No dulces ni leche ni chocolate,

ningún bocadillo en la medianoche.

No azúcar para despertar

 

pensamientos dulces cuando

solamente los sonámbulos andan

afuera y los dedos empiezan

 

a escribir en las teclas sin medida

o límite. Pondremos controles

este año. Doce horas entre la última

 

comida y el pan mañanero. Doce

horas, la gran parte de las cuales

dedicaremos al Dios del Sueño.

 

Doce horas para recomponer

cuerpo y espíritu. Doce horas

para dominar los deseos,

 

para reconocer que la vida

nos ofrece una lección

de humildad, de tu propio cuerpo,

 

de tu propio espíritu. Límpia

la casa interior. Hazlo sin dejar

entrar las muletas

 

que nos han tentado a todos,

líderes que venden orgullo

al precio de la humanidad,

 

que gracias al espíritu racional

y la fe laica desaparecerán

en la historia. Adiós 2020

 

y bienvenido lo que hemos

destilado, lo que debemos

hacer para no olvidar

 

las lecciones tiradas

de la locura y la tragedia

de la pandemia.