¿Diálogo para qué, si antes del próximo domingo no sabremos quiénes hicieron fracasar las elecciones del 16 de febrero? ¿Diálogo para qué, si está al margen de toda duda la incapacidad de esos cinco (esos mismos) ni siquiera para controlar sus pasos? ¿Diálogo para qué, si ya el palo dao no lo quita ni la OEA? ¿Diálogo para qué, que no sea para que Agripino, mediador en este oscuro entuerto, en algún momento diga simplemente lo que quieren que diga quienes lo trajeron: “Dejemos eso así”? (Y apuesten que así se quedará).