El comienzo de un nuevo año nos invita a reflexionar sobre los motivos de nuestra esperanza, de nuestros objetivos y nuestros sueños; nos motiva, además, a tomar conciencia de los desafíos que tenemos que asumir a nivel personal, familiar y comunitario, así también como ciudadanas y ciudadanos de un país, una región, un continente y de una Comunidad de Vida, sobre la Madre Tierra.
A nivel de nuestro país tenemos los objetivos de la llamada “Estrategia Nacional de Desarrollo”, (END, 2030), y a nivel mundial tenemos los “Objetivos del Desarrollo Sostenible” (ODS, 2030). Algo que caracteriza a ambos proyectos es que proponen, por lo general, políticas públicas reformistas, que no llegan a la raíz de los problemas, en el marco de la lógica economicista y depredadora de la Casa Común del proyecto económico neoliberal.
El Papa Francisco ha tenido en los dos últimos años (2014-2016) tres encuentros con los líderes de los movimientos populares de América Latina y el mundo. Dos de estos encuentros han sido en Roma, (28-10-2014; 5-11-2016) y el segundo de ellos en Bolivia (9-7-2015). En sus alocuciones les ha planteado unos desafíos para el liderazgo del movimiento popular que vale la pena tomar en consideración a la hora de asumir, desde las organizaciones sociales y populares, el compromiso con la gestación de un proyecto de Vida Digna, que genere bienestar y Vida Buena para toda la población.
En el primer encuentro Francisco, reconoció las fortalezas del movimiento social a nivel latinoamericano, caribeño y mundial. Señaló: “No se contentan con promesas ilusorias, excusas o coartadas. Tampoco están esperando de brazos cruzados la ayuda de ONGs, planes asistenciales o soluciones que nunca llegan o, si llegan, llegan de tal manera que van en una dirección o de anestesiar o de domesticar”.
Desde el primer encuentro con el liderazgo de los movimientos populares, el Papa Francisco invitó a luchar por las 3 T: tierra, techo y trabajo, como derechos fundamentales de los pueblos y las comunidades. En el primer y segundo encuentros se ha hablado, también de la Paz y de la Ecología. Ha dicho: “Es lógico: no puede haber tierra, no puede haber techo, no puede haber trabajo si no tenemos paz y si destruimos el planeta. Son temas tan importantes que los Pueblos y sus organizaciones de base no pueden dejar de debatir. No pueden quedar sólo en manos de los dirigentes políticos. Todos los pueblos de la tierra, todos los hombres y mujeres de buena voluntad, tenemos que alzar la voz en defensa de estos dos preciosos dones: la paz y la naturaleza.”
En el segundo encuentro, en Bolivia, el Papa propuso al Movimiento Social tres grandes desafíos: 1. Poner la economía al servicio de los Pueblos, pues los seres humanos y la naturaleza no deben estar al servicio del dinero; 2. Unir nuestros Pueblos en el camino de la paz y la justicia; Y 3. Defender la Madre Tierra.
El papa Francisco ha motivado a los movimientos populares a no contentarse con perseguir objetivos reformistas al interior del actual sistema económico, impuesto por las transnacionales y la banca internacional. Por eso ha señalado con indignación y valentía proféticas: “Este sistema ya no se aguanta. Tenemos que cambiarlo; tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos. Hay que hacerlo con coraje, pero también con inteligencia. Con tenacidad, pero sin fanatismo. Con pasión, pero sin violencia. Y entre todos y todas, enfrentando los conflictos sin quedar atrapados en ellos, buscando siempre resolver las tensiones para alcanzar un plano superior de unidad, de paz y de justicia”.
Francisco ha planteado que la regeneración del sistema pasa por la recreación de las actuales democracias, que en el fondo son dictaduras formales sostenidas por el poder económico, bancario y partidario: “Los movimientos populares expresan la necesidad urgente de revitalizar nuestras democracias, tantas veces secuestradas por innumerables factores. Es imposible imaginar un futuro para la sociedad sin la participación protagónica de las grandes mayorías y ese protagonismo excede los procedimientos lógicos de la democracia formal. La perspectiva de un mundo de paz y justicia duraderas nos reclama superar el asistencialismo paternalista, nos exige crear nuevas formas de participación que incluya a los movimientos populares y anime las estructuras de gobiernos locales, nacionales e internacionales con ese torrente de energía ética que surge de la incorporación de los excluidos en la construcción del destino común. Y esto con ánimo constructivo, sin resentimiento, con amor”.
Francisco advirtió sobre el gran riesgo que corre el liderazgo de los movimientos populares de dejarse corromper, pues: “Hay corrupción en la política, hay corrupción en las empresas, hay corrupción en los medios de comunicación, hay corrupción en las iglesias y también hay corrupción en las organizaciones sociales y los movimientos populares”. Y ha propuesto al liderazgo de las organizaciones de base vivir con austeridad y humildad, pues, “el ejemplo de una vida austera al servicio del prójimo es la mejor forma de promover el bien común y el proyecto-puente de las 3-T: tierra, techo y trabajo”.
En los tres encuentros sostenidos con el liderazgo del movimiento social Francisco ha reafirmado su fe en el aporte social, ético y político de los movimientos populares. Por eso; desde el primer encuentro en Roma planteó explícitamente: “el futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las élites. Está fundamentalmente en manos de los Pueblos; en su capacidad de organizar y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio (…). ¡Qué lindo es cuando vemos en movimiento a Pueblos; sobre todo, a sus miembros más pobres y a los jóvenes! Entonces sí se siente el viento de promesa que aviva la ilusión de un mundo mejor. Que ese viento se transforme en vendaval de esperanza. Ese es mi deseo”.