En este año 2015 estamos celebrando los 150 años (1863-1865) de la victoria de una lucha popular  que terminó con la expulsión de nuestro territorio isleño del imperio español. A eso se le suele llamar la “Restauración” de la soberanía nacional. En este año estamos conmemorando, además, los 50 años de la revolución constitucionalista de 1965, que intentó mantener la vigencia de la constitución democrática del 1963 y reponer al gobierno constitucional de Juan Bosch. El análisis de ambos acontecimientos históricos tiene algo que decirnos hoy para el necesario intento de crear una sociedad verdaderamente democrática, donde la población asuma la defensa de su dignidad democrática: sus derechos ciudadanos y el cumplimiento de sus deberes.

En el marco de la consideración de los desafíos para la creación de una sociedad democrática,  es que vamos a considerar y a analizar algunos de los datos que han salido  en los resultados de la encuesta realizada en el 2014 por el Barómetro de Las Américas, titulado: “Cultura política de la democracia en República Dominicana y en Las Américas, 2014”.  La versión dominicana de la encuesta fue realizada por la Gallup República Dominicana en el mes de marzo del 2014. La misma fue aplicada a 1520 personas.

La primera de las problemáticas sociales que plantea el informe sobre la encuesta que consideramos, es el tema de la violencia, la criminalidad y la inseguridad en República Dominicana y en los diversos países del continente americano.  Se trata de una realidad que dificulta la creación de una cultura ética, democrática y política en nuestros países.

Es evidente que la violencia, los atracos, los asesinatos, las extorsiones, las acciones de sicariato son temas de mucha actualidad, porque todos los días nos encontramos en nuestro país, en América Latina y el Caribe con situaciones violentas, que provocan miedo e inseguridad en la población en general. Y naturalmente esta situación influyen negativamente en la posibilidad de la creación de unas relaciones sociales armónicas y, por lo tanto, en la generación de una cultura democrática y política fundamentada en la búsqueda  de la felicidad y el bien común.

Al comparar los resultados de la encuesta del Barómetro de Las Américas, del 2014, con los resultados de otras ediciones de la misma investigación (2006,2008, 2012), así como con los de la desaparecida Encuesta Nacional de Cultura Política y Democrática (Demos: 1994,1997,2001,2004),  podemos concluir señalando que  existe en el país, como en la mayor parte de los países de la región caribeña y latinoamericana, una tendencia clara: los ciudadanos y ciudadanas están más preocupados hoy por el crimen y la violencia de lo que estaban hace una década.

Algunos datos podrían justificar esa preocupación cada vez más creciente de la población por la problemática social de la delincuencia y el crimen organizado, tanto en nuestro país como en los países de la región. Según los datos publicados por el Barómetro se señala que América Latina y el Caribe es la región del mundo que tiene la tasa más alta de homicidios (23 homicidios voluntarios por cada 100,000 habitantes). Siendo México y América Central, sobre todo Honduras, El Salvador y Guatemala, el territorio más violento del planeta. En el 2012, por ejemplo, esta zona tenía cerca de 34 homicidios por cada 100,000 habitantes.

En promedio, en toda la región, el 17% de los encuestados por el Barómetro de las Américas

en 2014 reporta haber sido víctima de un delito, una tasa que se ha mantenido bastante

constante desde 2004, cuando se comenzaron a hacer los estudios gestionados por el Barómetro de Las Américas.

La sub-región del Caribe ha experimentado un preocupante aumento de la tasa de homicidios en la primera década del siglo XXI, aunque disminuyó un poco en el 2012. Durante ese período se incrementaron de 12 a 21 los asesinatos por cada 100,000 habitantes. Siendo Jamaica el país con más alta tasa de criminalidad en el 2012 y Cuba el de la tasa más baja (4.2).

El informe sobre los resultados de la encuesta del Barómetro de Las Américas (2014) se reduce a dar datos sobre la violencia, el crimen, y lo que eso significa para la gobernabilidad democrática en nuestros países, tal como la entienden los diseñadores de esta investigación social. Nada señala dicho informe, sin embargo, sobre las causas y las raíces que están abonando las diferentes situaciones y estrategias generadoras de violencia social.

El estudio se refiere, además, a los posibles efectos que podrían tener en la población la actual situación de inseguridad, de robos, de asesinatos y atracos. Entre éstos se señalan: que las personas preocupadas por la inseguridad cotidiana desarrollen unas tendencias autoritarias y preferencias por gobiernos centralizados, y autoritarios.  Otro elemento sería que la población, ante la falta de un Estado que intervenga eficazmente contra la delincuencia, pierda la confianza en los organismos e instituciones que tendrían que incidir en el control y en el castigo a la delincuencia y las personas o grupos decidan hacer justicia por sus propias manos, de forma extra-legal o se la confíen a grupos y bandas pagados para servir de guardianes privados ante la ineficiencia y complicidad de la policía, la fiscalía y el sistema judicial, y otras instituciones del Estado.

La encuesta del Barómetro de Las Américas, hecha desde la perspectiva de quienes la pagan: La Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), entre otros, puede servir como referencia  para obtener algunos datos que nos ayuden a analizar la realidad nacional, caribeña y latinoamericana. Sin embargo, el tema de la violencia y de la delincuencia a los diferentes niveles está directamente ligado a la desigualdad social,  a la pobreza y miseria extrema en la que vive un sector importante de las poblaciones de nuestros países latinoamericanos y caribeños, a la corrupción impune de la clase económico-partidaria, a la falta de oportunidades de formación y trabajo digno para la gente joven, a los resultados perversos de un sistema económico mundial que se nos ha impuesto y que antepone los intereses del gran capital al desarrollo humano y al cuidado de las personas, de la tierra, las familias, los grupos étnicos  y los pueblos.

Entre los elementos principales que influyen en las situaciones de violencia en nuestros países están el negocio y el tráfico de drogas, así como el negocio de la venta de armas; a ambos aspectos el estudio no les concede mucha importancia; tal vez explique dicha omisión el hecho de que son los Estados Unidos los principales fabricantes de Armas y los principales consumidores de drogas en la región.

Estudios como el del Barómetro de Las Américas son importantes para el análisis sobre las condiciones necesarias para crear una sociedad democrática de derechos. Solo que el análisis no puede quedarse superficialmente. Es necesario, además, que desde los diferentes ámbitos de la sociedad: educativo, social, profesional, organizaciones comunitarias y populares, la prensa crítica, tomemos conciencia que la creación de una cultura de paz pasa necesariamente por establecer relaciones fraternas, solidarias y políticas públicas que promuevan la justicia y la equidad, pues como dijo el Papa Pablo VI: “la justicia es el nuevo nombre de la paz”.