El currículo es un proyecto abierto a múltiples cambios; tiene el cometido de responder a necesidades educativas sentidas de los sujetos de la educación, de las colectividades y de la sociedad en general. El currículo dominicano experimenta desafíos en este siglo; nos reta a repensarlo y a repensarnos con respecto al mismo. Nos desafía para que intentemos abrirnos a formas nuevas de pensar y de construir; así mismo, nos impele a demoler ideas, a cambiar prácticas.  El currículo, además, genera experiencias de aprendizaje con significado; nos invita a modificar lo que se considera inamovible en educación y en la sociedad.

El Siglo XXI demanda  nuevos saberes y formas distintas de asumir la cuestión curricular hoy.  En este contexto, los desafíos más relevantes son: 

a) Calidad en todos los niveles y ámbitos. El currículo dominicano tiene que suscitar un movimiento en favor de la calidad que se forja a través de procesos y de experiencias educativas significativas. Esta calidad no se entiende sólo desde la perspectiva de  resultados; se valora y se asume desde procesos reflexivos, dialógicos y productivos que favorecen el desarrollo integral de los sujetos del aprendizaje.  Estos procesos deben posibilitar transformaciones en la mentalidad de los estudiantes, de los profesores y de los actores que inciden en el aula. La calidad de la educación ha de notarse en el centro educativo y  en las comunidades en las que están insertos los centros. De la misma manera,  los procesos orientados a la calidad han de generar modificaciones en la cultura y  en la  visión que los docentes y la sociedad tienen del currículo. 

Este movimiento en favor de la calidad conecta de forma permanente el currículo con las necesidades de la sociedad. Es deseable una calidad transversal y horizontal en el currículo con un seguimiento institucional sostenido.

b) Apropiación reflexiva e innovadora del currículo. Este desafío requiere que los maestros se apropien reflexivamente del currículo. El ideal es que sean actores centrales en la construcción del currículo; pero, si esto no ha sido del todo posible, es preciso que lo conozcan, lo estudien, lo discutan, lo examinen con sentido crítico y creativo. Esta postura los ayudará a una comprensión práctica mayor  y a una gestión curricular en clave de innovación.

En este marco, si los maestros no tienen una apropiación del contexto en el que se desarrolla el currículo, si no tienen claridad  de los enfoques  que le dan direccionalidad a ese currículo ni tienen un dominio apropiado de la diversidad de referentes conceptuales, ni de la lógica metodológica;  ni mucho menos de las transversalidades que inciden en el currículo, su tarea se vuelve difícil y hasta inútil. Esta inutilidad   se expresa en experiencias de aprendizajes con un impacto bajo en desarrollo humano y social. Se manifiesta, además, con frustraciones de parte de los profesores y con dudas de parte de los estudiantes al constatar las debilidades conceptuales y metodológicas; y la carencia de creatividad de sus profesores. 

Este siglo exige pasar del maestro tímido y desconocedor del currículo a aquél que posee un conocimiento apropiado, que sabe cuál es su alcance, cuáles son sus implicaciones y, sobre todo, cuáles de sus dimensiones tienen más posibilidades de  suscitar aprendizajes con significado. Hasta que los maestros no se sientan fuertes en la comprensión y gestión del currículo, se esfumará todo empeño en  calidad, innovación y cambios en educación. Los maestros tienen que conquistar la comprensión y la potestad del currículo para que los estudiantes aprendan de verdad.

Este reto urge la definición de políticas de investigación por parte de las autoridades, puesto que la apropiación del currículo pasa por el estudio, la investigación sistemática y la construcción entre pares. Si los maestros  carecen de tiempo para estos procesos ni cuentan con los apoyos estructurales que garantizan una lógica investigativa, imperará por siembre la hegemonía del discurso hueco.  El reto mayor es que el profesor sea un sujeto central en la construcción y en la gestión  curricular. Su intervención no puede ser ocasional, tiene que ser sistemática, pensada y situada.

c) Pensamiento divergente, originalidad.  Es necesario que el currículo ayude a descubrir el potencial creador  de cada estudiante y de cada profesor para que las experiencias de aprendizajes sean liberadoras, de ideas, de pensamiento y del talento que tienen los niños, los adolescentes y los jóvenes. Para avanzar en esta dirección, el currículo tiene que ser  menos estructurado y con más espacio para al pensamiento innovador, la versatilidad y la libertad.

Este desafío requiere que las diversas manifestaciones del arte dejen de ser  algo puntual y adquieran un carácter sistémico en el desarrollo curricular. Este reto plantea un vuelco en el currículo dominicano para revolucionar el modo de aprender las diversas asignaturas y para acercarse a las ciencias de forma distinta. El compromiso es aprender desde la creación individual y colectiva. En este marco, los maestros abandonan formas tradicionales de enseñar y los estudiantes establecen rupturas con  formas desactualizadas del desarrollo curricular.

d) Cualificación más corresponsable y plural del currículo. La reelaboración, la revisión y  la evaluación del currículo dominicano son  procesos que posibilitan su cualificación. Estos procesos constituyen un compromiso de todos.   La  implicación  de la sociedad tiene que ser mayor; tiene que interesarse proactivamente por los aspectos curriculares que se priorizan.

La participación de la sociedad en los procesos de cualificación garantiza un currículo más articulado a  las necesidades del país y de los estudiantes. El currículo tiene q ue darle respuesta a necesidades nacionales; y por ello cualquier modificación en el mismo requiere procesos más consensuados y más democráticos.

En  el Siglo XXI  se presentan oportunidades valiosas para potenciar el interés y la participación de los actores sociales y educativos en las cuestiones curriculares: los informes sobre la situación de la educación en el continente y en el país; los movimientos nacionales e internacionales en favor de una educación inclusiva y de calidad; los análisis sobre la educación en el Foro Social Mundial; los análisis e informes del Foro Socioeducativo sobre la realidad educativa del país, etc. Para ello es necesario que los responsables inmediatos del rediseño curricular en el país construyan una planificación más inclusiva y compartida. De esta forma, la participación es más amplia y diversificada. Asumamos nuestra cuota de responsabilidad para que el currículo nacional responda acertadamente a estos desafíos.