Escribí en mi muro de Face Book la frase: “No sé cómo llamar al encuentro de los expresidentes, más Guillermo Moreno, con el Presidente Abinader. Un “junte”, tal vez; de cualquier manera, deseo que se quede en la cultura política dominicana.”, y ahora quiero expandir la idea porque la semilla de un cambio regenerador de aquellos tiempos ya clásicos, cuando un triálogo a varias bandas y discretísimo entre los dos JB y JFPG, mantenían en sus límites el equilibrio social.
No era un trámite constitucional, pues nuestro régimen presidencialista no requiere los contactos directos. Pero la necesidad impone los diálogos indirectos ya que hablamos a través de “interpósita persona” como serían los mensajes a través de “intermediarios”; sin embargo, hemos llegado a sólo confiar en los medios de comunicación social. Por ello perdimos el calor humano y la confianza, al reducirnos a la “unidireccionalidad” de las “bocinas” y en las “noticias falsas” de nuestro mundo cibernético y las ondas hertzianas.
Como nos falta el mandato constitucional de los regímenes parlamentarios donde se diferencia al Jefe del Estado del Jefe de Gobierno, ya que el primero le ordena al segundo, dialogar para la formación del gobierno a la “luz del día”. Una excepción a esta regla, es nuestro vecino Haití que asumió una arquitectura “parlamentaria” del Estado al estilo francés, donde no ha funcionado en los hechos el diálogo político.
Sin embargo, nuestra estabilidad en la crispación política post-guerra de abril del 65, se mantuvo por esta disposición de “entendimiento” entre el trío conformado por Balaguer, Bosch y Peña Gómez, por encima de los “gritos y protestas” de las masas de todos los colores. La pretensión del control social mediante una maquinaria de “bocinas” pagadas o espontáneas, que funcionó durante los cuatro períodos gubernamentales recientemente superados. Debemos introducir un mecanismo que auspicie este diálogo sin el carácter de urgencia, pero basado en el consenso y en la conciencia democrática, que podría adecuarse al Consejo Económico y Social para que sirva de marco de un diálogo político por una Ley Adjetiva que le otorgue estas funciones.
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Hemos llegado a una idea peregrina, pero sensata. ¿Podría tener la profundidad de los Pactos de la Moncloa? ¿Resistiría este ambiente dialogante cuando se estiren las cuerdas por las investigaciones judiciales en contra de los hechos de corrupción todavía en la perspectiva de la independencia “recién estrenada” de la Procuraduría General de la República?
Por ello, aunque con el corazón “engurruñado” de que se quede en tinta fresca que no se fije en ningún texto legal, es que propongo una salida mínima y de rápida implementación, con redimensionar el Consejo Económico y Social a ser casi un “Consejo de Estado” a la criolla. Porque los dominicanos, principalmente, ya contamos con el ejemplo reciente del trío que consolidó la democracia, imperfecta por ahora, pero perfectible por el esfuerzo de todos y todas, incluyendo a los convocados a una “cumbre” que no satisfizo los requisitos del protocolo, pero sí las esperanza del renovado ánimo de los ciudadanos de a pie. Es decir: tú, yo y todos nosotros.