Leyendo un poco sobre el tema de las alternativas para los arquitectos, nos hemos encontrado con algunas fuentes de información muy buenas, como la de la compañera de oficio Elena de Frutos, titulada “101 Salidas para Arquitectos 2.0”, que recomendamos para lectura y consulta.
Frutos nos recuerda las palabras de un gran maestro de la arquitectura española, Alberto Campo Baeza, que señalan que cuando una persona ha conseguido terminar la carrera de arquitectura, es capaz de poder dedicarse a cualquier oficio. Esto, aunque muy optimista, no deja de tener una alta dosis de verdad.
Un arquitecto que estudia en la ETSAM (Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid), donde Campos Baeza ha desarrollado gran parte de su carrera docente, o en cualquier otra escuela de arquitectura seria, casi por fuerza, es una especie de Superman, un hibrido entre artista y técnico, un humanista sensible a las bellas artes y a la sociología, que igual es capaz de apreciar, estudiar y aprovechar la obra de Leonardo o Miguel Ángel, de Rembrandt o Velázquez, de Eduardo Chillida o Jorge Oteiza, de Damien Hirst o Jeff Koons; y al mismo tiempo es capaz de calcular los esfuerzos a cortante de una serie de vigas de diferentes secciones, o de planificar la implantación de un nuevo asentamiento urbano en Abu Dhabi o Azua de Compostela.
Pero aún con todo esto grabado en su ADN profesional el arquitecto muchas veces solo ve su desarrollo profesional dentro del campo de lo que mejor sabe hacer, y que es el diseño de los espacios habitables por el ser humano, ya sean estos interiores o exteriores, grandes o pequeños, a escala arquitectónica o a escala urbana.
Cuando el autor del Edificio de La Caja de Granada y de la Biblioteca Municipal de Fuenlabrada, Alberto Campo Baeza afirma en su libro Quiero ser Arquitecto, de que el arquitecto era capaz de hacer cualquier cosa, profesionalmente hablando, lo hizo, o por lo menos lo publicó en su libro, en los años posteriores a la crisis más brutal de las últimas décadas den España. No nos extrañaría nada que este maestro de generaciones pretendiera insuflar algo de aliento a sus estudiantes a la luz de un desánimo colectivo para el “colectivo”.
Volviendo a la cuestión de que si se acabó lo que se daba, y para dejar esta segunda entrega de la serie en este punto, podemos afirmar que ciertamente cualquier arquitecto cuenta con esas herramientas que lo hacen realmente versátil, pero muchas veces no cuenta con la capacidad, a nivel de amor propio, de bajarse del burro y remangarse la camisa para realizar otros oficios “menos nobles” que el de proyectar esos dichosos espacios para sus clientes.
He ahí donde está el desafío, en el proceso de reinvención por que debe pasar el profesional que, heredero de los postulados de Vitrubio, se sabe y se siente una especie de semidiós, al que le ha tocado tratar con el resto de los mortales para satisfacer su apetito creativo…Hasta la próxima…