Esta vez, como en contadas ocasiones, el autor de estas líneas tiene la oportunidad de escribir desde suelo dominicano. Hemos tenido la oportunidad de darnos una “escapadita” a nuestro querido lar de origen, en el que nacimos justamente hace 40 años.
Precisamente y al ver el tiempo transcurrido en no pocos años de vida cumplidos, tampoco muchos, hemos tenido la oportunidad de ver crecer a la República Dominicana hasta cotas previsibles, pero que no dejan de sorprender. Desde nuestros años escolares hasta hoy, la capital dominicana, la que conocimos y vivimos desde niños y en nuestra primera juventud, es sin dudas el laboratorio de arquitectura y urbanismo por excelencia del país. Lo que va pasando aquí y se va replicando poco a poco en otros cascos urbanos de nuestra media isla, a un ritmo más lento, evidentemente, pero una réplica al fin y al cabo. Quizás Santiago de los Caballeros, es el que más prisa lleva por alcanzar a la capital.
Las infraestructuras construidas en los últimos 30 o 40 años, claramente han ido definiendo el perfil de estas ciudades a las que nos referimos y aunque no somos, todavía, “un Nueva York chiquito”, poco a poco nos acercamos a un Miami en miniatura, con el que podríamos tener mayor parecido una vez conseguido el deseado desarrollo urbanístico.
Esperamos que el Gobierno que asumió el tema de La Barquita, siga asumiendo actitudes responsables y de buena planificación social y urbana
En estos días de mucha lluvia, hemos visto como zonas no urbanas del país o simplemente periféricas, incluso urbanas /vulnerables, se han visto muy afectadas por las lluvias continuas de las últimas semanas.
Dependiendo un poco de la bandería política del que comenta los acontecimientos, se habla de planificación deficiente, de infraestructuras con vicios de construcción o simplemente de “un viaje de agua” que ha caído en una fracción de tiempo relativamente breve.
A nosotros, y a la mayoría de personas sensatas, las lamentables pérdidas de vidas humanas, las pérdidas materiales, y el gran numero desplazados, nos parece una combinación de factores, o lo que es lo mismo, un problema multifactorial.
Todo comienza por, precisamente, la falta de infraestructuras, en este caso habitacionales/urbanísticas que lleva a las personas de determinadas zonas geográficas a realizar asentamientos informales en lugares vulnerables. Luego, en una segunda etapa de la serie de despropósitos, se consolidan, “infraestructuras” en estos lugares vulnerables, previamente “seleccionados” a su albur por las personas del lugar. Para más inri se ejecutan obras, un poco “a la brigandina” (por aquello de la Bridge and Dine).
En nuestra infancia, por los trabajos de nuestro abuelo hacia el Este de la capital, conocimos un caso sintomático de lo que estamos comentando en estas líneas. En la zona de Haimanosa, por allá por el kilometro 10 ó 12 de la Carretera Mella, en Santo Domingo Este, se produjo, en los años 90, un asentamiento masivo en los antiguos terrenos del Consejo Estatal del Azúcar. Sin planificación y con la anuencia del Estado Dominicano, cientos de familias ocuparon terrenos para edificar sus viviendas. Estas familias entraron a vivir allí sin un estudio previo de nada, de nada y de más nada, al punto de que los servicios de agua, alcantarillado, luz, teléfono, etc., fueron construidos años más tarde. Paralelamente a esto, el Presidente Balaguer construía el Residencial El Almirante.
Gracias a Dios por esa zona nunca ha pasado nada, a pesar de que infraestructuras de alta tensión eléctrica pasan por los patios de los vecinos como algo normal. Creemos que esta zona no es una zona de las llamadas vulnerables, pero no deja de ser un asentamiento no planificado y refrendado por el Estado. Por suerte, esta buena gente de aquel barrio vive sus vidas razonablemente bien, con todos los servicios funcionando de manera eficiente y segura… ¿Suerte o la mano de Dios actuando?
¿Hacia dónde ir?
La repuesta a esta pregunta es muy sencilla: ¿Hacia dónde ir? Hacia la planificación.
Esto, en un país como el nuestro, es harto complicado. La razón de esta dificultad es el bajo nivel en la calidad de vida, del grueso de la población y la incapacidad del Estado de asumir sus compromisos. Además se suma el bajo nivel de educación y el alto coste político que históricamente no han querido asumir las administraciones de turno.
Esperamos que el Gobierno que asumió el tema de La Barquita, siga asumiendo actitudes responsables y de buena planificación social y urbana.
Ahora toca ir en auxilio de las zonas afectadas y esperar que el cambio a nivel de infraestructuras sea realmente mejor del que teníamos en los años en que el autor era un niño…. Creemos que es viable.