación pública estaba condenada a la baja calidad. Frente a declaraciones tan contundentes se hace casi de mal gusto y se puede tildar de ingratitud de parte de la sociedad civil analizar los vicios de la dicha tanda extendida, o constatar que la calidad de la enseñanza no se mide por la cantidad de concreto invertido en las construcciones de escuelas. O  argumentar que la improvisación transforma la tanda extendida en muchas escuelas, por la falta de maestros, en meras guarderías o que esta educación de calidad tiene los mismos contenidos que hace 4 años y que no ha podido parar el flujo de las  deserciones. Sin hablar de la calidad nutritiva de la alimentación que se podría poner en entredicho. Estamos caminando hacia un futuro más prometedor pero la revolución todavía no ha tocado nuestras puertas.

¿Cómo ven este cúmulo de bonanzas anunciadas quienes trabajan con los excluidos del sistema, que son tantos?  ¿Qué hacer con tantos niños, niñas y adolescentes que padecen una situación realmente penosa? ¿Qué hacer con los niños y niñas  dominicanos sin documentación, los huérfanos de padres vivos, los huérfanos de verdad, los niños y niñas maltratados, los innumerables invisibles que no van a ninguna estancia ni a la escuela y los que desertaron en el caso de los adolescentes?

Crear redes de protección  y mesas de dialogo en los sectores marginados compuestas con actores de la sociedad civil y del gobierno para ayudar de manera efectiva  a  los padres, madres o tutores a proveer estos niños y niñas de una identidad, prepararlos e integrarlos al sistema escolar, remitirles a CONANI para que sean protegidos en caso de necesidad, tratar con la fiscalía de menores en caso de abusos son parte de las acciones que deben emprender las instituciones que  trabajan a favor de la defensa de los derechos de todos los niños y niñas que viven en la República Dominicana.