“En el nivel más básico, la clave para acabar con la pobreza extrema reside en lograr que los más pobres de entre los pobres sean capaces de poner un pie en la escalera del desarrollo. La escalera del desarrollo está suspendida por encima de sus cabezas, y los más pobres de entre los pobres se hallan al pie de la escalera sin poder alcanzar el primer peldaño”.  (Jeffrey Sachs: El Fin de la Pobreza).

Nos dice Latinobarómetro en su más reciente informe 2021 que “La pandemia no creó problemas nuevos: Desnuda las carencias existentes, la transforma en una gran bofetada”. Si bien la pobreza, la desigualdad y discriminación ha sido una constante en ALC, lo que nos enmudece como región es la enorme asimetría social que de tanto asirse nos envilece y petrifica, generando un cuadro de cuasi iniquidad. Lo que nos tartamuda como cuerpo social es la brecha social que se dibuja y aposenta en el desequilibrio.

El annus horribilis que significa la desigualdad en sus tres dimensiones: renta, riqueza y de patrimonio, se ha acentuado en nuestro país y en gran parte de los países (34) de la región. El desequilibrio entre los que más tienen y menos poseen, tipifica y ahonda la profunda deuda social. Si la pobreza es tan alta en nuestra sociedad que debiera ser inaceptable ética y moralmente, la desigualdad es el contraste del dolor desgarrado de políticas públicas adocenadas en la pésima distribución de la riqueza. ¡De tanto desgarbar la política, hoy decimos que debemos “fijarnos en la respuesta más que en el color del gobierno”!

Más que las palabras, los discursos, cómo traducimos en hechos, realizaciones, acciones y decisiones en lo concreto, los ingresos que recauda la economía y para qué nos endeudamos. Dicho de otra manera: en dónde se enfocan nuestras prioridades, dónde invertimos, que es la única manera de reducir y neutralizar la desigualdad y disminuir de manera sostenible la pobreza multidimensional.

Latinobarómetro con su estudio trata de hurgar, penetrar en los intersticios sociales, económicos y políticos de 18 países para tratar de entender la formación social de cada país a través de:

  1. Para quién se gobierna;
  2. Cuán justo es el acceso a la Educación, Salud y Justicia;
  3. Quién tiene más poder: los gobiernos o las empresas;
  4. La competencia el poder entre lo público y lo privado.

Si hacemos una correlación con el tinglado de “Garantías económicas y sociales” que son según el importante informe referido:

  • Protección de la propiedad privada: 41%.
  • Igualdad entre hombres y mujeres: 42%.
  • Protección del medio ambiente: 38.
  • Solidaridad con los pobres y los necesitados: 37.
  • Seguridad social: 35.
  • Igualdad de oportunidades sin importar origen: 34.
  • Protección contra el crimen: 28.
  • Oportunidades de conseguir empleo: 27.
  • Justa distribución de la riqueza: 20.

Entonces, nos damos cuenta de porque el andamio social está tan desnivelado, desestructurado a lo largo y ancho de todo el tejido social y que se expresa en una deshilachada igualdad de oportunidades. Allí donde en un mismo territorio existen ciudadanos tan distintos, con agendas tan disímiles, que dibujan escenarios de siglos diferentes, que se expresan en agendas tan contrastantes, demencialmente paradójicas. Solo el 83% de los dominicanos tiene sanitarios; 12% letrina; y, alrededor de un 5% hace sus necesidades fisiológicas en cielo abierto. Solo un 24% recibe agua los 7 días de la semana y las 24 horas del día. Solo un 28% de los pobres logra terminar el bachillerato y el 94% de la clase alta y media alta lo termina. El 49% de las mujeres pobres, entre 20 y 24 años, han tenido hijos. En cambio, el umbral en el estrato social alto es de apenas un 6%.

Las tres dimensiones del Índice de Desarrollo Humano son: a) Vida larga y saludable; b) Conocimiento; y, c) Estándar decente de vida. Medir la pobreza de manera integral no contiene solo el salario sino “las necesidades o las privaciones que tiene que afrontar en su contexto”. Educación, Salud y nivel de vida, se encuentran enclaustrados en la sociedad dominicana. La desigualdad y la pobreza cohabitan en el cuerpo social dominicano; al auscultar los niveles de escolaridad de los niños; atención sanitaria; la mortalidad materna e infantil; esperanza de vida al nacer; discriminación; nivel de nutrición; acceso a la electricidad; sistemas de saneamiento; agua potable y acceso a bienes materiales. ¡Con decir que el agua tratada es de un 5 a un 10% en nuestro país!

