Después de los diálogos paralelos que tuvieron lugar la semana pasada queda claro que algo está cambiando en la República Dominicana de 2020. La suspensión de las elecciones municipales y las reacciones que este hecho ha provocado marcan un antes y un después en nuestro país.

La interrupción abrupta de los comicios municipales del 15 de febrero produjo una gran indignación que le abrió paso a las manifestaciones de la Plaza de la Bandera, a la marcha de los partidos de oposición y al Trabucazo. Luego, a la idea del diálogo para salir del atolladero. Al producirse dos diálogos en vez de uno quedaron evidenciadas visiones diferenciadas del quehacer político y del país que se quiere.

De entrada, uno se puede preguntar: ¿para qué un diálogo en estas circunstancias? ¿Iremos a las elecciones del 15 de marzo sin saber que ocurrió el 15F, con la misma Junta Central Electoral y con la OEA de garante de la democracia dominicana?

De alguna manera, el diálogo entre actores políticos, sin investigar lo acontecido, es una manera de certificar el colapso de las instituciones. Si éstas hubieran funcionado y tuvieran algún nivel de credibilidad, ya se hubiese empezado a investigar nacionalmente el colapso electoral de febrero y se habrían tomado medidas correctivas iniciales.

En todo caso, si tenía que haber diálogo éste no debió producirse bajo la cobertura del Consejo Económico y Social. Su sola escogencia enviaba una señal muy clara de que el gobierno aceptaba sentarse en una mesa si esa mesa estaba bajo su control y los participantes podían ser seleccionados a conveniencia, según su pedigrí.

Nada menos indicado que reunirse bajo la sombrilla del gobierno en un contexto político y social en que una franja importante de la población -con los jóvenes en primera línea- está rechazando las artimañas y los pactos propios de un pasado (y un presente), poco glorioso.

Decidido el diálogo en el Consejo Económico y Social, se comenzó con mal pie cuando se invitó a una representación juvenil a participar sin que ésta tuviera la posibilidad de expresarse. Decidieron irse del lugar. No era para menos.

Se le negaba la palabra a una juventud que se hizo oír con voz fuerte en la plaza pública en ocasión de la lucha por el 4% para la educación; en defensa del medio ambiente, como en los casos de Los Haitises y loma Miranda, o en contra de la corrupción y la impunidad bajo las banderas de la Marcha Verde.

Cansada de las jugadas, los engaños y las trapisondas los jóvenes montaron tienda aparte, armando un diálogo político alternativo. En el evento se manifestaron reclamos diversos que giraron en torno al reclamo principal de que se investiguen los hechos delictivos electorales, comenzando por el intento de fraude y el descalabro del 15 de febrero.

Sin tener propuestas muy concretas y quizás sin un  tecnicismo suficiente para poder impactar, y a pesar de sus muy tímidos cuestionamientos sobre la pobreza, la marginalidad, el desarrollo humano, la deficiencia de los servicios públicos o el medio ambiente, estos jóvenes, sin embargo, le aportan un aire fresco a la sociedad dominicana; están aprendiendo a medir sus fuerzas y están enviándoles señales claras, tanto al gobierno actual como al que viene, de que ellos están dispuestos a constituirse en nuevos veedores sociales.

Debemos reconocer que, sin su movilización, sin su presión, las cosas no hubieran avanzado al ritmo que lo han hecho.   Irrumpieron en el juego político del cual habían sido excluidos por los partidos y las instancias del Estado. A partir de ahora habrá que tomar en cuenta a la población juvenil en los diferentes espacios de consulta y de toma de decisión.

Aparecieron con visiones diversas, con posiciones quizás un tanto conservadoras en su pensamiento político social, al igual que la dominicana en su conjunto, pero con una gran chispa, impulsados por la generosidad y por un anhelo de democratización de la vida dominicana. Esto abre las puertas a cambios de cierto alcance, anunciando la posibilidad de superar la República Dominicana de la desigualdad y la exclusión por otra más abierta y solidaria.