Somos muchos los dominicanos que albergamos el deseo y la esperanza  de que el “diálogo instruido” por el Presidente de la República Luis Abinader para este  lunes 30 de agosto resulte vigoroso, “completo”,  productivo y democrático.

El dialogo no es el objetivo. Sus resultados sí. El diálogo tiene sus propias “partituras pedagógicas y políticas” para garantizar su carácter democrático y responder a los desafíos claves para lograr una sociedad más inclusiva, justa y viable.

Los participantes deben tener muy claro el propósito de un diálogo. En este sentido vienen al caso las palabras  de Louise Diamond, del Instituto para la Diplomacia de Multivías: “el objetivo del diálogo no es defender, sino indagar; no es discutir, sino explorar; no es convencer, sino descubrir”. Quien se arrime al “dialogo instruido” con  otro propósito, bien pudiera haber tomado un camino equivocado. ¡Que los habrá!

Las definiciones de diálogo contribuyen a su comprensión, su aceptación su organización y buena realización. Hal Saunders, del Instituto Internacional para el Diálogo Sostenido y de la Fundación Kettering considera que: “El diálogo es un proceso de genuina interacción mediante el cual las personas cambian gracias al aprendizaje adquirido por su profunda disposición a escuchar. Cada una de ellas se esfuerza por incluir las inquietudes de los otros en su propia perspectiva, aun cuando el desacuerdo persista”.

Sirven además dos libros de Daniel Yankelovich, investigador de la opinión pública estadounidense, que proporcionan una integración de argumentos y explicaciones basadas en la práctica de los procesos de diálogo: “Coming to Public Judgement: Making Democracy Work in a Complex World”. (1991). “Magic of Dialogue: Transforming Conflict into Cooperation”. 1999).

Resulta también de gran utilidad la obra: “Diálogo Democrático. Un Manual para Practicantes”, publicada gracias al esfuerzo colaborativo de cuatro instituciones: la Agencia Canadiense de Desarrollo Internacional (ACDI), el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA), la  OEA y el PNUD, basadas en la percepción compartida del importante rol que los procesos de diálogo pueden desempeñar en la promoción de la paz, el desarrollo humano y la gobernabilidad democrática.

Sin embargo, muchos no confían en las fuentes teóricas para explicar o justificar su convicción sobre el valor societal del diálogo como proceso participativo y orientado a  resultados. Pero aquellos que sí confían podrán encontrar soporte en  la teoría de la “acción comunicativa” desarrollada por Jurgen Habermas, o el concepto de “pensamiento representativo” de Hannah Arendt.

Conviene destacar que el diálogo no se refiere al simple hecho de hablar, sino a la apertura de mentes. Distinguiendo el diálogo legítimo del “simulacro” de diálogo. Acto en el cual  las personas se reúnen para montar un espectáculo con el objetivo de demostrar que las partes en desacuerdo pueden sentarse juntas pero evadiendo completamente los temas difíciles que los dividen.

El diálogo no es un debate. Se diferencia del debate en que el primero promueve la diversidad de pensamientos y opiniones, en lugar de suprimirlos. En tanto, el debate presupone una sola respuesta correcta, e insiste en forzarla y defenderla.

El diálogo se diferencia también de la “discusión”. En la discusión las personas se preocupan por hacer prevalecer sus ideas con objetivo de ganar u obtener puntos.  El objetivo principal es ganarle al otro.

El diálogo también difiere de la negociación y la mediación para la solución de conflictos. La negociación constituye un “proceso oficial”. El producto  buscado por la mediación o la negociación es un acuerdo específico convenido en conjunto. El resultado del diálogo es la creación de nuevas capacidades humanas y políticas para solucionar problemas.

Básicamente, el diálogo es un proceso democrático. No se puede tener diálogo “no democrático”. El diálogo constituye una herramienta para  reforzar la gobernabilidad democrática. Genera una evaluación de la democracia y una agenda para la reforma.

La democracia es, sin duda, el régimen político que tiene mayor vocación por el diálogo. Así, el “diálogo instruido” programado para esta semana deberá constituir un esfuerzo mancomunado  cuyo contenido y oportunidad  contribuirán a fertilizar los caminos de la democracia en nuestro país.

El país requiere de un diálogo sin exclusiones. Todas las expresiones sociales políticas, económicas,  así como las de aquellos que en el pasado han sido excluidos de forma recurrente. ¡Que nadie hable por otro!

Hay que escuchar la voz de los que no fueron invitados. Ha de esperarse que el señor presidente  considere la realización  otro “diálogo instruido” para los “ausentes”. Ellos también tienen el deseo y derecho de dejar escuchar su voz en el proyecto de los grandes cambios del país.

Como país, aprovechemos este diálogo para realizar una fusión de horizontes nacionales de cara al mundo. Dejando atrás el silencio nacido de la autoexclusión, de la actitud distante, del desinterés y de la indiferencia. ¡Éxitos al dialogo!