La desigualdad tiene 3 dimensiones para ser medida: Coeficiente de Gini, el Índice Theil y el Índice Palma. El que más usamos es el Coeficiente de Gini. Actualmente se encuentra en nuestra sociedad en: 0.452. Mientras más se acerca a uno más grande es la desigualdad (0 a 1). El Índice de Theil, que engloba la entropía, vale decir, el desorden que da la distribución social, nos empodera en el conocimiento del potencial de la fractura social, del malestar social que denota la desigualdad de los ingresos de la población. El Índice de Palma nos lleva a comprender los extremos de la desigualdad. Ejemplifica de como visualizar a la clase media. Nos abre una perspectiva teórica. Aquí la clase media cayó en un 8% como consecuencia de la crisis de la pandemia.

Hay si se quiere una narrativa de que la sociedad dominicana disminuyó la pobreza monetaria desde 2004 (43) a marzo de 2020 en un 21.5%; empero, la desigualdad cuasi se mantuvo impertérrita. Latinobarómetro en su informe de 2021 en el cuadro de las “Peores desigualdades” nos lo ilustra así:

En República Dominicana esa enorme asimetría, como consecuencia de la pésima distribución de la riqueza y de la enormidad de la corrupción, trajo consigo una fosilización de la movilidad social vertical ascendente. En el estudio del BID de 2018, “Cuando la prosperidad no es compartida”, señaló que había prácticamente un congelamiento de la movilidad social vertical ascendente: solo un 2% ascendía. El crecimiento económico no conllevó directa y proporcionalmente con la estratificación social. Parecería que un sistema de castas sociales estaba imperando, donde solo la elite política del partido gobernante (2004-2020) ascendía económica y socialmente. El acceso al poder, la corrupción y el clientelismo constituyeron las egidas del trampolín de la pirámide social.

La transformación del Estado pasa por el tamiz de la necesidad del imperio de la ley y de una verdadera igualdad ante ella (la ley) para que la política deje de ser el lugar de la acumulación y se constituya en el baluarte de servir. En las sociedades donde no hay una intensa movilidad social ascendente se genera el síndrome de la desesperanza. El horizonte de la esperanza de un futuro más halagüeño se troncha en el imaginario. Allí donde los seres humanos combinan su presente oteando el futuro y no ven una perspectiva renovada, colapsa el esfuerzo y se apodera en esa sociedad: la indiferencia, la inercia, la falta de lucha colectiva y la desesperanza. Es por ello que, en una encuesta en el 2019, el 63% de los jóvenes tenían pensado irse en los próximos 3 años.

Tenemos hoy, un desempleo ampliado entre un 14–16% que se puede definir como estructural, pues la menor tasa ha sido un 12.5 en los últimos 55 años. 32% de los jóvenes no tienen empleos. La composición de la masa salarial, según la Tesorería de la Seguridad Social, es de RD$26,000.00. Destaquemos que es ahora que, en turismo, bares, restaurantes y cafetería, el salario mínimo mayor será de RD$14,000.00, el mediano de RD$10,650.00 y el mínimo de RD$9,500.00, equivalente en dólares a: US$241.00, US$183.00 y US$163.00 mensuales, respectivamente. ¡Una economía muy costosa!

Shoshana Zuboff en su libro “La Era del Capitalismo de la Vigilancia: La lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder”, nos define el Capitalismo de la Vigilancia en 8 significados. Extraigo el numeral 3: “Mutación inescrupulosa del capitalismo caracterizada por grandes concentraciones de riqueza, conocimiento y poder que no tienen precedente en la historia humana”. Tenemos que cambiar las relaciones de poder y eso es posible, en estos momentos, impulsando un mayor y mejor capital institucional público. Más y mejor capital humano y capital intelectual, más y mejor infraestructura como para realizar una disrupción que transite en el horizonte de un devenir incontenible que nos permita atrapar la historia.