Cuando abordamos la problemática de la desviación social, lo hacemos con bastante sesgos, aludimos solamente a todo lo concerniente, atinente, a los seres humanos colocado en la pirámide social de la estratificación social más excluida. La desviación importa y atañe, sobre todo, a la dimensión que corresponde a las elites, pues ellas son las llamadas al liderazgo referencial por las posiciones que ocupan en el peldaño de las jerarquías sociales. Las elites tienen mucho que ver con la diferenciación social y la estratificación social.
Como se comportan las elites (económica, política, religiosa) en la dimensión social, juega un importante rol en la construcción de la democracia y con ello en su calidad. La estratificación social se define “como las desigualdades estructuradas que existen entre diferentes grupos de individuos”. Ello implica, pues, una clasificación o jerarquización de cada uno de nosotros de acuerdo taxativamente, de las posiciones de dominación y/o subordinación. Las elites, en la escala de la estratificación social, constituyen el eje dominante en la estructura social que dimana, deriva, de su principalía en la estructura económica y con ello, en la infraestructura económica como eje articulador de su protagonismo, en este caso, en una sociedad de mercado, del “liberalismo “económico.
En la sociedad dominicana las elites acusan un síndrome de desviación social que tiene su génesis en la impronta de Ulises Heureaux y se recrudece en la esfera de dominación total con Trujillo. Balaguer en el diseño de un Estado Bonapartista expresaría mayor autonomía a los sectores económicos, dibujando él por completo el Estado. Luis XIV se encarnaría en él. La corrupción era el instrumento para su poder político, no así para generar fuerzas económicas en sí mismas.
A partir del 1996, pero sobre todo en el interregno que se impregna en el escenario del 2004, la historia de “nuevas fuerzas sociales” eclosionaría, irrumpiría, de una manera “novedosa”, “innovadora”. El Estado y el Partido frente a una organización hegemónica con aberraciones de ser marxista, no leninista. Al final, ni lo uno ni lo otro, empero, si fuertes afectaciones verticalistas con una “disciplina” de unificación de criterios de unanimidad destempladas en los valores de la democracia.
El PLD “ha tenido” éxito desde el poder para su poder. Un poder en sí mismo, un poder para servirse a sí mismo. Un poder para cristalizar la pantalla formal de una democracia, donde la reunión del Comité Político es más importante que todas las reuniones de los poderes formales de un Estado de Derecho (Congreso, Justicia, etc. etc.).
En esa desviación de un Estado social democrático de derecho han propiciado una calcomanía de complicidad con una parte significativa de la elite económica. Esta última no se da cuenta del estado de postración e indefensión en que se encuentra entrampada, al no visualizar más allá de sus intereses meramente corporativos. ¡El compromiso de los dueños del capital de crear riquezas y ganar plusvalía propios del capitalismo del Siglo XIX y comienzo del Siglo XX! Hoy, ese compromiso trasciende en el Siglo XXI. Aquella definición de la división social del trabajo, como la repartición de las diferentes tareas que los individuos cumplen en la sociedad en función del papel que cumplen en la estructura social (tareas económicas, políticas, sociales e ideológicas) quedan atrás, aunque la contiene. Hay la necesidad de cuidar la sociedad, su sistema democrático, su calidad, su pertinencia, de cubrir todas sus dimensiones.
Resulta pues, que en los últimos 40 años, los elementos esenciales de la democracia lejos de mejorar han disminuido. Esto trae consigo grandes interrogantes con no menos desafíos. El Informe sobre calidad democrática en la República Dominicana (Universalizando derechos para la ciudadanía formal y sustantiva del Siglo XXI en América Latina y el Caribe, 2019) lo pone de relieve. El Estudio ausculta 6 dimensiones con 23 componentes y 108 Indicadores. De los 23 componentes solo quedamos airosos en 6. Veamos las dimensiones de la democracia y sus componentes:
DIMENSIONES DE LA DEMOCRACIA Y SUS COMPONENTES:
1) Derechos políticos y Sistema electoral
2) Derechos fundamentales,
3) Estado de Derecho.
4) Calidad de la gestión pública,
5) Calidad de vida y equidad social y económica;
6) Cultura política democrática.
La síntesis es que en el Semáforo de Indicadores, según el excelente Estudio, quedamos así:
48% Deficitarios.
32% Satisfactorios.
20% Aceptables.
La democracia sustantiva, con contenido, con asunciones estructurales, es muy precaria a lo largo y ancho de todo el cuerpo social dominicano. En la democracia electoral, de 24 países evaluados obtuvimos 0.54, solo por encima de Venezuela, Nicaragua, Haití y Honduras. Chile obtuvo una puntuación de 0.97, Costa Rica, 0.96 y Uruguay, 0.96.
Miguel Manzi, Consultor Internacional, quien fue uno de los Asesores expertos del referido Informe, lo graficaría de esta manera, palabras más, palabras menos: “Estamos en presencia de un Combo peligroso: Debilidad Institucional+ Crecimiento económico+ Escaso progreso social.” Esto afecta la legitimidad del Sistema democrático y ruptura la posibilidad de mayor cohesión social. Lo grave, parafraseando al reconocido consultor es que las elites están bajo el Síndrome o paradigma añoso: LA INCLUSIÓN DEL BLINDAJE, que significa “A nosotros no nos va a pasar nada”.
Las elites en medio de su estupidez consciente o ignorancia sincera están jugando a una desviación, que como diríamos, es cuando alguien está violando o transgrediendo una norma, ya sea, económica, institucional, cultural, que desestructura el tejido social. La desviación social entraña en concreto “la conducta que viola normas y expectativas de cualquier sistema social o modo de dominación”.
La degradación de las instituciones, el acusado nivel de desigualdad social, la poca decencia y honestidad de los actores políticos, la corrupción, el narcotráfico y las desmedidas ambiciones de poder del grupo dominante, apuntalan desde la Sociología de desviación, que la construcción del consenso se hace cada día más difícil y con ello, a la generación de mayores comportamientos desbordados, que niegan la calidad democrática y el oxígeno de un Estado social democrático de derecho.
¡La desviación de las elites no puede seguir más, pues ponen en peligro lo que hemos alcanzado en los últimos 40 años y que ya lo estamos viendo: El costo institucional gangrena el crecimiento económico!