El legislador que se declaró por Twitter promotor de la idea de aprobar “sin análisis” una devolución en efectivo del 30% de los fondos de pensiones a los cotizantes, acaba de publicar que amigos banqueros lo convencieron de que se impone cordura y discernimiento.  Necesitó que banqueros le dieran una consulta psiquiátrica para ponerlo al tanto de informaciones de dominio público.

Todo el cotizante o afiliado a una Administradora de Fondos de Pensiones recibe mensualmente un correo electrónico donde se le indican las informaciones siguientes:

a) Fecha de afiliación al sistema y fecha de afiliación a la AFP, que serán iguales si nunca ha estado brincando entre, lamentablemente, las limitadas siete opciones que tiene hasta hoy;

b) Fecha de la última vez que la entidad recibió aportes a su cuenta, esos que provienen del descuento a su salario que una figura legal absurda desglosa en dos: el que evidencia en el detalle de su nómina hasta llegar al monto disponible y el que supuestamente aporta el empleador en las informaciones envía a la TSS.  La división no tiene sentido porque un empleador toma la decisión de contratar en base al monto total que tendrá que erogar, es decir, salarios más seguridad social y otros gastos. Es con eso que compara la estimación de la productividad marginal de cada trabajador, pero eso es para otra entrega, sigamos con las informaciones reciben afiliados sobre su cuenta de retiro.

c) La cantidad de meses que han transcurrido desde su afiliación y de aquellos donde aportes han caído a la cuenta, que pueden ser iguales si ha estado laborando de manera formal de manera ininterrumpida.  Si ese es su caso y cesó su contrato laboral por las medidas impuestas del cierre de empresas para combatir el coronavirus, en su próximo estado verá que la diferencia entre meses de afiliación y cotización es uno.

d) A seguidas encuentra cada afiliado el detalle de los fondos que son de su propiedad en cuatro partidas: 1) el monto acumulado de los aportes, 2) la proporción que le corresponde del valor de los intereses que, hasta la fecha, ha logrado generar la AFP, 3) los egresos que se han hecho de las cuentas y 4) el saldo total, resultado de sumar las dos primeras partidas y restar las salidas del fondo.

Antes de seguir, detalles importantes ahora que se descartó el aprobar “sin análisis” devolver fondos y hay oportunidad de discernir. Las AFP invierten el total de los fondos que reciben en los instrumentos donde es permitido hacer colocaciones, siguiendo lineamientos que establecen porcentajes máximos de inversión por emisores de títulos o entidades financieras.  Se administra, en consecuencia, todo el portafolio siguiendo una política general de inversiones. El afiliado de 21 años con 5 cotizaciones tiene la misma composición de portafolio que el de 64 años. Se diferencian en los montos absolutos que tienen cada uno en su cuenta individual, no en los porcentajes en que está distribuido el portafolio.

El Rendimiento Acumulado es lo que le corresponde de intereses en proporción a los aportes en su cuenta individual.  La AFP invierte los fondos, recibe intereses, se descuenta las comisiones y reparte a las cuentas lo que le toca. Dentro de las que se estuvo descontando hasta febrero pasado estuvo la de Comisión Complementaria, una llamada a premiar el esfuerzo del manejo de tesorería cuando la posibilidad de encontrar rendimientos superiores a los productos financieros tradicionales se vislumbraba como caminar con una venda en un campo de arroz minado en la guerra de Vietnam.

La comisión complementaria por eso se estableció en el atípico porcentaje de 25% sobre el exceso de rendimiento que se consiguiera sobre la tasa de referencia bancaria. Por ejemplo, pasar de una tasa de referencia de 5% a un rendimiento del portafolio de 9%, implica que la gestión de la administradora logró incrementar 4% que la ley manda a repartir como buenos hermanitos en 3% para los afiliados y 1% para la AFP.

Mencioné en la entrega anterior que esa comisión de 25% recibió poca atención en los años donde el gobierno tenía poca reputación crediticia y cuando, de hecho, les estaba prohibido a las AFP comprar bonos del gobierno.  Empezó a verse con encono cuando los bonos del gobierno se pusieron como “cadenita de oro” y entraron como príncipes al club de los emisores autorizados a presentar ofertas a las AFP. 

La situación generó ganancias extraordinarias por una operación simple de tesorería y elevó sustancialmente el valor de la franquicia para operar una administradora de fondos.  En un país donde los beneficios que se obtienen en competencia y sin privilegios del poder político provocan envidia y resentimiento, ya se podrán imaginar las generadas con ese golpe de suerte que se despide en el 2020 con RD$1,111 millones colectados en los meses de enero y febrero. Pero sigamos con el Estado de Cuenta de las AFP que desconocía el legislador apurado por subir en las encuestas o aumentar recaudaciones para la recta final de la campaña.

e)  Dos bonitos gráficos de pastel, que algunas AFP ponen en 3D, se muestran a continuación o adjuntos al desglose de los montos. Uno tiene la distribución del saldo total de su cuenta individual entre lo que se origina por aportes y rendimientos. En mi caso, un 56% corresponde aportes y un 44% a los intereses.  El otro tiene la distribución por instrumentos financieros donde están los fondos, un gráfico que, como explique, debe ser igual para todos los afiliados porque no hay customización por perfil de inversionistas. Benjamín y Matusalén van a ver el mismo cuadro con los porcentajes que hay en bonos de empresas privadas, bonos del Ministerio de Hacienda, títulos del Banco Central, cuotas en fondos de inversión, bonos de intermediarios financieros, bonos de organismos internacionales y valores en fideicomiso.   

Aunque en la gráfica no se ve individualizado con un pedazo del pastel, la AFP si tiene cuarto en mano de los que ponen aquello en tierra, pero es muy poco lo que en realidad conservan en efectivo. El destino natural de los fondos es para inversiones y no tiene sentido financiero mantenerlos líquidos, de hecho, son penalizadas por la Superintendencia de Pensiones si se observan posiciones altas de dinero sin invertir.

Otra información de dominio público que hubiese evitado al legislador proponer la ridiculez de devolver un efectivo a cotizantes que simplemente no está disponible, es la que presenta la SIPEN en su portal estadístico. Hay un cuadro con la distribución por AFP de las inversiones por plazo de vencimiento restante de los instrumentos. Con vencimiento menor a un año sólo se tienen 50 mil millones, menos de un 9% del portafolio. 

Sobre eso sí es posible ponerse a generar propuestas sensatas sirvan de alivio a cotizantes en estrés financiero por pérdida de su empleo. Estudios pueden determinar el monto, frecuencia y tiempo en que es posible hacerlo observando la demanda de cotizantes reciban la información del costo que asumirían por las penalidades financieras provoquen retiros anticipados certificados o venta de títulos.  Pero el tema quedó entre populistas buscando reelección, administradoras con su distanciamiento social tradicional, que si fuera modelo seguido por la población hoy seríamos primer país libre de coronavirus, y una aceptación cada vez mayor y peligrosa, por lo que veo, de “mis cuartos ahora o que la sangre corra”, nada menos que en el mes de abril. ¡Yo me quedo en casa!