El mundo está siendo impactado por diversas pandemias -corrupción, feminicidios, narcotráfico, coronavirus-; este último tiene en estos momentos tal incidencia, que provoca pavor y desolación. En la geografía mundial, se cuenta con más de sesenta millones de personas infectadas y más de un millón de fallecidos. Son cifras que dejan a pocas personas impasibles, por el bloqueo que producen en el desarrollo humano, económico y social del planeta.
La República Dominicana, aunque todavía con ritmo lento, va incrementando el número de personas contagiadas, 140, 922; y 2, 317 de fallecimientos. Este ritmo puede acelerarse por los problemas de educación ciudadana. Hasta el momento hay bastante información sobre la pandemia para que la población comprenda la gravedad de la situación. Pero la ignorancia de unos y la indisciplina de otros hace que diariamente haya personas que irrespeten las medidas que pueden contener el avance de esta enfermedad letal. Estas personas se empeñan en desconocer las orientaciones de los especialistas del campo de la virología y, particularmente, de los que les están dando seguimiento especializado a la COVID-19. Esta pandemia ha permitido constatar con mayor pujanza la importancia de una educación situada y de calidad. La falta de este tipo de educación en la República Dominicana contribuye a que personas de diferentes estratos sociales se burlen diariamente de las orientaciones generales que los ciudadanos hemos de observar para controlar el avance de la pandemia.
A lo planteado en el párrafo anterior se han de añadir las precarias condiciones que tienen muchos centros de educación, tanto del ámbito público como del privado. Generalmente la educación privada se asocia solo con los colegios más suntuosos y de abolengo. No. El sector privado va más allá de aquellos que siempre suenan y van delante. Con esto lo que planteo es que desear educación presencial ahora es un deseo laudable, pero insostenible. El reclamo de la presencialidad, para que se pueda concretar, requiere que el Gobierno honre su promesa de que va a mejorar las condiciones de los centros educativos públicos, que son la mayoría, para que haya condiciones humanas que alienten los aprendizajes de los estudiantes y la motivación de los docentes en su tarea de enseñar.
Las dificultades para volver a la presencialidad no son solo por el problema para mantener la distancia social y las condiciones que requiere la biología humana. No. Es que hay muchos centros educativos que carecen de los servicios básicos. Los profesores y directivos de esos centros -salvo escasas excepciones-, por miedo a perder el trabajo o por lealtad a su partido político, se han acostumbrado a trabajar en un contexto institucional que niega los derechos fundamentales. Un centro educativo que carece de agua y no cuenta con las condiciones sanitarias necesarias no puede desarrollar clases presenciales. No estoy de acuerdo con que Salud Pública insista solo en la fórmula de la distancia social y la mascarilla. Este Ministerio ha de sugerirle o urgir a su homólogo, el Ministerio de Educación de la República Dominicana, para que le preste atención integral a la diversidad de factores que pueden profundizar la pandemia.
La presencialidad ha de volver a tener vigencia, aunque con modalidades distintas. Este es un proceso que el MINERD debe estar preparando para no improvisar. Esperamos que ya haya un equipo estudiando la nueva configuración de la presencialidad en la educación dominicana. Es recomendable que se aproveche este tiempo para avanzar en la concreción de planes y de acciones que garanticen una presencialidad segura y sostenible.
Este es un tiempo propicio para que el MINERD ponga en acción toda su creatividad y capacidad de gestión inteligente e innovadora. De igual manera, puede avanzar estudios sobre la modalidad de enseñanza híbrida; para que cuando la realidad lo permita, cuente con diversidad de posibilidades que garanticen una educación coherente con las necesidades del país.
Apoyamos todas las medidas que se tomen para crear entornos educativos decentes y robustos; pero, principalmente, humanos. Las razones económicas no han de primar ante las razones de salud y de vida. Necesitamos movilizar la economía, pero no creando contextos de muerte. Reclamar presencialidad educativa es un derecho. Sin negarles este derecho a madres y a padres, les sugiero análisis más consistente de la realidad educativa y de salud del país. Hay una canción que nos recuerda que “esperar es un reto y una tarea”. Mantengamos el deseo de presencialidad; exijámosle al Gobierno, a través del MINERD, que propicie condiciones integrales para ello; y nosotros aportemos todo lo que pueda contribuir a esta causa.