“Un príncipe sabio ideará la forma para mantener a todos los ciudadanos en todas las circunstancias en situación de dependencia del Estado y de él; y entonces ellos siempre confiarán.” (Maquiavelo)
Como andamos y desandamos enredados en procesos internos de los partidos políticos, que luego se reflejarán en el quehacer de los actores de nuestro medio social, y convencidos que no son espacios separados, quiero aprovechar para identificar una serie de desviaciones que hemos heredado de su accionar, la cual no ha permitido unificar los criterios para promover un desarrollo incluyente y participativo de nuestras comunidades. Por el contrario, esas desviaciones han minado y contaminado la esencia misma de las organizaciones de base en contra de las conquistas de nuestro pueblo.
El Vanguardismo, es la negación por aceptar que otras personas tienen iguales o mayores capacidades que las nuestras para la conducción de un proceso de manera compartida y que el carácter de dirección se conquista en la lucha diaria. Nos negamos ser parte de la retaguardia, o portarnos como el simple soldado que ejecuta una decisión de la estrategia o como el actor de segunda que desempeña el papel asignado. No, lo importante es ser protagonista, comandante o director. Lo que importa como decía Martha Hacneker es la secta, la camiseta, y no el proceso de desarrollo del pueblo. De ahí pasamos al sectarismo (sectarismo viene de sectare, dividir, desgajar), esa práctica que busca dividir para ganar espacio; rumorar, desacreditar lo auténtico de los otros para levantar sobre su cadáver o sobre la tumba construida nuestros monumentos donde nos idolatren la astucia y sagacidad.
El Culto a la personalidad, nos permite buscar con eficacia, estar presente en todo y en primera fila donde nos vean, nos aplaudan, nos elogien. Crear las condiciones para dárnosla de importantes y hasta imprescindibles en los grupos o hacer gala de nuestra formación académica y nuestras posesiones, para de esta manera estrujárselas en la cara a los que no tuvieron la oportunidad de avanzar un poco más, en la carrera por sobrevivir. Esto según el supuesto le da el derecho a dirigir, hablar etc.: “Hay mucha gente que estima que un príncipe sabio debe, cuando tenga la oportunidad, fomentarse con astucia alguna oposición a fin de que una vez vencida brille a mayor altura su grandeza (el Príncipe-Maquiavelo).
Como práctica habitual, el bajar líneas o verticalismo en done las direcciones dicen a dónde ir, con quién ir, con quién juntarnos hasta para sonreír, en cuáles eventos participar en cuáles no. Son los representantes de la conciencia colectiva. Todo viene programado desde arriba, y hay que someterse y aplicar las orientaciones que se bajan. Copar cargos de dirección en los movimientos sociales, religiosos, comunitarios, deportivos, culturales, políticos y productivos para controlarlos desde arriba o desde fuera, produciendo dirigentes títeres que con frecuencia deben confesarse con sus patrocinadores. Hay que manipularlo todo, pues todo viene prediseñado desde el partido X, sin que las organizaciones e instituciones puedan decidir sobre el que hacer, pensar. Ellas son pensadas y manejadas
El Autoritarismo, es la antesala en donde muchos se nos presentan democráticos, y también piden a la sociedad que lo sea; sin embargo, no sucede así en los grupos y organizaciones donde interactúan. Imponen sus criterios de forma medalaganaria o crean las condiciones para manipular a los incautos; a fin de lograr de “manera supuestamente democrática” sus objetivos, apelando al recurso del voto de la mayoría ingenua. Nos sucede igual que en el juicio a Jesús, nos obligan a elegir entre él y Barrabas, justificado en la “petición popular” arreglada por debajo de la mesa.
Parte de nuestro retroceso es seguirle los pasos a los teóricos, a los entendidos que navegan en las formulaciones teóricas, divagaciones, explicaciones y sofismas baratos. Y cuando pasamos revisión a la práctica del teoricismo, quedan ausentes. Esos teóricos, le temen a la práctica, que es el lugar privilegiado donde se prueba el conocimiento y las ideas.
Debemos huir de quienes tienen verdades irrefutables (Dogmatismo). Aquellos que temen discutir las ideas o enfrentarlas con otras, porque tienen fascinación por tener la razón de su lado. Ahí radica la negación de lo nuevo, el repudio del contraste que acompaña a la riqueza de la diversidad.
Aprendimos en este deambular cotidiano de organizaciones y partidos el estrategismo; estar siempre bajo el diseño de un plan que nos encamine hacia una jugada maestra a nuestro favor, creyendo a los demás como tontos útiles a manejar. Inventar jugadas, peligros y adversarios a quienes derrotar incluso en el imaginario.
El Hegemonismo, se fundamenta en no aceptar que somos piezas que caducan. No llegar a comprender cuando ya nuestro espacio corresponde a otro, que se lo ha ganado por su esfuerzo y trabajo, y que por el mismo quehacer la sociedad lo demanda en ese ámbito. Es de prudentes aceptar cuando nuestro tiempo pasó y nuestro quehacer en vez de avanzar procesos, los retrasa. Ser conscientes que nuestras ideas y propuestas son un estorbo, y deben permitir que otros crezcan a nuestro lado o bajo nuestra sombra. Permitir la sucesión generacional, evitando los efectos de una alelopatía (alelo, al lado; pathos, dolor, enfermedad), como hacen algunas plantas que envenenan con sus residuos el terreno e impiden que otras puedan crecer.
La falta de análisis serios en nuestro quehacer diario, desarrollan con prontitud el subjetivismo, que no es más que estar partiendo siempre de supuestos, versiones a medias sin sustentos. Partir de las propias experiencias y de los actores cercanos para creer que esa es la experiencia de los otros. Vivir convencidos que sólo con las informaciones y desinformaciones de los grandes medios de televisión, los periódicos amarillistas de circulación nacional y la compañía de las redes sociales podemos construir ideas. Y no, esos grandes medios, responden a grandes intereses, y las informaciones que se promueven deben responder a esos medios y a esos intereses. Debemos utilizar los medios alternativos, para no vivir confundidos entre el espejismo de los deseos y la realidad, con la garantía de no rumiar incongruencias.
Es tarea nuestra, identificar esas desviaciones en las organizaciones e instituciones en las cuales participamos, sin dejar de ponerle nombres y apellidos para superarlas.