Las zonas fronterizas de la República Dominicana forman parte del lenguaje habitual de jóvenes, de adultos y de adultos mayores. Además, constituyen puntos fijos en la agenda de políticos, de funcionarios de los diferentes gobiernos y de presidentes de la República Dominicana, para cumplir con las tareas preelectorales que se autoasignan. Esto quiere decir que están presentes en la vida cotidiana de amplios sectores de la sociedad dominicana. Esta fuerte presencia no es un fenómeno accidental. No. Es un hecho que se profundiza de forma sistemática en períodos preelectorales y en tiempos propiamente electorales. En estos momentos participamos del período preelectoral; y por ello estamos viendo el cúmulo de informaciones, de estudios y de anuncios sobre las zonas fronterizas. Después que finalizan las elecciones; y que los gobiernos y funcionarios toman posesión, los políticos, los jóvenes, los adultos y los adultos mayores pasan a dialogar sobre otros temas y se olvidan de las zonas fronterizas. Este es un olvido planificado por los dirigentes políticos, por los diferentes gobiernos que hemos tenido desde que finalizó la Era de Trujillo.

En el tema de las zonas fronterizas, hay situaciones que son preocupantes y que ya son conocidas. Los últimos meses han servido para conocer el estado de la educación, especialmente en Educación Primaria. Hemos tenido la oportunidad de leer y de escuchar los resultados sobre la evaluación de desempeño de maestros, directores y técnicos de la educación preuniversitaria. Hemos leído y escuchado, además, los informes de organismos internacionales y de organismos nacionales que dan cuenta de la falta de equidad, de la pobreza creciente de las zonas, de las condiciones de insalubridad y de la precariedad medioambiental. Aun más, con respecto a la problemática medioambiental, ya sabemos que no sólo están afectadas por los efectos del cambio climático, sino que están siendo arrasadas por personas haitianas y dominicanas en función de la necesidad de subsistencia; y por sectores organizados a los que no les importa devastarlas con tal de saciar su ambición, alcanzar sus intereses y mostrar su aversión a la vida colectiva. A todo esto se unen los difíciles problemas generados por una migración ilegal pero legitimada por sectores binacionales que ensanchan su patrimonio al margen de las leyes y de la ética. De igual modo, estas zonas enfrentan una seria escasez de recursos debido a la demanda de servicios de nuestros vecinos que carecen del apoyo de su propio gobierno.

En este contexto se advierte un desencuentro entre las frecuentes declaraciones e informaciones, y la aplicación de políticas públicas efectivas en las zonas. Este desencuentro entre lamentos y acción, entre análisis y vida, entre palabras y hechos es lo que ya las zonas fronterizas no resisten. Tampoco lo resisten las personas y las instituciones que tienen una opción clara a favor de los más empobrecidos y de los más excluidos. Estas personas e instituciones propugnan por un cambio sustantivo en el tratamiento de los problemas fronterizos. No estamos en desacuerdo con los estudios ni con las investigaciones que se hacen o que se puedan hacer. Lo que necesitamos ya, porque así lo requiere la gravedad de la situación de las zonas fronterizas, es que hablemos menos y hagamos más; es que los gobiernos no se desgasten dándole vuelta a lo mismo y exhibiendo pusilanimidad para actuar con eficiencia y eficacia en las zonas.

Las instituciones que trabajan en zonas fronterizas palpan las necesidades y la exclusión de que son objetos estas poblaciones comparadas con otras de nuestro mismo país. Instamos al gobierno de turno a que no pierda más tiempo para generar cambios significativos en la vida, en la educación, en la salud y en la organización de las zonas señaladas. Para aportar con más sentido y efectividad, las instituciones de Educación Superior que trabajan en zonas fronterizas han de establecer alianzas estratégicas para contribuir más eficazmente al impulso de los procesos de transformación de las condiciones actuales de estas comunidades. Desde el campo de la Educación Superior, hemos de pensar y poner en ejecución políticas articuladas de formación y de organización social que cambien la atomización por una acción coordinada y favorecedora de un mayor impacto socioeducativo en las zonas fronterizas. Se impone con urgencia la reducción del discurso y la superación total del desencuentro entre éste y la puesta en ejecución de políticas públicas que generen vida en las zonas fronterizas.